domingo, febrero 26, 2012

Decisiones


Uno esperaba que jamás ocurriera, pero intuía que algo como la tragedia ferroviaria de la estación Once podía pasar en cualquier momento (y si hay alguna duda, leer esto de hace exactamente un año). Había una bomba de tiempo que finalmente estalló en las manos de este Gobierno, que no es de los principales responsables (o culpables) del deterioro y desguace de los ferrocarriles pero tampoco llevó adelante un plan estratégico para revertirlo.

No creo en la necesidad de sacrificar chivos expiatorios, sea un Secretario de Transporte que ofrece explicaciones lamentables o cualquier otro, ni tampoco en la de tomar decisiones a las apuradas que sirvan solamente para "salvar la cara" sin resolver los problemas de fondo. Sí creo que es hora de terminar con un estado de cosas que así como esta semana provocó 51 víctimas fatales (y más de 1400 desde el inicio de la concesión a TBA) puede llevar a desastres todavía peores.

Por supuesto, no es solamente el servicio de trenes suburbanos el que está colapsado sino el sistema de transporte de todo el país. Pensemos que cada dos o tres días mueren en calles y rutas de la Argentina un número de personas similar al de las víctimas fatales de Once. Por eso es imprescindible y urgente una reconstrucción integral del sistema ferroviario, tanto el de transporte de pasajeros como el de carga. Algo de lo que me ocupé aquí, con cierto optimismo.

Pese a mi veneración por alguien como Raúl Scalabrini Ortiz, tampoco creo que hoy sean posibles soluciones mágicas del tipo "estatización ya". Este post de Antonio el Mayolero es ejemplar en su descripción del problema, tanto en el deterioro en infraestructura y material rodante como en la falta de personal capacitado, tanto en los aspectos técnicos como de dirección, así como las sumas enormes que requeriría volver a poner la red ferroviaria en condiciones aceptables. Tampoco se trata de volver a circunstancias que llevaron al deterioro que justificó para gran parte de la sociedad el desguace neoliberal.

Juan Carlos Cena ha sido ferroviario, militante de la Resistencia Peronista y autor del libro "El ferrocidio", muy recomendable para enterarse de la historia de la destrucción planificada de los trenes en la Argentina, empezando por el Plan Larkin-Acevedo de la época de Frondizi, siguiendo con la "racionalización" del Proceso, culminando con la liquidación de la década del '90 y llegando hasta los últimos años, en los que la política consistió a lo sumo en emparchar y tapar agujeros, sin que se encararan soluciones de fondo y con concesionarios que no ofrecen un servicio de acuerdo con los cuantiosos subsidios que reciben. Quizás lo que le falte al emotivo relato de Cena sea mencionar el apoyo explícito o la resignación con que gran parte de nuestra sociedad aceptó el desguace de los trenes y del Estado en general, bajo la influencia de hábiles comunicadores como el recordado Bernardo Neustadt o el todavía presente Mariano Grondona. Ayer escuchaba un audio de José Alfredo Martínez de Hoz que siendo ministro de Economía, exhibía como grandes logros los miles de kilómetros de ramales levantados, los cientos de estaciones cerradas, los miles de trabajadores del riel despedidos... Podrá argüirse que eso fue durante una dictadura genocida, pero acaso la mayoría de la sociedad reaccionó ante el "ramal que para, ramal que cierra" de los '90 (en el que sindicalistas como el hoy preso José Pedraza fueron cómplices y beneficiarios)?

Desde ya, nada puede eximir de responsabilidad a los funcionarios actuales, si se comprueba que faltaron a sus obligaciones de controlar el servicio y exigir a los concesionarios una prestación adecuada y segura. Y tarde o temprano, habrá que tomar decisiones que vayan al fondo de la cuestión. Aunque algunos intereses se vean perjudicados.

