miércoles, diciembre 30, 2009

Aportando

El fin de año encuentra a este blog algo abandonado, situación que espero se revierta pronto (las fallas de las PC, los compromisos y el cansancio hacen un cóctel explosivo...). Son muchos los temas que me quedaron pendientes, dando vueltas en mi cabeza sin llegar al post. En la medida de lo posible, irán apareciendo como sugerencias de lecturas de verano...

Por ahora no quiero dejar pasar la propuesta de EduA que levantó Abel, de un sitio en la red para sumar ideas y discutir propuestas y proyectos concretos para la Argentina, en ciencia, tecnología y estrategias de desarrollo. Algún granito de arena intenté poner ahí y desde ya que mi intención de participar está declarada (aunque desde aquí le aclaro a EduA, mi peronismo es un tema sujeto a debate, no prioritario por supuesto).

Como un aporte inicial (ajeno desde ya, las elaboraciones propias quedarán para otro momento) va una entrevista que le hizo Página/12 al presidente del INTI, Enrique Martínez. Uno de los pocos personajes notorios que muestra una visión clara y estratégica en la temática que nos interesa aquí.


"Hace falta más integración nacional"
por Fernando Krakowiak

Enrique Martínez es presidente del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y un incansable promotor de iniciativas para apuntalar el desarrollo nacional. En diálogo con Página/12 explica por qué el proyecto de ley que establece un “impuesto tecnológico” es insuficiente para incentivar la producción local de equipos electrónicos. Además, reconoce que Venezuela aprovecha al INTI más que la propia Argentina y destaca que la teoría de la especialización exportadora promovida por el Banco Mundial fracasó porque la industrialización no debe ser pensada sólo en pos del mercado mundial sino también con el objetivo de producir al menos los bienes básicos que se consumen localmente. “Un país sin producción de alimentos, de vestimenta y de medicamentos está absolutamente desguarnecido”, sostiene.


Usted señaló que el proyecto de ley que fija un “impuesto tecnológico” es importante, pero insuficiente, ¿por qué?

– La industria que está protegida por el régimen de Tierra del Fuego se organizó alrededor del ensamblaje. En la mayoría de los casos, se importa el aparato desarmado y se lo arma integrando sólo algunos componentes básicos que no vale la pena transportar. Lo que hace falta es sumar integración nacional de piezas y eso requiere aporte tecnológico y apoyo económico. La provincia de Tierra del Fuego nos manifestó que tiene intención de ejercer una política de mayor integración de componentes nacionales porque eso tiene un efecto directo sobre la ocupación. Si se hace una acción de gobierno combinada con aporte de tecnología pueden aparecer nuevos actores que desarrollen esos componentes.

¿La exigencia de una mayor integración nacional no se podría haber incluido en el proyecto que está por aprobarse?

– Cuando la Presidenta anunció el año pasado el crédito a General Motors dijo que ese desembolso estaba condicionado a que se aumentara el componente nacional para fortalecer a la red local de proveedores de autopartes. Me parece que en el caso de la ley se debería haber hecho lo mismo. Es conveniente poner todas las condiciones de entrada. En este caso no sucedió, pero nada impide que suceda en el futuro. Nosotros vamos a promover un trabajo orgánico con la cámara de productores y exigirles que tomen un compromiso de aumentar la integración nacional.

Los países asiáticos fortalecieron su industria otorgando subsidios y créditos blandos a empresas, pero se les exigía el cumplimiento de metas y si no las lograban la ayuda se interrumpía. En Argentina, por lo general, los beneficios no se interrumpen si las metas no se cumplen.

– En realidad, el cambio en las políticas de promoción se produjo durante el gobierno de Carlos Menem. Hasta entonces, lo razonable era que todo régimen de promoción sectorial contemplara integración progresiva de componentes nacionales. Es por esa razón que los automóviles nacionales llegaron a tener en algún momento un 95 por ciento de componentes argentinos. Luego, al globalizarse la industria, las corporaciones multinacionales prefirieron los acuerdos regionales donde, por ejemplo, se suman componentes argentinos y brasileños. De ese modo, las multinacionales pasaron a controlar la integración y se perdió de vista la posibilidad de una integración nacional alta. La lógica anterior a los ’90 era mucho más válida que la lógica que se empezó a aplicar después.

