Se cumplieron los 200 años del nacimiento de Domingo Faustino Sarmiento. Al igual que Abel, siento que algo tengo que decir, y también que no tengo nada nuevo para agregar sobre su figura. Tampoco me interesa reabrir polémicas sobre alguien que ya lleva siglo y medio largo siendo mucho más "polémico" que Guillermo Moreno...
Prefiero indagar en aspectos poco conocidos del personaje, ocultos o más bien ocultados intencionalmente por muchos de sus apologistas. Por ejemplo, su actitud ante la política de cesión de tierras de Julio Argentino Roca tras la "Conquista del Desierto". Para poner en contexto, veamos la orden del día que expidió el general Roca el 26 de abril de 1879, tras la llegada de sus tropas a las orillas del río Negro:
"Con asombro de todos nuestros conciudadanos, en poco tiempo habéis hecho desaparecer las numerosas tribus de la Pampa que se creían invencibles con el pavor que infundía el Desierto y que era como un legado fatal que aún tenían que transmitirse las generaciones argentinas por espacio de siglos. Cuando la ola humana invada estos desolados campos que ayer eran el escenario de correrías destructoras y sanguinarias, para convertirlos en emporios de riqueza y en pueblos florecientes en que millones de hombres puedan vivir ricos y felices, recién entonces se estimará en su verdadero valor el mérito de vuestros esfuerzos."Más de 30 millones de hectáreas habían sido incorporadas al territorio nacional. Al año siguiente Roca asumió la presidencia de la Nación y tuvo la oportunidad de repartir las tierras públicas conquistadas en la campaña militar. Sus manejos desaprensivos fueron denunciados por Sarmiento desde El Censor el 18 de diciembre de 1885:
"El general Roca, educado en el Colegio del Uruguay (*), no ha traído a su gobierno otra idea sobre el reparto de tierra pública que la practicada en aquellos tiempos [de Urquiza] -la voluntad sin límites de aquel que ejerce el poder- adoptándolo como sistema. (...) el presidente Roca, cada tantos días remite por camadas a las oficinas del Crédito Público órdenes directas, sin expedientes ni tramitaciones inútiles (sistema Urquiza), para que suscriba a los agraciados, que son siempre los mismos, centenares de leguas (...)."
(*) Se refiere al Colegio Nacional de Concepción del Uruguay, provincia de Entre Ríos.
(Textos sacados de la Historia de la Economía Argentina del Siglo XX dirigida por A. Zaiat y M. Rapoport, Fascículo Nº 1.)
Una obra muy útil para descubrir esas facetas escondidas del sanjuanino es el libro "Alberdi, Sarmiento, el '90" de Milcíades Peña. Del que me interesan los fragmentos que muestran el desencanto y el repudio que sintió Sarmiento, al final de su vida, por la burguesía porteña en cuyo favor desarrolló gran parte de su acción política. Su tendencia al despilfarro junto con un endeudamiento irresponsable, la consiguiente hegemonía del capital financiero internacional, el desinterés por la educación y la participación política, su propia desilusión con una inmigración motivada por el lucro rápido y fácil, o el predominio oligárquico-latifundista que dejaba postergado para siempre su sueño de un país de pioneers y farmers, son motivo de amargas reflexiones en sus últimos años (y quizás, se me ocurre, haya un hilo conductor entre sus palabras y lo que cité en este post). Van algunos ejemplos:
"Nuestra colonia argentina en París es notable por la belleza de las damas y señoritas que la forman, llamando mucho la atención de los parisienses la distinción de su raza. Distínguense los varones por la elegancia de sus modales que llevan de América, su afecto a la ópera en cuyos escenarios encuentran a los mismos héroes y primas donas que aplaudieron en el Colón un año antes, lo que les da el derecho, tan caro a los parisienses boulevarderos, de penetrar tras de bastidores al boudoir de tal o cual artista, antiguamente conocida en Buenos Aires. Los dandys argentinos toman así posesión de París. Lo que más distingue a nuestra colonia en París son los cientos de millones de francos que representa, llevándole a la Francia no sólo el alimento de sus teatros, grandes hoteles, joyerías y modistos, sino verdaderos capitales que emigran, adultos y barbados, a establecerse y a enriquecer a Francia. En este punto aventajan las colonias americanas en París a las colonias francesas en Buenos Aires. Estas vienen a hacer su magot, mientras que las nuestras llevan millones allá." (1883)
"Somos muy pocos habitantes para abarcar tanta tierra como la que tenemos para el trabajo y la riqueza. La del país no se hará sino con el esfuerzo de los extranjeros. No queremos sus ahorros convertidos en empréstitos que muchas veces no podemos pagar. Queremos sus brazos, sus músculos, su inteligencia, sus iniciativas."
"Roca hace y hará todo lo que quiera, para eso tiene una República sin ciudadanos, corrompida en estos últimos tiempos por la gran masa de inmigración, sin otro propósito que buscar dinero por todos los caminos, con preferencia los peores en el sentido de la honradez. ¡Qué chasco nos hemos dado con la inmigración extranjera! Estos gringos que hemos hecho venir son aliados naturales de todos los gobiernos ladrones por la buena comisión que cobran ayudándolos en las empresas rapaces."
"Estoy ensordecido por el fragor de las instituciones que se derrumban. Juárez [Celman] no será más que el instrumento de las fuerzas ciegas que están transformando la República. ¡Ya no puedo gritar! Estoy ronco después de 60 años de prédica estéril."
"Es imposible mi rol en el mundo financiero que nos domina. Mi palabra es la voz en el desierto."
Y las palabras dirigidas a una multitud que lo saludaba en su cumpleaños 75:
"Allí (en Caseros) terminaron los tiempos heroicos de nuestra patria. Lo que sigue es vuestra propia historia, compuesta de muchas esperanzas realizadas, algunas aspiraciones sobrepasadas por el éxito y no pocas decepciones y desencantos: con cientos de millones que pesan sobre nuestra conciencia, nuestro honor y nuestras bolsas; con altos salarios pagados para servirnos mal, a guardianes que no nos guardan sino que se guardan ellos. Podéis creerme si os digo que este es el peor pedazo de vida que he atravesado en tan largos tiempos y lugares tan varios, más triste con la degeneración de las ideas de libertad y patria en que nos criamos entonces." (El Censor, 16 de febrero de 1886)