Es muy recomendable la columna de Carlos Leyba en la última edición de Debate. Pero no es la primera vez que el economista advierte sobre una de las características malsanas de la etapa actual. En 2009 escribió:

La característica central heredada de los noventa es que el Estado (por venta, desregulación, ausencia de programación, etcétera) fue reemplazado por sus concesionados. El patrón de nuestra economía está moldeado por la economía de los concesionarios. Esa “subclase” (¿se acuerdan de la Patria Contratista?) conforma una nueva oligarquía que, más allá del daño para el conjunto de la sociedad, era compatible con aquella economía mundial en expansión. Difícilmente lo sea con la economía mundial que viene. Y esto implica que su especial situación, que va a defender a capa y espada -esa sí que destituye al Estado cada día- nos va a costar más, porque las anteriores productividades excedentes van a ser menos holgadas para financiarla. Prueba de su habilidad y capacidad de penetración es que los nuevos oligarcas rodearon, en exclusiva, en una cena íntima a Bill Clinton junto al matrimonio Kirchner. Señalaron públicamente dónde se radicó el poder económico real y lo que están dispuestos a mover para mantenerlo. Es que la renta petrolera, minera, los servicios públicos (de las carreteras a los bancos), otrora en manos del Estado, representan hoy una masa de recursos que, aplicados a la transformación productiva, forjarían otro patrón de desarrollo de la economía nacional.

Claro que acompañar en una cena no implica subordinación política, y el Gobierno actual ha mostrado recientemente intenciones de intervenir por ejemplo en el área petrolera, lo que los medios opositores llaman "embestida contra las empresas". Espero que demuestre una voluntad similar o mayor en el tema ferroviario. Por mí, si es en favor del interés público, que embista todo lo que tenga que embestir.

La foto que abre el post recuerda el 1º de marzo de 1948, día en que el Presidente Juan Perón concretó la nacionalización de los trenes. No se trata de retroceder en el tiempo, sino del deseo de que los ferrocarriles vuelvan a darnos la ocasión de una fiesta popular, en vez de nuevas tragedias.


P.S.: También vale la pena leer la columna de hoy de Alfredo Zaiat en Página/12, donde entre otros temas trata sobre la experiencia británica de reversión de otra privatización fracasada.

miércoles, febrero 22, 2012

Cosas del Brujo

Hace poco Hugo Presman reflotó en su blog un post que trata de manera exhaustiva el tema oscuro e ingrato de la relación entre Perón, López Rega y la represión ilegal durante el tercer gobierno peronista. Creo que esto hace a un debate que no hay que rehuir, pero también que hay que ampliar ese debate a toda el contexto político y económico de la época, tanto nacional como internacional. Quizás esa ampliación, más que para encontrar respuestas, sirva para hacerse otras preguntas no tan frecuentadas (aunque también habrá que estar atentos a la eventual desclasificación de información que aquí menciona Manolo). Y también, porque hechos recientes como la entrevista de Cambio 16 al ex dictador Videla (por nauseabunda que sea) exigen no "hacerse el burro".

Como un aporte en ese sentido, recurro nuevamente al libro "El Rodrigazo, 30 años después - Un ajuste que cambió al país" (del que ya me ocupé aquí). El primer fragmento trata sobre la situación tras el triunfo de Perón en las elecciones de septiembre del '73, y el segundo sobre la etapa anterior al Rodrigazo, luego de la muerte de Perón y el desplazamiento de José Ber Gelbard del Ministerio de Economía.


"Gelbard, que seguía en el gobierno, decía: "Todas las corrientes ideológicas nos apoyan ahora. Aun aquellas que piensan que la sociedad debe transformarse totalmente". No quería el ministro que ni la ACIEL ni Montoneros o el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) entorpecieran su acción. Pero la violencia iba a ir creciendo paso a paso. En medio de ese breve proceso, se produjo un hecho que marcó a fuego la etapa: ese mismo septiembre Montoneros mató a José Ignacio Rucci, el metalúrgico jefe de la CGT, con lo que se abrió una distancia ya entonces irreductible entre esa organización y el nuevo gobierno. En noviembre de 1973, con un atentado contra el radical Hipólito Solari Yrigoyen, debutó la Alianza Anticomunista Argentina, la Triple A, fogoneada por López Rega.Y en enero de 1974 el ERP atacó el Regimiento de Caballería de Azul.