Pero antes de los ’90 no se monitoreaba a dónde iba el dinero público. De hecho, el Banade dio muchísimos préstamos que nunca pudo recuperar porque las empresas no invirtieron en producción.

– Eso fue en la última época del Banade, cuando ya había entrado en crisis. Yo participé como joven funcionario público de la Dirección de Industria en la década del ’70 y los controles automotrices eran muy rigurosos.

Durante la discusión del “impuesto tecnológico” los importadores remarcaron que se perjudicará a millones de consumidores para terminar beneficiando a sólo unos pocos miles de trabajadores.

Una sociedad sólo de consumidores y de prestadores de servicios es una entelequia absurda. Si la gente tiene dinero en el bolsillo es porque produce bienes y si produce bienes es porque alguien los compra. Yo escuché a la senadora Estenssoro decir que los sectores humildes no van a poder ver televisión digital en sus celulares porque van a ser caros. En realidad no lo van a poder ver porque esos celulares no se fabrican en la Argentina. Si se fabricaran ése y otro conjunto de bienes, se produciría un mecanismo acumulativo de riquezas que permitiría que hubiera pleno empleo y la gente tuviera en el bolsillo el dinero suficiente para comprar los bienes.

También hay quienes afirman que los países deben aprovechar sus ventajas comparativas, lo que en el caso argentino significaría especializarse en la agroindustria.

– El Banco Mundial promovió esa teoría de la especialización exportadora, según la cual, a países como los nuestros les corresponde exportar harina de soja y minerales e importar los bienes de consumo. Esa teoría fracasó en todo el mundo porque no se construye un tejido industrial lo suficientemente denso, se genera alta desocupación y bajan los salarios reales.

¿Por qué ocurre eso?

– Se fracasa porque Argentina debería tener suficiente acumulación de conocimiento para integrar las cadenas que parten de una ventaja competitiva e industrializar, por ejemplo, toda la harina de soja, pero resulta que hemos sido inducidos a especializarnos en la producción de soja sin un paquete tecnológico nacional. El modelo de siembra, la aplicación de fertilizantes, el acopio, el transporte y la venta al exterior está en manos de multinacionales que no tienen interés en transformar la harina de soja en pollos, cerdos, adhesivos, tintas y otros productos. La cadena podría seguir hacia adelante y en ese caso sí, podríamos decir que hemos utilizado nuestra ventaja competitiva de manera integral para lograr plena ocupación y competir en el mundo.

Algún economista le podría responder que entonces el desafío es agregar valor a la producción agropecuaria y dejar de lado otros sectores industriales.

– Establecer las industrias en base a la competitividad mundial es una lógica más, pero no la única. Otra lógica indica que un país debe producir al menos todos los bienes básicos que consume porque sin producción de alimentos, de vestimenta y de medicamentos está absolutamente desguarnecido.

Después de lo ocurrido el año pasado con la derrota de la resolución 125 parece difícil aplicar subsidios cruzados del agro a la industria para fortalecer modelo con mayor valor agregado.

– Se puede lograr. Hacen falta actores generados desde el Estado para construir tejido industrial donde no lo hay y mejorar la eficiencia de las cadenas de valor. Eso no requiere inmensos recursos. No requiere modificar sustancialmente la estructura impositiva vinculada con las retenciones al agro. Lo que se necesita es una mirada de largo plazo que tenga en cuenta la integración del tejido y pautadamente ir construyendo industria en algunos espacios donde hoy ni siquiera hay producción primaria. En el INTI tenemos una propuesta que fue elevada a la Presidenta y que está en avanzado estudio, para avanzar en decenas de pequeñas y medianas industrias construyendo tejido industrial y nos parece factible.

Lo llamativo es que algunos industriales descreen del modelo industrial.

