No faltaron los actos de violencia protagonizados por algunos de esos "invitados especiales", en particular contra periodistas, contra la entonces líder de los jubilados Norma Plá y contra un productor llamado Carlos Negri, quien cometió el imperdonable delito de silbar al oriundo de Anillaco.
Los detalles de esos hechos figuran en la cobertura aparecida en el diario Clarín del domingo 15 de agosto de 1993. Por ejemplo, en la nota "Cronología de la violencia" firmada por Omar Lavieri y Silvina Schuchner, puede leerse lo siguiente:
(...) 14:05 - Carlos Negri, un cooperativista rural de Florencio Varela, alto, canoso, de unos 50 años, ubicado en el sector reservado a las delegaciones extranjeras, silbó al Presidente justo en el momento en que éste iniciaba su discurso. Unas gradas más abajo estaba Mercedes Solá, hija del secretario de Agricultura, quien le preguntó a Negri por qué silbaba. Otros plateístas, con menos modales que Mercedes, empezaron a insultarlo. Hubo uno que le gritó "rajá de acá, comunista". Inmediatamente, un grupo de alrededor de 20 hombres rodeó a Negri y comenzó a empujarlo para expulsarlo de la tribuna.
En ese momento una cámara de televisión enfocó a Negri y éste empezó a decir: "Esta tribuna está toda a favor pero yo tengo que decir que la industria y el campo están en quiebra". A pesar de la cámara, Negri fue empujado fuera de la tribuna y quedó justo frente a la Sala de Periodistas. Allí, una patota, gritando a favor de Menem, intentó rodearlo con claras intenciones de golpearlo.
La Policía uniformada forcejeó con los agresores y sacó a Negri del lugar. Pero los agredidos fueron los periodistas que intentaron entrevistar al cooperativista. Una cámara de televisión voló por el aire y abundaron puñetazos y puntapiés.
En el incidente fueron agredidos Daniel Rodríguez, fotógrafo de Clarín, Virginia Mejía (cronista), Carlo Torres (camarógrafo) y Eduardo Espósito (motociclista), de Canal 13 y Todo Noticias; Horacio Caride, de Radio Mitre, Gerardo Mazzochi y Adriana Ramos, de FM Abierta y FM Líder, un equipo de América TV (Canal 2), un fotógrafo de la revista Noticias y cronistas de las agencias DyN y Noticias Argentinas.(...)
Entre otras cosas, parece que en ese momento "el campo" no estaba tan unido como ahora. El gobierno menemista proclamaba una "alianza estratégica" con el sector, pero en realidad favorecía principalmente a los grandes productores asociados a la SRA. Y los demás, que se arreglaran como pudieran bajo las reglas del "libre mercado" (acá, un artículo que describe muy bien la situación de la época). El 27 de julio de 1993 la Federación Agraria Argentina, CRA y Coninagro habían organizado un "camionetazo" durante el cual 8ooo productores se manifestaron en protesta frente a la Casa Rosada. Ante la cercanía del evento en la Rural, el gobierno apuró la sanción de un "Pacto de responsabilidad fiscal" con las provincias, que implicaba un fuerte ajuste en sus gastos y que le permitió armar un paquete de 800 millones de dólares en beneficio del "campo". Un panorama esclarecedor del cuadro de situación en que transcurrió esa jornada inaugural se puede leer en esta otra nota del "gran diario argentino".
El pacto que pudo evitar la pesadilla
por Silvia Naishtat
Para Domingo Cavallo valió la pena sacar el pacto fiscal a los apurones, con el grueso de las medidas para el campo; la inauguración de la Rural, que pintaba como pesadilla para el Gobierno, al final no lo fue. Los incidentes se originaron en el lugar menos esperado y no participaron los productores.
Igual, los incidentes estuvieron por echarlo todo a perder. Apenas se escuchó el barullo en el palco principal, dos de los suyos le susurraron al oído a Hugo Anzorreguy, el jefe de la SIDE. Uno de sus secretarios se acercó corriendo hasta Matilde Menéndez, del PAMI, que tenía a los suyos ocupando parte de la tribuna reservada a las delegaciones extranjeras y en la tribuna general.
El banquero Raúl Moneta y Roberto Cruz, funcionario con la misión de limpiar el Riachuelo, corrieron escaleras abajo y treparon por las vallas para ver lo que estaba pasando. Y los de Ceremonial dejaron acercarse en manada a los fotógrafos al palco, como para alejarlos del hecho. Fue mientras hablaba el Presidente y la tensión se sintió durante todo el discurso.
