domingo, junio 22, 2008

Lo que va de ayer a hoy

El 14 de agosto de 1993 el entonces presidente de la República inauguró la 107ª Exposición de la Sociedad Rural Argentina. El acto transcurrió en un ambiente bastante distinto del habitual en ese tradicional evento. Dada la existencia en ese momento de otro "conflicto con el campo", los allegados al ex presidente de origen riojano extremaron las precauciones para que su jefe no sufriera ninguna situación desagradable. Para lo cual contaron con la amable cooperación de las autoridades de la SRA, quienes permitieron la asistencia de numerosos "pesados" (o "batatas") y de una numerosa corte adicta al ex mandatario.

No faltaron los actos de violencia protagonizados por algunos de esos "invitados especiales", en particular contra periodistas, contra la entonces líder de los jubilados Norma Plá y contra un productor llamado Carlos Negri, quien cometió el imperdonable delito de silbar al oriundo de Anillaco.

Los detalles de esos hechos figuran en la cobertura aparecida en el diario Clarín del domingo 15 de agosto de 1993. Por ejemplo, en la nota "Cronología de la violencia" firmada por Omar Lavieri y Silvina Schuchner, puede leerse lo siguiente:

(...) 14:05 - Carlos Negri, un cooperativista rural de Florencio Varela, alto, canoso, de unos 50 años, ubicado en el sector reservado a las delegaciones extranjeras, silbó al Presidente justo en el momento en que éste iniciaba su discurso. Unas gradas más abajo estaba Mercedes Solá, hija del secretario de Agricultura, quien le preguntó a Negri por qué silbaba. Otros plateístas, con menos modales que Mercedes, empezaron a insultarlo. Hubo uno que le gritó "rajá de acá, comunista". Inmediatamente, un grupo de alrededor de 20 hombres rodeó a Negri y comenzó a empujarlo para expulsarlo de la tribuna.

En ese momento una cámara de televisión enfocó a Negri y éste empezó a decir: "Esta tribuna está toda a favor pero yo tengo que decir que la industria y el campo están en quiebra". A pesar de la cámara, Negri fue empujado fuera de la tribuna y quedó justo frente a la Sala de Periodistas. Allí, una patota, gritando a favor de Menem, intentó rodearlo con claras intenciones de golpearlo.

La Policía uniformada forcejeó con los agresores y sacó a Negri del lugar. Pero los agredidos fueron los periodistas que intentaron entrevistar al cooperativista. Una cámara de televisión voló por el aire y abundaron puñetazos y puntapiés.

En el incidente fueron agredidos Daniel Rodríguez, fotógrafo de Clarín, Virginia Mejía (cronista), Carlo Torres (camarógrafo) y Eduardo Espósito (motociclista), de Canal 13 y Todo Noticias; Horacio Caride, de Radio Mitre, Gerardo Mazzochi y Adriana Ramos, de FM Abierta y FM Líder, un equipo de América TV (Canal 2), un fotógrafo de la revista Noticias y cronistas de las agencias DyN y Noticias Argentinas.(...)

Entre otras cosas, parece que en ese momento "el campo" no estaba tan unido como ahora. El gobierno menemista proclamaba una "alianza estratégica" con el sector, pero en realidad favorecía principalmente a los grandes productores asociados a la SRA. Y los demás, que se arreglaran como pudieran bajo las reglas del "libre mercado" (acá, un artículo que describe muy bien la situación de la época). El 27 de julio de 1993 la Federación Agraria Argentina, CRA y Coninagro habían organizado un "camionetazo" durante el cual 8ooo productores se manifestaron en protesta frente a la Casa Rosada. Ante la cercanía del evento en la Rural, el gobierno apuró la sanción de un "Pacto de responsabilidad fiscal" con las provincias, que implicaba un fuerte ajuste en sus gastos y que le permitió armar un paquete de 800 millones de dólares en beneficio del "campo". Un panorama esclarecedor del cuadro de situación en que transcurrió esa jornada inaugural se puede leer en esta otra nota del "gran diario argentino".


