Uno podría explayarse largamente sobre la combinación de soberbia, ignorancia y desprecio por el conocimiento ajeno que exhibió ahí el ex ministro (acompañada por una elevada dosis de machismo). La verdad, yo prefiero hacerle un lugarcito al pensamiento y la obra de la científica agredida, por ejemplo lo que dice en este reportaje. La Dra. Torrado también acaba de compilar el libro "Población y bienestar en la Argentina del primero al segundo Centenario. Una historia social del siglo XX". En una entrevista que le hizo Verónica Gago, aparecida este mes en el Nº 247 de la revista Debate, ST habla de la obra y de su concepción del siglo XX como un siglo "largo" que se extendió desde 1870/80 hasta la crisis de 2001/02. También lo define como "denso" y "vertiginoso" en lo social. Aquí van algunos párrafos:
ST: (...) En el plano de la estructura de clases sociales, pasamos de una sociedad de tipo colonial, con pequeña clase media de origen español, a una sociedad altamente permeable desde el punto de vista de la movilidad social -para quienes recién llegaban al país como para sus hijos- durante el modelo agroexportador. Esto configuró un sistema de clases sociales bastante moderno y lo hizo en muy poco tiempo. Se trata de una verdadera transición demográfica en la que se pasa de un momento en que las sociedades no tienen control sobre las enfermedades ni sobre la vida -es decir, no pueden regular el número de los nacimientos y el tamaño de las familias- a otro tipo de estructuración, moderno, muy rápidamente. La acumulación de acontecimientos es lo que me hace decir que fue un siglo denso.
VG: En ese sentido, necesariamente esa acumulación también fue vertiginosa...
ST: Sí, porque un proceso como el de transición de las clases sociales duró mucho menos tiempo que procesos similares en Europa: lo que allá necesitó un siglo, acá se hizo en cuarenta años. Hay que tener en cuenta también que esto no se dio de un modo homogéneo en todo el país. La Argentina tenía el ejemplo europeo: podía copiar procesos y así se hizo. Las instituciones de beneficencia que se instalaron antes del '30 son copias calcadas de lo que sucedía en Europa, sobre todo porque las elites de aquí estaban orientadas hacia la cultura europea. Aún así, el caso argentino es bastante prodigioso como modalidad de transición demográfica.(...)
VG: ¿Cómo se modifica el patrón de asistencia social en el período aperturista?
ST: El patronato, la tutela de la infancia y la filantropía son propias del modelo agroexportador. Durante el peronismo, hubo un primer cambio: una de sus vertientes, de manera militante, trató de eliminar esas formas anteriores de beneficencia. La Fundación Eva Perón se crea justamente en contraposición a lo que era la Sociedad de Beneficencia y la sustituye. Con el golpe de 1976 y el inicio del modelo de ajuste, la noción de asistencia social pasa a ser completamente distinta: se sustenta en la concepción filosófica que, desde el punto de vista del funcionamiento económico y social, se debe dejar que el mercado sea el asignador de recursos, bajo la idea del derrame. La Argentina es uno de los modelos más claros del mundo que demuestra que esta destrucción del Estado a favor del mercado es totalmente falsa como solución de los problemas de distribución de recursos.
VG: ¿Cuándo surge la figura del "marginal" social?
ST: Aparece en la Argentina muy vinculada al desempleo, que lleva a lo que Robert Castel llama la "desafiliación": no sólo se sale del sistema de trabajo, sino también de un sistema vincular, de relaciones sociales, más amplio. En este sentido, marginal implica mucho más que desocupado. Pero se acelera o se masifica ligado al desempleo en la medida en que nunca habíamos tenido en la historia argentina niveles de desocupación tan altos como los que aparecen a fines de los '90 y, menos aún, que se dieran de un modo tan abrupto. La desestabilización del lazo social en general, de los vínculos familiares y de las redes de reciprocidad anteriores fue también vertiginosa. Los planes sociales que se implementaron, entonces fueron de absoluta emergencia: no es la asistencia social que se planificaba durante el modelo agroexportador. Las elites de fines del XIX y principios del XX estaban tratando de construir un país e integrar a la población de un modo que no consistía simplemente en darles de comer. Por eso las formas de ingerencia en la vida de la gente mediante la higiene, la escuela pública y la utilización de la mujer como agente de la familia eran infinitamente más vastas que lo que implica un plan Jefes y Jefas.(...)
Paso ahora a este trabajo académico sobre el modelo del ajuste y sus consecuencias sociales. Que termina intentando dar respuesta al interrogante "¿Qué nos pasó a los argentinos?":
"La Argentina del ajuste perdió algunos preciosos atributos: una amplia clase media que ayudaba a metabolizar el conflicto social; vastos sectores obreros con inserción laboral estable y niveles de vida modestos pero dignos; altísimos flujos de movilidad social ascendente que permitían transitar la vida en términos de un proyecto; niveles de cohesión social superiores a los de muchos países periféricos e incluso a los de algunos países centrales. Pérdidas que, hoy por hoy, parecen irreversibles. Argentina se ha constituido así en un paradigma de cómo no debe establecerse un orden neoconservador, incluso entre los defensores de esta opción.
A la luz de estos hechos, creo que la pregunta pertinente no es ¿qué nos pasó?: nos pasaron cosas similares al resto del mundo. La pregunta debería ser ¿porqué lo que nos pasa reviste aquí rasgos tanto más fundamentalistas que en el resto del mundo?
Pienso en tres razones (que no deben ser las únicas): a) en Argentina no se tuvo en cuenta que la instalación de un Estado subsidiario se hacía después de haber experimentado durante décadas el Estado de Bienestar. Así, la retracción pública en materia de bienestar procedió a la restauración de las ideas decimonónicas sobre la beneficencia, postulando que el Estado sólo debe asegurar la existencia de servicios sociales pobres destinados a los pobres (los antiguos pobres de solemnidad): los despojados tenían con qué comparar; b) una de las razones de este proceder podría encontrase en la idiosincrasia de la clase empresarial argentina (negativa a asumir el riesgo empresario; postulado de la máxima ganancia en el menor tiempo); c) otra razón indudable es la idiosincracia de nuestra dirigencia política, constituida irremediablemente con base en prácticas corporativas y clientelistas.
Ninguna de estas visiones incorpora la idea de Nación. En todo caso, si algo debemos aprender de este último cuarto de siglo es que, en las sociedades modernas, no hay Nación sin cohesión social; que la cohesión social tiene un costo económico que no pueden financiar los más débiles; que la acción del Estado es irrenunciable para alcanzar niveles mínimos de cohesión."