– Es paradójico. Es producto de una mirada microeconómica que apunta a conservar la posición de mercado y la ganancia sin mirar el mediano y largo plazo. Ese discurso ignora que si no se modifica la lógica de mercado la situación productiva se deteriora. El mercado debe ser usado como un instrumento para satisfacer las necesidades comunitarias. Por ejemplo, la industria del calzado sobrevive discutiendo cuotas con los brasileños, cuando en realidad la cuota es un hecho anecdótico de la coyuntura. La cuestión de fondo es estudiar cuál es la mejor manera de producir calzado en el país, consiguiendo a la vez que los obreros tengan un salario digno y que todos los argentinos tengan zapatos. Esas tres cuestiones consolidarían un esquema virtuoso donde los empresarios ganan. Si sólo se apunta a bloquear el ingreso de zapatos brasileños en algún momento la mitad de la Argentina va a terminar caminando en patas.

Da la sensación de que Venezuela aprovecha mejor el potencial del INTI.

– Es parcialmente cierto porque Venezuela necesita el apoyo de organismos como el INTI de manera más notoria y evidente. En Argentina hay un sector empresario con autonomía y capacidad de construir que por momentos imagina que no necesita la institución. Sin embargo, una vez que se desarrolla la experiencia venezolana comienza a quedar claro que en las regiones pobres del país el INTI podría cumplir un papel similar o superior al que se está llevando adelante en Venezuela. Además, los convenios con Venezuela benefician a muchas pymes argentinas.

Lo llamativo es que para mostrar el potencial del INTI haya que asesorar a Venezuela.

– Lo que pasa es que en Argentina todavía tiene vigencia la idea de que la solución para todos los problemas pasa por crear un clima de negocios favorable y que los inversores luego lo aprovechan. La acción del Estado como tutor, o hasta como reemplazo temporario de un emprendedor para construir unidades productivas que luego sean trasladadas a la actividad privada, todavía no se ve como necesaria. Es paradójico, pero es así.


P.S.: A todos los lectores y seguidores de este blog, en especial a los que le hacen el aguante aún en épocas de vacas flacas, un gran abrazo y un muy feliz 2010!

martes, diciembre 01, 2009

Seré cualquier cosa pero te quiero


Yo discrepo con Bertolt Brecht porque no hay hombres imprescindibles, sino causas imprescindibles, caminos imprescindibles. La historia es una construcción tremendamente colectiva. Y en eso andamos, cada cual aporta su granito. Quienes no cultivan la memoria, no desafían al poder. Es una herramienta más para construir el futuro, que pese a quien le pese es nuestro, porque no nos pudieron derrotar.

No se privó de tirarnos con todo (y no con flores, precisamente) el Pepe a los argentinos, hace un tiempito. Hoy es el presidente electo de la República Oriental del Uruguay, y es hora de olvidar agravios y de festejar. Quizás tanto o más que por simpatía o afinidad ideológica, por el retroceso que hubiera significado para la región el triunfo de su contrincante.

No soy de los que miran con envidia el "funcionamiento de las instituciones" (muchísimo menos esto), la "política civilizada" o la ausencia de "populismo" del otro lado del charco. Hay dos cosas que sí les admiro a los hermanos uruguayos: una, su escasa o nula tendencia a la "crispación" (bueno, hay excepciones); y la otra, la capacidad de construcción política del Frente Amplio, desde su formación en 1971 hasta la fecha. Algo que las izquierdas de este lado del río parecen condenadas a no adquirir jamás. Y una enseñanza también para el peronismo, gran parte del cual se ha dedicado desde la muerte de su fundador a dilapidar su legado.

De todos modos, hoy quiero rescatar una entrevista que Martín Granovsky le hizo a Mujica durante su visita con motivo de los funerales de Raúl Alfonsín. En la que Pepe muestra su pensamiento estratégico para su país y la región, y lo entronca con el legado del prócer más injustamente olvidado en este lado del Río de la Plata: Don José Gervasio Artigas.


"Nunca tuvimos una barra más amiga"
por Martín Granovsky

Puede hablar de todo, incluso de Historia, y Artigas lo pierde. “Todos lo reivindicaban como un prócer, pero estaba escondido el reglamento de tierras y recién lo encontraron en España en la década del ’20”, dice José “Pepe” Mujica, precandidato del Frente Amplio para las elecciones presidenciales del 25 de octubre en Uruguay. “Artigas quería entregar tierras y hacer una agricultura moderna, como en los Estados Unidos o en Nueva Zelanda”, dice este hombre de 75 años que pasó 14 en la cárcel, vive en una chacrita al sur de Montevideo y no quiso dejar de venir a Buenos Aires para rendirle su homenaje a Raúl Alfonsín.