Como después se comprobaría, desde la propia intimidad del matrimonio Perón, López Rega iba anudando los eslabones para conformar su proyecto de un "peronismo próximo y a la vez ajeno a Perón", como definió un colaborador del equipo económico. Para llevarlo adelante eligió como enemigo a la izquierda peronista para, desde esa disputa, construir su propio espacio de poder. La muerte de Rucci fue el elemento que le facilitó el acercamiento al sindicalismo y la conformación de un frente único entre el peronismo ortodoxo, la burocracia sindical y el gobierno por él representado. El lopezrreguismo empezaba a disputarle al equipo económico su aliado principal: la CGT, con la que sin embargo rompería en 1975, sobre todo por el Rodrigazo."(...)
(p. 36-37)


"Mientras Gómez Morales cumplía la misión de desmantelar la estructura de poder vigente a la muerte de Perón, López Rega empezaba a tejer un plan de cinco puntos con el que intentó seducir a las Fuerzas Armadas. Era la forma de responder al clima de incertidumbre y a la conjetura de que, tras la muerte de Perón, sobrevendría inevitablemente un golpe militar. En vez de que el peronismo, que parecía anestesiado, enfrentara ese cuadro fortaleciendo una estructura propia, el hombre que dirigía su gobierno le proponía "un pacto" a la eventual fuerza de ocupación.

Era lógico, entonces, que el nuevo sesgo programático de derecha y con rasgos marcadamente autoritarios en su aplicación cosecharan un inicial consenso en los círculos castrenses (Di Tella, 1986). En particular, porque este nuevo programa planteaba otro tipo de alianza social y enfrentaba, justamente, a vastos sectores que habían aportado su apoyo e incluso su protagonismo en la etapa anterior, hasta la muerte de Perón (sindicatos, pymes y partidos políticos chicos habían formado parte del FREJULI o se habían sumado con posterioridad), o bien habían acompañado el ascenso de Cámpora al gobierno y ya a partir de 1974 habían adoptado una postura de confrontación con el gobierno, como la Juventud Peronista, la Tendencia Revolucionaria, Montoneros o el sindicalismo combativo, todos sectores enemigos para el lopezrreguismo.

Los cinco compromisos básicos del plan de gobierno que el Brujo explicitó ante los jefes militares hacia fines de 1974 eran, según los relatara el futuro canciller de la década de 1990, Guido Di Tella, los siguientes:

- El compromiso de un nuevo y decidido esfuerzo por acabar con la así llamada subversión. como un "gesto" para obtener un mayor consenso de las Fuerzas Armadas, el ministro y hombre fuerte del gobierno propuso para hacer la "tarea" a los comandos de la Triple A, que al ejecutar el "trabajo sucio" le evitarían a los militares una intervención directa. En esa tarea abrevaban el coronel Jorge Osinde, los ex comisarios Juan Ramón Morales y Rodolfo Eduardo Almirón, los comisarios Alberto Villar y su subjefe Luis Margaride, el comisario Juan Gattei, el suboficial Miguel Ángel Rovira y otros personajes, más grupos de choque de la Concentración Nacional Universitaria (CNU), el Comando de Organización (CdeO) y los gremios más a la derecha del peronismo ortodoxo. En su momento el escritor y periodista Rodolfo Walsh denunció los contactos para esa tarea de la Embajada de EE.UU. conducida entonces por Robert Hill, y de la Agencia Central de Inteligencia de ese país, la CIA (Macchi y Kimel, 1995; Larraquy, 2004).

- La eliminación de la "infiltración izquierdista" en la educación en general y en la Universidad de Buenos Aires en particular. Para llevarlo adelante, se designó a Oscar Ivanissevich en Educación y a Alberto Ottalagano como rector, dos conocidos personajes de la derecha nacionalista, de línea dura y filonazis.

- Poner fin a las políticas económicas antiempresarias, nacionalistas y reformistas. El sentido de la nueva política económica sería operar un vuelco hacia el capital extranjero, la economía de mercado y la confianza en el capital privado como fuente de inversiones y desarrollo.

- Someter a los dirigentes sindicales, destituyendo a los más independientes y buscando su reemplazo por una jefatura gremial obediente.

- Pedir a los militares que, para viabilizar la aplicación de los cuatro puntos anteriores, abandonaran su neutralidad política y pasaran a una actitud de apoyo tácito. Ello se expresaría luego con la designación del general Numa Laplane, en mayo de 1975, como nuevo comandante en jefe en reemplazo de Leandro Anaya, cuya designación ya había supuesto una "profesionalización" de la fuerza cuando sustituyó a Jorge Carcagno, quien había sido impulsado por Cámpora en los acuerdos de Madrid con Perón.

