jueves, abril 02, 2015

A la altura de un poroto



El 29 de marzo se cumplieron 53 años del derrocamiento del presidente Arturo Frondizi por las Fuerzas Armadas. Un aniversario más de otro de los tantos golpes de Estado que supimos padecer, si no fuera porque justo en estos días recordé un episodio ocurrido pocos meses antes del golpe. Eran tiempos en que el gobierno de John F. Kennedy presionaba diplomáticamente a los países miembros de la OEA para lograr la expulsión de la Cuba revolucionaria del sistema interamericano. El gobierno de Frondizi era reacio a aceptar las presiones del Norte, invocando los principios de no intervención y autodeterminación de los pueblos. Claro que también debía soportar la oposición de las FF.AA. vernáculas, que ya por entonces se consideraban defensoras del "mundo libre" contra la amenaza hemisférica del "castrocomunismo". En ese contexto...

"(...) Así se daban las cosas en la Argentina, donde, en un clima de guerra fría en el que individuos sospechosos y agentes de informaciones extranjeros conspiraban de común acuerdo con militares de honor quisquilloso, parecía que todos los golpes contra el gobierno estaban permitidos.
En octubre de 1961, un exiliado cubano, Frank Díaz Silveira, presentó a la prensa las fotocopias de ochenta y dos notas diplomáticas confidenciales de la cancillería cubana dirigidas al encargado de negocios cubano en Buenos Aires. Esas notas, escritas con claridad, daban cuenta de contactos mantenidos con altos funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores argentino, emitían juicios sobre el personal militar y los jefes del ejército y ¡daban la impresión de que Cuba conspiraba para derrocar al gobierno argentino! "La publicación de los documentos, - escribía el corresponsal de La Nación en Nueva York - es probable que induzca a la Argentina... a romper con La Habana" (La Nación, 1° de octubre de 1961). El procedimiento era bastante grosero y los textos parecían redactados por propagandistas especializados en anticomunismo.
El gobierno desbarató fácilmente la maniobra. Aceptó examinar los originales, solicitándolos a los exiliados cubanos; el grupo de Miami que había presentado las ochenta y dos fotocopias, terminó por entregar treinta y dos originales que, en lo esencial, no coincidían con los documentos recibidos. Se llamó en consulta a expertos militares de los servicios de informaciones, los que descubrieron un documento falso. La cancillería decidió cerrar el expediente y dar por concluido el asunto. Pero el mal estaba hecho, principalmente en el ejército donde se daba mucho crédito a los cubanos "partidarios de la libertad", escapados del "infierno castrista" que el gobierno había tratado con cierta desenvoltura, para cubrirse, y sin ir al fondo de la cuestión. (...)"

Alain Rouquié, Poder Militar y Sociedad Política en la Argentina - II - 1943-1973, Ed. Emecé, 5a. ed., 1983, pp. 183-184.


Quizás la ausencia de los militares como actor político sea una de las razones que llevan a quienes en la actualidad recurren a este tipo de operaciones a multiplicar su estrépito mediático, a modo de compensación. El problema que tienen es que también se amplifica su inconsistencia y su ridiculez, como bien lo muestra esta nota. Con lo cual, frente a lo que estamos viendo hoy día con la nueva saga difundida por el dúo Veja-Clarín, la historia de los "documentos cubanos" de la época de Frondizi queda ahí donde dice el título.