lunes, noviembre 02, 2009

Galopa la Negra

Con bastante demora (como ya es habitual en este blog), llega aquí un homenaje a Mercedes Sosa. Cuyo "delay" tiene la ventaja de que no será confundido con otros "homenajes" como la hipócritas tapas de Gente o de Noticias (según Página/12, en la página web donde se recibían mensajes durante las últimas horas de MS, alguien dejó la frase "Ojalá te mueras de una vez, zurda de m...". Por lo menos, ese alguien tuvo la virtud de la sinceridad).

Presencié uno de sus históricos recitales en el Gran Rex, en su regreso al país ya en el ocaso de la dictadura. Y la vi aparecer como invitada sorpresa en el retorno de Alfredo Zitarrosa (julio del '83, Estadio Obras) para cantar "El violín de Becho". En una noche que con ella se hizo más inolvidable, todavía. Nunca me interesaron demasiado sus avatares políticos ni tampoco indagar en la coherencia entre sus ideas y sus acciones, y preferí simplemente disfrutar de su arte y de su voz, por los que realmente hay que dar "gracias a la vida".

Acá hay un ejemplo de esas ocasiones en que Mercedes le hace poner a uno la piel de gallina (con furcio incluido). Una canción perteneciente a la obra teatral Fulgor y muerte de Joaquín Murieta, que Pablo Neruda escribió sobre un personaje de leyenda en la California de la fiebre del oro. De paso, también es un homenaje a los músicos que la acompañaron en esa noche del Luna Park: Nicolás "Colacho" Brizuela en guitarra, Osvaldo Avena en bajo, y el inolvidable Domingo Cura en percusión.





Galopa Murieta

¿Dónde está el atrevido jinete
vengando a su pueblo y su gente?
¿Dónde está el solitario insurgente,
al que ayer lo ocultó su vestuario?
¿Dónde están sus caballos, sus rayos?
¿Dónde acechan sus ojos ardientes?

Galopa, galopa
Le dice la arena que tragó
la sangre de los desdichados
Galopa, galopa
Lo dice la luna que ahí va la venganza
en esa montura.

Va certero y seguro este rayo
Vengando en la noche a los suyos
Sin bandera, sin ley, ni destino,
sólo tiene un dolor asesino
Ay, nocturno, chileno, y distante
azotado por daño incesante.


Pablo Neruda

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