Incluso renunciado López Rega, en noviembre de 1975, enviaría a dos de sus compañeros, Carlos Villone (quien lo sucedió por pocos días en el Ministerio) y José Miguel Vanni, a negociar con el jefe de la Marina, Emilio Massera, también vinculado a la P2. Pero la desconfianza de las FF.AA. hacia el Brujo ya era muy marcada y la idea de un pacto volvió a naufragar (Larraquy, 2004).

El plan que describió Di Tella fue el anuncio de lo que se venía, un adelanto de lo que pocos meses después los militares convertirían en un programa de largo plazo bañado con la sangre de sus adversarios. "Esa minoría esotérica fue partícipe necesario y promotora ideológica del golpe de 1976. Su visión del mundo era la misma que la de sus posteriores verdugos. El método criminal de la represión fue prologado por la Triple A" (Leyba, 2003). Bajo estos rasgos admonitorios del plan puesto en marcha por Isabelita y López Rega, "la muerte de Perón -dice el mismo autor- adquiere el carácter de tragedia histórica".

La incapacidad de Gómez Morales para superar la crisis llevó a que los mismos sectores que habían impulsado su ascenso lo despidieran. Su gestión en Economía fracasó en su propósito de lograr un nuevo equilibrio económico, pero cumplió a la perfección el objetivo que por entonces ya se había planteado el bloque que desde el Ministerio de Bienestar Social dirigía López Rega. Como un caballo de Troya que en su interior llevaba a las tropas del esotérico ministro, Gómez Morales "atravesó la muralla del movimiento popular con una carga explosiva de liberalismo", dijo Leyba. El golpe liberal estaba en marcha.

López Rega no se detuvo a esperar los resultados de su "elegido" para conducir la economía. Imaginando una nueva estructura de poder ya sin la presencia de Perón, tendió puentes hacia el emblemático CEA, presidido por entonces por José Alfredo Martínez de Hoz. Los cambios económicos más trascendentes todavía estaban por darse con el desembarco de Celestino Rodrigo y Ricardo Zinn. Hasta ahí, apenas se estaba haciendo una "limpieza del camino"."
(p. 46-49)


Referencias:
- Di Tella, Guido (1983), Perón-Perón, 1973-76, Ed. Sudamericana, Buenos Aires.
- Larraquy, Marcelo (2004), López Rega. La biografía, Ed. Sudamericana, Buenos Aires.
- Leyba, Carlos (2003), Economía y política en el tercer gobierno de Perón, Ed. Biblos, Buenos Aires.
- Macchi, Rubén y Kimel, Eduardo (1995), 30 años de historia política argentina (1965-1995), Ediciones R.R, Buenos Aires.


Volviendo a lo que decía al principio, algunas preguntas que se me ocurren:
- El accionar del ERP y Montoneros, ¿no parece por momentos haber sido planeado por López Rega, Videla o la CIA?
- Más allá de la inexcusable responsabilidad en la violencia de las cúpulas guerrilleras, el peronismo "que se quedó en la Plaza", ¿no tuvo nada que ver en la debacle que llevó al golpe del '76? Los peronistas que acataron la "verticalidad", ¿no vieron cómo desde la cúpula misma del gobierno de Isabel Perón se iba desmantelando todo lo que Perón había construido? ¿O el terror que caracterizó a la época los paralizó a todos? Dudas que me surgen, sobre todo después de leer la nota de Julio Bárbaro comentada por Abel.
- ¿Tiene algún sentido sostener que López Rega fue solamente un ejecutor de los deseos ocultos de Perón? ¿Y no hay un hilo conductor que lleva desde el Brujo al menemismo (o al peronismo, da igual) de los '90?


P.S.: como punto de coincidencia con José Pablo Feinmann, rescato estas notas suyas sobre la columna que escribió Mariano Grondona en 1974 dedicada a López Rega, "Meditación del elegido".

viernes, febrero 17, 2012

Caseros

Se cumplieron 160 años de la batalla de Caseros, uno de los hechos cruciales de nuestra historia. Y pese al reciente revuelo en torno al "revisionismo" o a la mención que del hecho hizo hace poco la Presidenta, el aniversario no tuvo gran repercusión en los medios masivos ni en los blogs.