(...)–Para quienes estamos en la lucha política, las ideas de integración responden a una necesidad. Pero tienen que ser ideas concretas que no se queden en un grupito. Si la integración todavía no tiene calor de masa es culpa nuestra. No pudimos traducir las ideas y machacarlas. El mundo está en crisis. Las regiones se juntan. Y nosotros, ¿qué vamos a hacer? Todos juntos, incluso con Brasil, somos el 5 o el 6 por ciento del mundo. Es poco. Por eso no tenemos alternativa. O nos integramos o nuestro destino es el peor: Africa. Es como dijo Perón sobre el siglo.

Ya estamos: Perón habló del XXI.

– Sí. Dijo que nos encontrará unidos o vencidos. ¿Sabe por qué no puede fallar? Porque no hay más tiempo. Estuvimos en el velorio de Alfonsín. Reflexionemos. El período que empezó con la caída de Alfonsín fue el del auge del neoliberalismo. El Mercosur fue fenicio. Y bueno, sólo con el comercio nunca nos vamos a integrar. Con suerte se van a integrar sólo los comerciantes. Yo siempre lo digo en Uruguay: en América latina nunca tuvimos una barra más amiga. ¿La vamos a desaprovechar? ¿Vamos a construir una industria nuclear uruguaya? ¿Vamos a empezar de cero? ¿Vamos a hacer lo que la Argentina y Brasil ya tienen? Es ridículo. Nos juntamos con la Argentina y Brasil y listo. Lo nuestro es la ciencia.

¿Con qué plan?

–Los europeos tienen 15 investigadores cada mil habitantes. Nosotros tenemos mil en total. Para seguir la tasa europea deberíamos tener 15 mil. En este mundo China va a venir comprando. Con una parte de su dinero calza los bonos del Tesoro norteamericano. Con otra parte de ese toco de dólares va a salir a comprar. Vendámosle. Somos la última reserva agrícola del mundo, agua dulce incluida. Seríamos torpes si no nos diéramos cuenta. Hoy hay crisis, pero igual para el 2030 el mundo necesitará el doble de comida.

Aparece de nuevo Artigas, con su Reglamento provisorio de la Provincia Oriental para el Fomento de su campaña y Seguridad de sus Hacendados, que los curiosos pueden ubicar en Internet. Recita Mujica que se distribuirían las tierras de “los malos españoles y peores americanos”, es decir de los que emigraban por las luchas de independencia, y cuenta que Artigas buscaba un alto nivel de organización también para el cuidado de las cabezas de ganado. De Artigas a la biotecnología hay un paso:

–Estamos haciendo un arroz amarillo, con caroteno. Muy sano. Le sacaron dos genes a la flor de narciso y se la encajaron al arroz. Eso es biotecnología de alto nivel. Es nuestra. No puede estar en manos de las transnacionales. Es cosa de los gobiernos. En Uruguay los laboratorios inventaron una forma de hacer ratones iguales.

¿Para qué?

–Justamente para el uso en laboratorio. Juntemos todo entre los vecinos. Nosotros mismos somos un mercado. Y está el mundo. Vendámosles inteligencia. Uruguay no es la Argentina, que tiene de todo. No puede comerse toda la carne. Tenemos que exportarla, porque con esa carne compramos petróleo. Pero apostamos a la ciencia y queremos hacer la apuesta junto con todos los amigos. La gente espera soluciones concretas de nosotros. Lula no hizo la revolución, pero hoy comen en serio 40 millones de brasileños más. Mirado de afuera, desde la política sin gente, alguno dirá que es poco, pero que se lo explique al que antes no comía y ahora come. A mí los locos pueden decirme que no soy revolucionario y pedirme que endurezca mi discurso. Yo les digo: en los países escandinavos, por ejemplo, no hubo revolución. Hubo una reforma permanente. Y pregunto: ¿la gente vive mejor o no? Entonces no demos vueltas.


(La foto está sacada de aquí)