Un rato antes los socios de la Rural habían ovacionado al ministro Cavallo. Después lo aplaudieron al presidente Menem y con algo menos de entusiasmo al secretario de Agricultura, Felipe Solá.
Mientras tanto, algunos ruralistas reconocían que la crisis los obligó a cambiar el tren de vida. Pero eran los menos. La mayoría de los que estuvieron ayer en Palermo son productores poderosos. "Pero nuestros chacareros que están mirando el acto por tevé, ni siquiera tienen para el boleto", se quejó el cooperativista Leónidas Gassoni de Coninagro, ante el ministro de Educación, el pampeano Jorge Rodríguez. A su lado asentía Arturo Navarro, de Confederaciones Rurales.
El paquete que recibió el campo significa una transferencia de recursos desde el gobierno central y las provincias. La cifra es ilustrativa: 800 millones de dólares. Pero como no conforma a todos (principalmente a los más chicos que siguen con la soga al cuello) se intuía que algo podía pasar. El camionetazo del 27 de julio ya había dado la voz de alarma. Por las dudas, el Gobierno mandó ayer una guardia disuasoria, que eran demasiados, en opinión de los mismos funcionarios. "Hay hasta policías disfrazados de escobas", se le escapó a Jorge Ingaramo, segundo de Agricultura.
Antes y después de los incidentes el clima en el palco principal parecía una versión de la vida color de rosa. Nadie lo había imaginado así en las vísperas y lo dio a entender claramente Felipe Solá, cuando terminó su discurso: "Agradezco emocionadamente el respeto con que me escucharon".
María Julia Alsogaray llegó acompañada de su mamá y de su papá. Luego se sentó casi al lado de su adversaria Adelina Dalesio (con tostado caribe), sólo separada por Carlos Vladimiro Corach, el secretario de Legal y Técnica de la Presidencia. Juan Llach, el segundo en el equipo de Cavallo, conversaba animadamente con Álvaro Alsogaray, y el mismo Cavallo, con Eduardo Menem.
Las mujeres se fueron onda sencilla. "Esta vez no daba como para venir con sombreros", se justificó Teresita Solá. A Sonia Cavallo se la vio durante el espectáculo entusiasmadísima cantando la "Marcha de San Lorenzo".
Lo más novedoso fue el discurso de Eduardo de Zavalía, el presidente de la Rural. Además de pedirle cosas al Gobierno se las pidió a su propia clientela. Hizo suya una declaración de la Sociedad Rural de Rafaela, pobre entre las pobres, y llamó a trabajar en el campo diez horas por día.
En ese momento la mueca de insatisfacción de Horacio Gutiérrez, cabañero de Aberdeen Angus y ex presidente de la SRA, dio a entender que el mensaje no era bien recibido por algunos. Guillermo Alchouron, devenido en candidato a diputado, daba muestras en sentido contrario.
Pero todos aplaudieron cuando De Zavalía se quejó porque aún con tasa reducida, el impuesto inmobiliario mantiene su progresividad y pagan más los que más campo tienen. Lo aplaudió con fervor Francisco Ramos Mejía, con establecimientos en la provincia de Buenos Aires.
Por el palco principal también se coló la Rural privada. El espectáculo con los artistas (Los Chalchaleros, Domingo Cura, Julia Elena Dávalos) y los caballos criollos lo financió de su bolsillo Raúl Moneta, presidente del Banco República, vicepresidente del conglomerado industrial del Citibank y el hombre que le prestó la plata a esta entidad para que compre el predio de Palermo.
Del lado industrial la presencia fue rala. Quizá porque no los tuvieron en cuenta en las últimas medidas. Asistieron Jorge Blanco Villegas, de la UIA, Oscar Vicente, de Pérez Companc, Alejandro de Achával, de Ipako y Pascual Mastellone, de La Serenísima.
Algunos fueron con segundas intenciones. Alberto Álvarez Gaiani, de la COPAL (que agrupa a las alimentarias), llevó una carpeta con pedidos bajo el brazo: "Aprovechó para dejársela al edecán presidencial".
Fuente: Clarín, domingo 15 de agosto de 1993, p. 3.
Ah, que nadie se moleste en averiguar. Ni esa noche ni las siguientes hubo ningún cacerolazo en repudio a las agresiones sufridas por el productor Negri y los periodistas. Quizás eran parte del precio que la sociedad debía pagar por la "estabilidad del modelo".