Uno tiende a recordar hechos que todavía sublevan la conciencia, tales como la ejecución por las tropas urquicistas de prisioneros indefensos, que luego fueron colgados en los árboles de nuestros hoy día tan concurridos bosques de Palermo. O la muerte a mansalva del heroico Martiniano Chilavert, ex-unitario y jefe de la artillería rosista. O que el desfile triunfal de las tropas brasileñas por las calles de Buenos Aires se efectuara el día 20, para que el Imperio lavara con esa humillación a la Confederación Argentina la derrota sufrida 25 años antes en Ituzaingó.

De todos modos, para no reavivar polémicas interminables prefiero traer aquí un aporte más bien desapasionado y que pone a Caseros en un contexto histórico político-económico más general. Se lo debo a una publicación del recordado Centro Editor de América Latina.


La batalla de Caseros

"El 3 de febrero de 1852 se libra la batalla de Caseros, hecho político que se inscribe dentro del juego de los intereses regionales de la Confederación Argentina y dentro del marco más amplio de la diplomacia sudamericana y europea.

Hacia 1840 comienzan a producirse en la economía del litoral cambios profundos que responden - a causa de la estructura dependiente de nuestro país - a modificaciones en el ámbito de la producción de Inglaterra. Va cambiando paulatinamente la orientación de la ganadería que responderá a las necesidades de la industria textil inglesa abasteciéndola de materia prima: la lana. Un sector de la ganadería argentina se orientará hacia la cría del ovino, lo que trae aparejado un proceso de modernización en la producción pecuaria, principalmente con la introducción del alambrado y la mestización del ganado. A la producción de lana se suma la grasería que valoriza aún más al ovino.

Como consecuencia de este proceso se produce una escisión dentro del grupo ganadero: un sector no se sumó a la nueva corriente del comercio internacional, el de los saladeristas ligados al mercado europeo por la exportación de cueros pero sobre todo a Brasil y Cuba a través del tasajo. El otro grupo en cambio integrado por los criadores de ovinos, buscaba una nueva apertura al intercambio con Inglaterra. A este conflicto se agregan los producidos por las diferencias regionales ya que los ganaderos de Entre Ríos y Corrientes - saladeristas y laneros - veían obstaculizada la salida de su producción a causa del monopolio del puerto y la aduana de Buenos Aires y el control de la navegación de los ríos interiores.

Inglaterra alentó estos cambios, impulsando la ampliación del comercio mediante la libre navegación de los ríos interiores como lo demostró el bloqueo anglo-francés de 1845. Su intervención en Caseros no fue directa, pero fue la más beneficiada por sus consecuencias.

La política exterior de Brasil estaba encaminada a sostener su hegemonía en América del Sur. Para ella era un obstáculo la influencia creciente de la Confederación Argentina así como los proyectos de Rosas de recuperar Uruguay y Paraguay para las Provincias Unidas. El rol de submetrópoli continental fue respaldado por las finanzas de la City. El Imperio para asegurar su victoria mueve distintas piezas: el reconocimiento de la independencia del Paraguay - para garantizarse el apoyo o al menos la neutralidad de López -; los tratados con el gobierno de Montevideo, que respaldaban la invasión a la Banda Oriental derrotando a las fuerzas de Oribe; y el acuerdo con Urquiza. A esto se suma el apoyo indiscriminado de los unitarios argentinos dispuestos a cualquier alianza para despojar a Rosas del poder. Además dentro de la provincia de Buenos Aires los sectores orientados hacia las nuevas corrientes económicas se vieron enfrentados a los saladeristas liderados por Rosas; y esto explica por qué gran parte de la clase terrateniente no apoyó al Restaurador en Caseros.

En cuanto a las provincias de la Confederación, aunque se opusieron en forma unánime a la traición de Urquiza, no se movilizaron para defender al gobierno rosista, ya que éste no llevó a cabo la política aduanera fijada por la ley de 1835 que hubiera asegurado su apoyo. También hay que señalar que la no concreción de los postulados del Pacto Federal de 1831 desalentó a los gobiernos del interior y fue el argumento fundamental que esgrimió la provincia de Entre Ríos en su ofensiva contra Buenos Aires.

