Aunque a algunos nos cueste entenderlo, todavía hay quienes creen en una Argentina paradisíaca previa a 1943. Hasta que llegó el peronismo, ese engendro nazifascistoide, a arruinarlo todo.
Qué mejor entonces, para aproximarnos a la verdad, que leer lo que escribió un antiperonista ilustre, el Dr. Alfredo L. Palacios.
"Un criterio equivocado e inhumano, y una política extraviada de los verdaderos intereses nacionales han conducido al país a una inflación ostentosa, en las grandes urbes, a costa del olvido de las condiciones de existencia de las provincias del interior, a la vez que a un refinamiento y selección de los ganados, junto a un empobrecimiento progresivo de la raza que ha poblado nuestro suelo y que con su abnegación y sacrificio ha cimentado y nutrido la grandeza de la Nación.
Esto no es una simple apreciación, ni una hipótesis aventurada: es un hecho consumado, difícil de corregir.
Frente a él, se levanta una perspectiva pavorosa: la del porvenir de innumerables pequeñuelos argentinos, tarados por las enfermedades que engendra la miseria y condenados a una existencia tan estéril como deleznable y dolorosa.
Hoy estamos a tiempo, todavía, si enfrentamos el problema con la urgencia angustiosa que requiere, de rectificar la orientación suicida en que se encuentran comprometidos la vida y el porvenir de nuestro pueblo.
Es preciso, para ello, que arranquemos a la servidumbre del hambre y de la ignorancia a las futuras generaciones de esos humildes argentinos que mañana pueden ser los defensores del sagrado patrimonio de nuestras libertades.
Es innegable ya, para todos, que la fuerza y la riqueza de un país se basa, más que en las fuentes naturales y en la extensión de sus tierras, en la cantidad y calidad de su elemento humano.
Nada vale la naturaleza si no existe quien la explote y la transforme, y nada vale la máquina siquiera, sin el hombre que ha de dirigirla.
No podremos ser jamás un pueblo grande, responsable y progresista si carecemos de ciudadanos íntegros, física y moralmente, que sean capaces de explotar nuestras ingentes riquezas y de administrar y defender el patrimonio de nuestra cultura hereditaria.
El lema proclamado por Alberdi y que ha inspirado hasta hoy nuestra política inmigratoria: 'Gobernar el poblar', hemos de corregirlo así: 'Gobernar es fortalecer, instruir y educar al ciudadano'.
Estamos en una época en que la brusca invasión de la mecánica en las producciones industriales y en las relaciones económicas va colocando a los pueblos en presencia de esta disyuntiva: educar a los hombres para que sean capaces de dirigir y manejar a la máquina, o conducirlos a la desocupación y el hambre para eliminarlos indirectamente.
Para esta última solución, que es absurda, aparte de que entraña la amenaza de hondas perturbaciones sociales, nosotros no tenemos ni siquiera la excusa del excedente de población.
Como ya he dicho otras veces, en esta noble tierra nuestra, el gran desocupado es el suelo.
Entre nosotros la máquina, si la sabemos utilizar en beneficio común, cumplirá eficazmente su misión de elevar al obrero, dándole la dignidad de administrador inteligente de las fuerzas naturales, y con ellos podremos realizar la maravilla de fertilizar nuestros desiertos.
Lograremos, de este modo, redimir a la tierra de su esterilidad, y de su dolor y su miseria, al hombre.
Para conseguirlo, sólo es necesario que procedamos con un concepto de economistas, sabiendo que el elemento humano es el fundamento de nuestra riqueza.
Disponemos de todos los recursos que se requieren para formar un pueblo eminente, poderoso, libre y próspero, que sea un ejemplo en el mundo.
Bastará para alcanzar el propósito superior de formar ese pueblo, que a su servicio pongamos el aliento generoso y el impulso constructivo y fraternal que reclama toda gran empresa."
Del libro El dolor argentino (1938). Citado en El desarrollo de las ideas en la sociedad argentina del siglo XX de José Luis Romero, Ediciones Nuevo País - Biblioteca Actual, 1987, pp. 175-176.
De paso, si alguien piensa que este texto no tiene nada que ver con la actualidad, puede darse una vuelta por acá.
Ah, Manolo, gracias por esto. Y lo prometido es deuda.