El pacto que pudo evitar la pesadilla
por Silvia Naishtat

Para Domingo Cavallo valió la pena sacar el pacto fiscal a los apurones, con el grueso de las medidas para el campo; la inauguración de la Rural, que pintaba como pesadilla para el Gobierno, al final no lo fue. Los incidentes se originaron en el lugar menos esperado y no participaron los productores.

Igual, los incidentes estuvieron por echarlo todo a perder. Apenas se escuchó el barullo en el palco principal, dos de los suyos le susurraron al oído a Hugo Anzorreguy, el jefe de la SIDE. Uno de sus secretarios se acercó corriendo hasta Matilde Menéndez, del PAMI, que tenía a los suyos ocupando parte de la tribuna reservada a las delegaciones extranjeras y en la tribuna general.

El banquero Raúl Moneta y Roberto Cruz, funcionario con la misión de limpiar el Riachuelo, corrieron escaleras abajo y treparon por las vallas para ver lo que estaba pasando. Y los de Ceremonial dejaron acercarse en manada a los fotógrafos al palco, como para alejarlos del hecho. Fue mientras hablaba el Presidente y la tensión se sintió durante todo el discurso.

Un rato antes los socios de la Rural habían ovacionado al ministro Cavallo. Después lo aplaudieron al presidente Menem y con algo menos de entusiasmo al secretario de Agricultura, Felipe Solá.

Mientras tanto, algunos ruralistas reconocían que la crisis los obligó a cambiar el tren de vida. Pero eran los menos. La mayoría de los que estuvieron ayer en Palermo son productores poderosos. "Pero nuestros chacareros que están mirando el acto por tevé, ni siquiera tienen para el boleto", se quejó el cooperativista Leónidas Gassoni de Coninagro, ante el ministro de Educación, el pampeano Jorge Rodríguez. A su lado asentía Arturo Navarro, de Confederaciones Rurales.

El paquete que recibió el campo significa una transferencia de recursos desde el gobierno central y las provincias. La cifra es ilustrativa: 800 millones de dólares. Pero como no conforma a todos (principalmente a los más chicos que siguen con la soga al cuello) se intuía que algo podía pasar. El camionetazo del 27 de julio ya había dado la voz de alarma. Por las dudas, el Gobierno mandó ayer una guardia disuasoria, que eran demasiados, en opinión de los mismos funcionarios. "Hay hasta policías disfrazados de escobas", se le escapó a Jorge Ingaramo, segundo de Agricultura.

Antes y después de los incidentes el clima en el palco principal parecía una versión de la vida color de rosa. Nadie lo había imaginado así en las vísperas y lo dio a entender claramente Felipe Solá, cuando terminó su discurso: "Agradezco emocionadamente el respeto con que me escucharon".

María Julia Alsogaray llegó acompañada de su mamá y de su papá. Luego se sentó casi al lado de su adversaria Adelina Dalesio (con tostado caribe), sólo separada por Carlos Vladimiro Corach, el secretario de Legal y Técnica de la Presidencia. Juan Llach, el segundo en el equipo de Cavallo, conversaba animadamente con Álvaro Alsogaray, y el mismo Cavallo, con Eduardo Menem.

Las mujeres se fueron onda sencilla. "Esta vez no daba como para venir con sombreros", se justificó Teresita Solá. A Sonia Cavallo se la vio durante el espectáculo entusiasmadísima cantando la "Marcha de San Lorenzo".

Lo más novedoso fue el discurso de Eduardo de Zavalía, el presidente de la Rural. Además de pedirle cosas al Gobierno se las pidió a su propia clientela. Hizo suya una declaración de la Sociedad Rural de Rafaela, pobre entre las pobres, y llamó a trabajar en el campo diez horas por día.