Todo esto explica que la derrota de Rosas en el momento culminante de su carrera política haya sido una tarea fácil para sus opositores.

¿Cuáles fueron las consecuencias de Caseros? Este enfrentamiento regional y económico tuvo consecuencias políticas de gran trascendencia. Los intereses del litoral y la lana respondían a la división internacional del trabajo, producto del desarrollo del capitalismo inglés. Lo que posibilitó la derrota de Rosas fue el no haber presentado una alternativa clara para el desarrollo independiente de la economía nacional. Sus triunfos diplomáticos y su oposición a las pretensiones anglofrancesas carecieron del respaldo de un proyecto más amplio para superar la economía colonial independientemente de la metrópoli."

Documentos de Polémica Nº 33, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1973. Introducción a la selección de documentos por María Inés Barbero y Amalia Moavro.


Ignoro si después de esto Pacho me invitará a integrarme al Instituto de Revisionismo Histórico Manuel Dorrego. Pero ojalá que no sea así, no me gustaría ser fulminado por los Dioses del Olimpo de la Historia Oficial.

lunes, febrero 13, 2012

La raposa

No sé por qué se me ocurrió vincular hechos tan disímiles como el reclamo del Gobierno argentino por nuestras Islas Malvinas y la búsqueda de justicia de los familiares de las víctimas del franquismo en España. O también, la protección que en su momento le dio el gobierno de Su Majestad Británica a Augusto Pinochet.

Quizás fue porque recordé el poema La insignia que escribió León Felipe en 1937, en plena Guerra Civil Española y cuando la Alemania nazi y la Italia fascista hacían de España su campo de pruebas. Un poema estremecedor, en buena parte dedicado a la Pérfida Albión (calificativo que no inventamos los argentinos). Por ejemplo, en versos como estos:

Abajo quedas tú, Inglaterra,
vieja raposa avarienta,
que tienes parada la Historia de Occidente
hace más de tres siglos
y encadenado a Don Quijote.
Cuando acabe tu vida
y vengas ante la Historia grande
donde te aguardo yo,
¿qué vas a decir?
¿Qué astucia nueva vas a inventar entonces
para engañar a Dios?
¡Raposa!
¡Hija de raposos! (...)

Eres la vieja portera del mundo de Occidente,
tienes desde hace mucho tiempo las llaves
de todos los postigos de Europa
y puedes dejar entrar y salir a quien se te antoje.
Y ahora, por cobardía, por cobardía nada más,
porque quieres guardar tu despensa
hasta el último día de la Historia,
has dejado meterse en mi solar
a los raposos y a los lobos confabulados del mundo
para que se sacien en mi sangre
y no pidan enseguida la tuya.
Pero ya la pedirán,
ya la pedirán las estrellas...

jueves, febrero 09, 2012

Más tristes que nunca




Gracias y hasta siempre, Flaco.


P.S.: Pido permiso a Willie Campins para transcribir estas palabras que me llegaron de él, dedicadas a Luis.

Mientras oigo "Ella también", me acuerdo de esos años oscuros en los que escuchábamos esa canción y era como un bálsamo para el bajón. Era saber que estábamos todos ahí presentes, compartiendo eso, esa cosa indefinible del flaco, que ponía una nota con la garganta, meneando un poco la cabeza, pero no demasiado como para no pifiarle al SM58, y te atravesaba el cuore, aunque no dijera nada, o aunque uno no entendiera qué carajo había querido decir, o aunque él mismo no hubiera entendido nada, pero no le importaba, porque las palabras sonaban bien. O te atravesaba con esas frases que plantean más preguntas que respuestas: "deambulan los perros en busca de agua", o cuando gritaba al borde de la rotura, "se durmióooo", o esas frases que lo dicen todo: "aunque se pudra mi boca por callar". Y nos acompañó en esos años oscuros, y en esos años eléctricos y duros, gritándonos detrás de los anteojos desde el escenario, enojado, molesto con él y con el mundo en un momento, amoroso y de una dulzura increíble en el siguiente, y ya más viejo y sabio y blando, insondable, filoso y aterciopelado al mismo tiempo, un misterio del cielo...

El viaje recién empieza, Luis, ahora la canción llegó hasta el sol.

