De la Duda
Mi bondadosa hermana la Paciencia
sabe llorarte, Amor en lejanía,
cuando le falta el pan de tu alegría
todo lo que le sobra el de tu ausencia.
Y llora sin quererlo en tu presencia
cuando le das altura y mediodía.
Porque, desnudo amor, si eres la vía
no eres la flor ni el fruto de tu ciencia.
¡Oh, llanto, el de tu noche y su mañana!
Perdido el sueño y no maduro el arte
llorando está mi bondadosa hermana:
y si te mira, buen amor, advierte
que duda entre la pena de ganarte
y la melancolía de perderte.
(Poema publicado en 1939 en La Nación, y encontrado aquí.)
El recuerdo de la figura y de la obra de Leopoldo Marechal viene a cuento de esta nota de Guillermo Saccomanno en Radar, que acompaña a un fragmento del texto El Poeta Depuesto, escrito en 1965 e incluido en una nueva edición de Cuadernos de Navegación (Seix Barral, 2008). Aquí va un trocito del fragmento:
"1. José María, en La Nación del 17 de noviembre de 1963, H. A. Murena, objetando polémicamente al crítico uruguayo Rodríguez Monegal ciertas apreciaciones de su libro Narradores de esta América dice, refiriéndose a mí: “Marechal constituye un caso remoto por la doble razón de ser argentino y de que, a causa de su militancia peronista, se hallaba excluido de la comunidad intelectual argentina”.
Ciertamente, y como sabes, yo venía registrando en mí, desde 1948 en que apareció mi Adán Buenosayres, los efectos de tal exclusión, operada, según la triste característica de nuestros medios intelectuales, con el recurso fácil de los silencios y los olvidos prefabricados. La declaración de Murena fue un acto de valentía intelectual, como lo fueron las de Sabato repetidas en numerosas instancias. Y su confirmación de lo que yo había experimentado en carne propia me llevó a estas dos conclusiones: 1º, la “barbarie” que Sarmiento denunciara en las clases populares de su época se había trasladado paradójicamente a la clase intelectual de hoy, ya que sólo bárbaros (¡oh, muy lujosos!) podían excluir de su comunidad a un poeta que hasta entonces llamaban hermano, por el solo delito de haber seguido tres banderas que creyó y cree inalienables; y 2º, desde 1955 no sólo tuvo nuestro país un Gobernante Depuesto, sino también un Abogado Depuesto, un Médico Depuesto, un Militar Depuesto, un Cura Depuesto y (tal mi caso) un Poeta Depuesto.(...)"
Sólo quiero agregar un comentario a la nota de Saccomanno, que termina planteando una antinomia Borges-Marechal (muy válida, en varios sentidos). En esta página, su autor Manuel Ruano escribió:
Cuando falleció don Leopoldo, lo velaron en el salón de la vieja Casa del Escritor en la calle México de Buenos Aires. Fue un 26 de junio de 1970. Recuerdo haber estado junto a su ataúd al filo de la medianoche, acompañando a su viuda y otras personas a las que no logro individualizar plenamente. El salón estaba medianamente iluminado. De pronto, llegó alguien con andar lento y balbuceo en la voz: era Jorge Luis Borges, un compañero de viaje del martinfierrismo. Y sus palabras fueron:
-Amigo, amigo, la vida nos separó, pero fuiste un amigo.