martes, septiembre 30, 2008

El hit del momento

Es ineludible, hay que ocuparse de la más candente actualidad.


miércoles, septiembre 24, 2008

Mangoré

La entrada anterior empezó dedicada al Paraguay y terminó derivando hacia territorios impensados. Para compensar, aquí va algo que nos dejó hace 80 años el genio guaraní de la guitarra, Agustín Barrios.


lunes, septiembre 01, 2008

Voz de la Patria Grande



No faltaron las referencias históricas en el discurso de asunción del nuevo Presidente de la hermana República del Paraguay, Fernando Lugo. Que me hicieron reflexionar sobre las distintas visiones de la Historia y su papel en la identidad y la conciencia nacional de nuestros pueblos. Al inicio de su discurso, el ex obispo pronunció estas palabras:

"(...) En cada milímetro de nuestro ser hoy bulle una convocatoria: reconstruir el sueño de José Gaspar Rodríguez de Francia, desde el mérito de la solidaridad, la equidad social y la identidad que nos abraza.

Pese a que los tiempos que corren se obstinan en demostrarnos que el pasado es una construcción sin implicancias para el devenir; nosotros queremos encontrar sus valores y sus signos para que en la semiótica del futuro se encuentren nítidas las motivaciones que claman por un mañana que reitere los logros y no repita sus errores.

En Paraguay queremos retomar ese nítido mensaje de los López para sumar a nuestra nación al desarrollo de sus potencialidades humanas, productivas y estratégicas. (...)"

El recuerdo del doctor Francia por parte de Fernando Lugo contrasta con la visión de ese gobernante que suele ofrecer la historiografía oficial argentina. Por ejemplo, en una obra no demasiado antigua puede leerse lo siguiente:

"(José Gaspar Rodríguez de Francia (1776-1840)) (...) se hizo designar Dictador Perpetuo en 1816 y gobernó con mano férrea hasa su muerte en 1840. Suprimió las libertades públicas y mandó ejecutar a sus opositores cruelmente. La clase dirigente fue exterminada y sometida. En el ejército nadie podía superar el grado de capitán y nunca permitió más de diez. Se hacía llamar el Supremo y se convirtió durante 25 años en el amo absoluto del país. En sus manos estaba el comercio de la madera, antes en poder de españoles y criollos ricos, también del azúcar, tabaco y yerba mate. Era soltero y vivía solitario en el palacio de Asunción rodeado de libros y mapas. Quitó la autonomía a la Iglesia y ocupó los conventos. Clausuró al país en forma total, nadie podía entrar ni salir sin su permiso. Cuando salía por las calles todo el mundo debía descubrirse a su paso. (...)
(Historia Argentina - Tomo 4, supervisión y dirección Prof. Vicente Gesualdo, Ediciones Océano, Buenos Aires, 1984, p. 725.)

Claro que otros argentinos se fijaron en otros aspectos del Paraguay de esa época:
“Es un hecho comprobado que en el Paraguay, durante y después del Gobierno del doctor Francia, era raro encontrar quien no supiera leer y escribir. En toda villa o aldea, los tres edificios que primero se construían por el Estado, y estaban frente a la plaza, eran la iglesia, la comandancia militar y la escuela.”
(Lucio V. Mansilla, “Entre-Nos", T.II, p.3, pie de página; tomado de esta fuente.)

En cuanto a los López, sobre Carlos Antonio no hay mayores discrepancias sobre sus cualidades de gobernante. En cambio sobre su hijo el Mariscal Francisco Solano López, es difícil decir algo positivo sin que el diario fundado por Bartolomé Mitre salga con los tapones de punta.

En realidad y muy lejos de intentar reavivar las polémicas sobre Solano López, la guerra del Paraguay, etc., quiero que lo anterior sirva de introducción a algunos fragmentos de los escritos del mayor pensador argentino del siglo XIX a propósito del conflicto.

"La política actual del general Mitre no tiene sentido común si se le busca únicamente por su lado exterior. Otro es el aspecto en que debe ser considerada. Su fin es completamente interior. No es el Paraguay, es la República Argentina. Y éste es el punto donde la lucha preocupa absolutamente nuestra atención.

No es una nueva guerra exterior: es la vieja guerra civil, ya conocida, entre Buenos Aires y las provincias argentinas, si no en las apariencias, al menos en los intereses y miras positivos que la sustentan.