En ese momento la mueca de insatisfacción de Horacio Gutiérrez, cabañero de Aberdeen Angus y ex presidente de la SRA, dio a entender que el mensaje no era bien recibido por algunos. Guillermo Alchouron, devenido en candidato a diputado, daba muestras en sentido contrario.

Pero todos aplaudieron cuando De Zavalía se quejó porque aún con tasa reducida, el impuesto inmobiliario mantiene su progresividad y pagan más los que más campo tienen. Lo aplaudió con fervor Francisco Ramos Mejía, con establecimientos en la provincia de Buenos Aires.

Por el palco principal también se coló la Rural privada. El espectáculo con los artistas (Los Chalchaleros, Domingo Cura, Julia Elena Dávalos) y los caballos criollos lo financió de su bolsillo Raúl Moneta, presidente del Banco República, vicepresidente del conglomerado industrial del Citibank y el hombre que le prestó la plata a esta entidad para que compre el predio de Palermo.

Del lado industrial la presencia fue rala. Quizá porque no los tuvieron en cuenta en las últimas medidas. Asistieron Jorge Blanco Villegas, de la UIA, Oscar Vicente, de Pérez Companc, Alejandro de Achával, de Ipako y Pascual Mastellone, de La Serenísima.

Algunos fueron con segundas intenciones. Alberto Álvarez Gaiani, de la COPAL (que agrupa a las alimentarias), llevó una carpeta con pedidos bajo el brazo: "Aprovechó para dejársela al edecán presidencial".


Fuente: Clarín, domingo 15 de agosto de 1993, p. 3.


Ah, que nadie se moleste en averiguar. Ni esa noche ni las siguientes hubo ningún cacerolazo en repudio a las agresiones sufridas por el productor Negri y los periodistas. Quizás eran parte del precio que la sociedad debía pagar por la "estabilidad del modelo".

jueves, junio 05, 2008

¿La madre del borrego?

No creo equivocarme si digo que noto un clima de agobio y cansancio en la blogósfera. La omnipresencia del "conflicto del campo", sobre el que parece que estuviera todo dicho y aún así sigue su curso en apariencia poco racional, es ya insoportable. Mientras tanto, uno como es cabeza dura quiere dedicarse a otras cosas pero no hay caso, la creatividad brilla por su ausencia. Entonces no está de más recurrir a un machete ya habitual por estos pagos. Esta vez, trayendo un texto sobre un club algo esotérico (o no).


La Comisión Trilateral

La planificación de un gobierno mundial

En julio de 1973 nació oficialmente la Comisión Trilateral tras un año y medio de reuniones promovidas por el Chase Manhattan Bank. Se trataba de una influyente asociación de carácter privado que reunía a economistas, hombres de negocios, personalidades de los países líderes y grupos económicos transnacionales. Fue definida por uno de sus principales ideólogos, Zbigniew Brzezinski, cofundador de la Comisión y ex funcionario de la administración de Carter, como "el conjunto de potencias financieras e intelectuales mayor que el mundo haya conocido nunca".

La Trilateral se articuló atendiendo a los intereses de las tres zonas geográficas que predominaban en el planeta: América del Norte (EE.UU. y Canadá), Europa y Japón. Según la propia Comisión, el objetivo de su creación era ayudar a pensar en los desafíos comunes y las responsabilidades de liderazgo de esas áreas industrializadas. Originalmente la Comisión se estableció con una duración de tres años. Sin embargo, los compromisos que llevaron a su creación se fueron renovando.

Cada una de las tres áreas representadas dispone, desde su creación, de un Comité Ejecutivo que elabora las "recetas" económicas para su área de influencia. Según se planteó en 1973, la Trilateral respondía al reconocimiento de que Estados Unidos ya no se encontraba en la posición de único líder como en la inmediata posguerra y, por lo tanto, que el sistema internacional necesitaba alguna forma de liderazgo compartido.