8 de febrero de 2012

sábado, febrero 04, 2012

Lectura recomendada

Luego del post anterior, un poco de ficción para pasar este caluroso verano sudamericano, o el crudo invierno que están sufriendo nuestros visitantes del Norte. Para el que no lo tenga (suele acompañar las ediciones de Fahrenheit 451), aquí está el cuento Y la roca gritó, de Ray Bradbury. Y acá, un pasaje algo particular.

"(...) El viejo tocó unos cuantos periódicos que llevaba en las rodillas.

-¿Leen periódicos? Por supuesto. ¿Pero los leen como yo? dudo que hayan descubierto mi sistema. Pero no, no lo descubrí yo. Más bien el sistema se me impuso. Pero luego de un tiempo vi que era un sistema inteligente.

Recibo siempre los periódicos con una semana de atraso. Todos nosotros, aquellos que tienen interés, reciben los periódicos con una semana de atraso, de la capital. Y esta circunstancia da a un hombre ideas claras.

Uno cuida sus ideas cuando lee un periódico viejo.

El marido y la mujer le pidieron que siguiese.

- Bueno -dijo el viejo.- Recuerdo cuando viví un mes en la capital y compraba el periódico todos los días. El amor, la ira, la irritación, la frustración me dominaban. Hervían en mí todas las pasiones. Yo era joven. Todo me sacaba de quicio. De pronto comprendí. Creía en todo lo que leía. ¿Lo notaron? ¿Notaron que uno cree en un periódico recién impreso? Esto ha ocurrido hace una hora, piensa uno. Tiene que ser verdad. -El viejo sacudió la cabeza-. Así que aprendí a retroceder y dejar que el periódico envejeciera y madurara. Aquí, en Colonia, observé que los titulares disminuían hasta desaparecer. El periódico de hace una semana... cómo, si hasta uno podría escupir en él, si quisiese. Es como una mujer que se amó una vez, pero uno ve ahora, días más tarde, que no es como uno creía.

Tiene una cara bastante común, y es tan profunda como un vaso de agua.

El viejo guiaba suavemente el coche, con las manos sobre el volante como sobre las cabezas de sus hijos, con cariño y afecto.

-De modo que aquí voy, de vuelta a mi casa a leer los periódicos viejos, a mirarlos de soslayo, a jugar con ellos.

Extendió un periódico sobre las rodillas, lanzándole de cuando en cuando una ojeada mientras conducía.

-Qué blanco es este periódico, como la mente de un niño idiota, pobrecito, se puede poner cualquier cosa en un sitio vacío como éste. Aquí, ¿ven ustedes? El periódico dice que todos los blancos del mundo han muerto. Tonterías. En este mismo momento hay probablemente millones de hombres y mujeres blancos dedicados a almorzar o cenar. Tiembla la tierra, se estremece el pueblo, la gente escapa gritando: ¡Todo se ha perdido! En la población siguiente, la gente se pregunta qué pasa, qué son esos gritos, pues han dormido muy bien esa noche. Ah ah, qué mundo complejo es éste. La gente no sabe qué complejo es. Para ellos es día o es noche. Los rumores corren deprisa. Esta misma tarde todas las aldeas que bordean el camino, detrás y delante de nosotros, están de fiesta. El hombre blanco ha muerto, dicen los rumores, y sin embargo aquí voy yo a la ciudad con dos que me parecen bien vivos.(...)"

viernes, febrero 03, 2012

De solo estar


A 50 años de su publicación, América Profunda de Rodolfo Kusch sigue siendo un libro provocador, iluminador y enriquecedor. Acercarse a la obra de Kusch requiere humildad y apertura mental, sobre todo para alguien criado en una educación racionalista, además de no poco esfuerzo cuando uno es un lego en antropología y filosofía (como es mi caso). A diferencia de tantos "pensadores" devenidos opinadores mediáticos de hoy día, Kusch fue a las fuentes de las antiguas culturas americanas, se empapó del "hedor de América" y a partir de ahí desarrolló su reflexión con una radicalidad y originalidad poco frecuentes. Su contraposición entre la cultura del ser, implantada desde Europa por la conquista y la inmigración, y la cultura del mero estar, propia de los pueblos de raíz andina, o su concepto de la fagocitación de lo blanco y europeo por lo indígena, única solución según él para la integración de las diferentes culturas en una auténtica identidad americana, son algunos de sus aportes fundamentales. Desde ya, algunas de sus posturas pueden parecer extremas y acá Graciela Maturo señala algunos matices al respecto (también es recomendable este artículo sobre Kusch de la misma autora).

