También me acordé de cuando leí el célebre artículo "Desventuras en el País Jardín de Infantes", que en su momento fue visto por muchos argentinos de clase media como un valiente acto de resistencia contra la dictadura. Pero fue gracias al estimado colega Profquesada que releí un par de párrafos que en esa época (1979) sonaban razonables y hoy parecen indignos de su autora, y de una sintonía aberrante con el discurso de los criminales del Proceso:
(...) Que las autoridades hayan librado una dura guerra contra la subversión y procuren mantener la paz social son hechos unánimemente reconocidos. No sería justo erigirnos a nuestra vez en censores de una tarea que sabemos intrincada y de la que somos beneficiarios. Pero eso ya no justifica que a los honrados sobrevivientes del caos se nos encierre en una escuela de monjas preconciliares, amenazados de caer en penitencia en cualquier momento y sin saber bien por qué.(...) Quienes desempeñan la peliaguda misión de gobernarnos, así como desterraron —y agradecemos— aquellas metralletas que nos apuntaban por doquier en razón de bien atendibles medidas de seguridad, deberían aliviar ya la cuarentena que siguen aplicando sobre la madurez de un pueblo (...)
Después, el retorno de la democracia tuvo el acompañamiento de las canciones de María Elena Walsh. Y más tarde, en lo personal, mis hijos crecieron con sus creaciones y las disfrutaron.
Desde ya que lo antes citado no conlleva ningún reproche a MEW en particular. Lo vinculo a mis reflexiones sobre la sociedad argentina durante el Proceso, más precisamente sobre gran parte de sus sectores medios. Que se habían sentido aliviados el 24 de marzo del '76, porque los militares prometían orden y tranquilidad. Que miraban para otro lado cuando en un "operativo" se volaban casas o se secuestraban personas. La sociedad del "por algo será que se los llevaron" y del "algo habrán hecho".
En lo económico, la sociedad que aceptó sin chistar el plan de Martínez de Hoz, con su tendal de empobrecimiento, desocupación y endeudamiento, y que fue seducida por el dólar barato de la "tablita". No era raro ver a gente que pocos años antes daba una imagen politizada y revolucionaria, haciendo cola en los aeropuertos para viajar a Miami y aprovechar el "déme dos" de la "plata dulce".
Claro que esta reflexión no sería sincera si no recordara mi propia actitud en aquellos años. Concurría a la Facultad de Ciencias Exactas e intentaba seguir mi vida "normal", al igual que otros millones de argentinos. Con el correr de los meses notaba que a algunos compañeros no se los veía más por la Facultad, pero no parecía prudente preguntar demasiado. Seguramente me debo haber preocupado por si mi nombre figuraba en alguna agenda. De las revistas y diarios "peligrosos" que guardaba se encargó mi vieja con una fogata. El miedo se nos había metido a todos en la sangre, y parecía algo perfectamente natural. Por momentos parecía que debíamos expiar la culpa colectiva de haber tolerado o de no habernos opuesto lo suficiente a la "subversión", y eso había que pagarlo. Y vaya si lo estábamos pagando...
Las denuncias que venían del exterior sobre lo que pasaba acá parecían demasiado exageradas, seguramente eran los guerrilleros y terroristas fugados que fogoneaban la "campaña antiargentina". Campos de concentración, acá, en nuestro país? "Vuelos de la muerte"? Debían ser puros inventos... Como decía una pintada en el puente de Avenida Córdoba y Juan B. Justo, "Nunca subestimes el poder de la negación".
Claro que a muchos sectores "cultos" le chocaba la desmedida, brutal y aparentemente estúpida represión en el terreno cultural. La resistencia en ese campo pasaba por leer la revista Humor, por ejemplo. Es en ese contexto en que aparece la nota de M.E. Walsh. Recién después vendría el derrumbe económico, Malvinas, el descubrimiento de la verdad sobre la "guerra antisubversiva"... Así y todo, en 1983, para gran parte de la clase media bienpensante, lo peor que podía ocurrir era que en las elecciones triunfara el peronismo. Cosa que no sucedió.
En otros aniversarios del 24 de marzo recordé a las víctimas y a sus victimarios, tanto directos como indirectos. No voy a dejar de recordarlos, aunque creo que esta reflexión estaba pendiente.
Tres hermanos de mi compañera M., incluida su hermanita menor, fueron secuestrados durante el Proceso y hoy día continúan desaparecidos.
P.S.: Por supuesto, lo de "el miedo se nos había metido a todos en la sangre" es una generalización injusta, ya que hubo much@s que no tuvieron miedo, o aunque lo hubieran tenido eso no les impidió luchar. Quizás eso explique en parte el rechazo y el odio que aún hoy generan los organismos de DD.HH. entre muchos "argentinos medios": no debe ser agradable sentir que el valor de otros contrasta con la cobardía y/o la complicidad propia. Y cuando alguien que supo tener prestigio en el periodismo dice "Me tienen harto con la dictadura", sintoniza muy bien con ese malestar.