¡Pero cómo! -se dice a esto- ¿no está ya reestablecida la unión de la República Argentina? ¿No ha contribuido la misma guerra a estrechar y convalidar esa unión? Eso dice Mitre, bien lo sé; veamos lo que hace en realidad.

¿Qué unión quiere para los argentinos? La unión en el odio contra el amigo que ahora cinco años puso en paz honorable a Buenos Aires vencida con las provincias vencedoras. Por el general (Francisco Solano) López, como mediador está firmado el convenio de Noviembre que es la base de la organización actual de la República Argentina.

Los que hallaron preferible la mediación del Paraguay a la de Francia e Inglaterra, son los que llevan hoy a la guerra a ese pueblo a título de ¡bárbaro!

(...) El que entregó la provincia de Corrientes a los brasileros para que emplearan como una batería contra el Paraguay es, en efecto, el que ha traído a los paraguayos en el suelo argentino.

¿Cuál es la unión que el patriotismo del general Mitre evita con el mayor cuidado en medio de la crisis actual? La unión de los argentinos en el goce de la renta de diez millones que todos ellos vierten en su aduana de Buenos Aires. El frenesí de amor por la República Argentina no va hasta devolverle sus diez millones de pesos fuertes.

La unión decantada deja en pie toda la causa de la guerra civil de cincuenta años, a saber: la renta de las catorce provincias invertida en la sola provincia de Buenos Aires.

(...) Puesta la cuestión en este terreno, que es el de la verdad por todos conocida, se comprende bien por qué Corrientes y Entre Ríos están con el Paraguay, no con el Brasil; y por qué hay argentinos que están con esas provincias y no con Buenos Aires, en la lucha.

(...) El Paraguay es atacado como bárbaro porque coincide con Inglaterra y con Francia en estos dos deseos: la libertad de los afluentes del Plata y la independencia oriental como garantía de su libertad.

(...) Es un hecho innegable que en 1814 el doctor Francia intentó abrir relaciones directas de comercio con Inglaterra (...) como modo de escapar a la acción aislamentista de Buenos Aires. (...) En 1823 repitió el doctor Francia la misma tentativa (...), y como la anterior, quedó sin resultado. (...) Dios me libre de absolver al doctor Francia; digo solamente que su dictadura fue un resultado, no una causa; y que la causa que creó esa dictadura es la misma que engendró la del general Rosas, a saber: la congestión morbosa o enfermiza de la vitalidad de vastos países en una provincia, en una ciudad, en una mano (...)

El Paraguay convertido en soldado, su suelo en ciudadela, las costas de sus ríos en baterías inexpugnables no pensando sino en la guerra, ni sabiendo hacer otra cosa que pelear heroicamente, es el resultado lógico de la política que, desde 1810 hasta 1865 ha sido una protesta y una amenaza constante contra la independencia de su república y su derecho natural a comunicarse con el mundo por sí misma y sin sujeción a los que han querido imponérsele como su órgano forzoso y violento."

(Juan Bautista Alberdi, "La guerra del Paraguay", Hyspamérica, Buenos Aires, 1988, p. 139/146, en Documentos para la Historia Argentina Nº 8, Departamento de Historia del Colegio Nacional de Buenos Aires y Página/12, 1999.)


Algo de razón debía tener Alberdi. Al finalizar la guerra del Paraguay, y tras la cruenta "guerra de policía" llevada a cabo por el gobierno de Mitre contra los caudillos provinciales que se le oponían, la resistencia federalista a la hegemonía liberal de Buenos Aires había sido definitivamente derrotada.

(Como es habitual, un texto recomendable de consulta y referencia histórica en Internet es la Historia de las Relaciones Exteriores Argentinas disponible en el sitio del CEMA, en este caso el tomo VI. La ilustración es un cuadro de Cándido López.)


P.S.: el viernes 29 de agosto, aniversario del nacimiento de Alberdi, Norberto Galasso (lo lamento, Emilio) se refirió por radio Nacional al pensador tucumano. Cuando regresó de su largo exilio en 1878, Sarmiento lo recibió afectuosamente olvidando viejos enfrentamientos. En cambio, La Nación resucitó un texto juvenil en el que Alberdi había escrito "mazeta" por "maceta". Al enterarse, JBA le escribió a un amigo algo así: "Quisiera mirarlo a los ojos a Bartolomé y decirle: Guardaste la carta de un adolescente para injuriar a un anciano..."

No, si las miserias de la tribuna de doctrina vienen de lejos.