En este esquema, obviamente, las regiones atrasadas no tuvieron representación en la Comisión y, más aún, el propio Brzezinski señaló que uno de los objetivos es "el establecimiento de un sistema internacional que no pueda verse afectado por los 'chantajes' del Tercer Mundo". En definitiva, así se presentaba en forma clara los objetivos de la Comisión: defender solamente los intereses de las potencias mundiales.

La Comisión Trilateral fue una pionera en lo que se ha llamado pensamiento único y globalizador. En 1975 una de sus declaraciones afirmaba que:

"La Comisión Trilateral espera que, como feliz resultado de la Conferencia, todos los gobiernos participantes pondrán las necesidades de interdependencia por encima de los mezquinos intereses nacionales o regionales". Al año siguiente, nuevamente Brzezinski decía a la prensa: "En nuestros días, el Estado Nación ha dejado de jugar su papel".

En 1975, la Comisión se reunió en Kioto y participaron de ella, entre otros, ejecutivos de las multinacionales Bechtel, Caterpillar, Coca-Cola, Cummins, Exxon, Fiat, Gibbs, Hewlett-Packard, Mitsubishi, Nipón, Saint-Gobain, Shell, Sony, Steel Sumitomo y Unilever, y de los bancos Chase Manhattan Bank, Rothschild y Lehmann.

David Rockefeller jugó un papel clave para la formación de la Comisión y, aún hoy, es reconocido como miembro fundador y honorífico. Refiriéndose al papel de los Estados nacionales señalaba: "De lo que se trata es de sustituir la autodeterminación nacional que se ha practicado durante siglos en el pasado por la soberanía de una elite de técnicos y de financieros mundiales". En definitiva, se trata de la idea de que los Estados, los pueblos, los gobiernos y las economías de todas las naciones deben servir a los intereses de los bancos y de las corporaciones transnacionales.

Rockefeller sostiene esa postura en un libro cuyo título es por demás sugerente: La Comisión Trilateral y la planificación de la Elite para la administración Mundial, escrito por Holly Sklar bajo la supervisión del propio banquero. En esa obra se afirma que los propietarios y ejecutivos de las grandes corporaciones globales "ven el mundo entero como su fábrica, granja o patio de recreo". Claro que esto no es nuevo, ya que son notorias las evidencias acerca de la influencia, en Estados Unidos, de grandes corporaciones en el diseño de políticas de distintos gobiernos, por ejemplo el papel jugado por la Standard Oil, Ford e IBM en las políticas gubernamentales en diversos momentos históricos.

Las corporaciones globales, sostiene una vez más Brzezinski en el mismo libro, dependen del poder político, económico y represivo, ordenado por la clase gobernante de la nación-Estado para mantener un "clima favorable a la inversión". Y cuando gobiernos o los líderes políticos se ponen hostiles, los globalistas "intentan disciplinarlos" a través de "maniobras económicas y políticas" o "a través de acciones encubiertas o militares". Esta exposición de métodos y objetivos resulta tan explícita que no hace falta leer entre líneas.

Desde el establishment internacional, nucleado en la Comisión Trilateral, se impulsó la reconfiguración del orden económico mundial. Entre sus objetivos se encontraba el de reemplazar al político por el especialista, el técnico o el experto, en el marco de la ya dominante ideología económica neoliberal. Se acentuó así el predominio de una fuerte tecnocracia vinculada al FMI, al Banco Mundial y a otras instituciones de carácter similar, organismos que actuaban como guardianes de la comunidad financiera internacional y cuyo objetivo era el de disciplinar a las burocracias estatales, especialmente en los países de la periferia. Esto significaba un giro respecto de los objetivos iniciales de las instituciones de crédito creadas tras la Segunda Guerra Mundial y condicionaba la evolución de las economías latinoamericanas, fuertemente endeudadas en la década de 1980.


Historia de la Economía Argentina del Siglo XX - Fascículo 42, Ed. La Página, pp. 664-665.