Por otro lado, el pensamiento de Kusch parece apuntar a la raíz de fenómenos con los que seguimos conviviendo hoy día: el racismo urbano con su rechazo por la "piel originaria", el desprecio hacia las manifestaciones de cultura popular, o la dicotomía (o zoncera, según Jauretche) tan arraigada de "civilización o barbarie". Y también, el antiperonismo. Pero más que seguir hablando de Kusch, prefiero traer acá sus propias palabras.

"Cuando se sube a la iglesia de Santa Ana del Cuzco -que está en lo alto de Carmenga, cerca de donde en otros tiempos había un adoratorio dedicado a Ticci Viracocha- se experimenta la fatiga de un largo peregrinaje. Es como si se remontaran varios siglos a lo largo de esa calle Melo, bordeada de antiguas chicherías. Ahí se suceden las calles malolientes con todo ese viejo compromiso con verdades desconocidas, que se pegotean a las caras duras y pardas con sus inveterados chancros y sus largos silencios, o se oye el lamento de algún indio, el grito de algún chiquillo andrajoso o ese constante mirar que nos acusa no sabemos de qué, mientras todos atisban, impasibles, la fugacidad de nuestro penoso andar hacia la cumbre.

Todo parece hacerse más tortuoso, porque no se trata sólo del cansancio físico, sino del temor por nuestras buenas cosas que hemos dejado atrás, allá, entre la buena gente de nuestra ciudad. Falta aire y espacio para arribar a la meta y es como si nos moviéramos en medio del magma de antiguas verdades. Más aún, se siente resbalar por la piel la mirada pesada de indios y mestizos con ese su afán de segregarnos, como defendiendo su impermeabilidad.

De pronto se ve rezar a un indio ante el puesto de una chola, por ver si consigue algún mendrugo, o un borracho que danza y vocifera su chicha o un niño que aúlla, poseso, ante nosotros, junto a un muro. Entonces comprendemos que todo eso es irremediablemente adverso y antagónico y que adentro traemos otra cosa -no sabemos si peor o mejor- que difícilmente ensamblará con aquélla.

Y aunque entremos en la iglesia de Santa Ana, como quien se refugia en ella, siempre nos queda la sensación de que afuera ha quedado lo otro, casi siempre tomando la forma de algún mendigo que nos vino persiguiendo por la calle. Ahí está parado y nos contempla desde abajo, con esa quietud de páramo y una sonrisa lejana con su miseria largamente llevada, y quizás le demos una limosna, aunque sepamos que ella no cumple ya ninguna finalidad.(...)

Porque es cierto que las calles hieden, que hiede el mendigo y la india vieja, que nos habla sin que entendamos nada, como es cierta, también, nuestra extrema pulcritud. Y no hay otra diferencia, ni tampoco queremos verla, porque la verdad es que tenemos miedo, el miedo de no saber cómo llamar todo eso que nos acosa y que está afuera y que nos hace sentir indefensos y atrapados.(...)

Y el hedor de América es todo lo que se da más allá de nuestra populosa y cómoda ciudad natal. Es el camión lleno de indios, que debemos tomar para ir a cualquier parte del altiplano, y lo es la segunda clase de algún tren y lo son las villas miseria, pobladas por correntinos, que circundan Buenos Aires.

Se trata de una aversión irremediable que crea marcadamente la diferencia entre una supuesta pulcritud de parte nuestra y un hedor tácito de todo lo americano. Más aún, diríamos que el hedor entra como categoría de todos nuestros juicios sobre América, de tal modo que siempre vemos a América con un rostro sucio que debe ser lavado para afirmar nuestra convicción y nuestra seguridad. Un juicio de pulcritud se da en Ezequiel Martínez Estrada cuando expresa que todo lo que se da al norte de la pampa es algo así como los Balcanes. Y lo mismo pasaba con nuestros próceres, también ellos levantaban el mito de la pulcritud y del hedor de América, cuando creaban políticas puras y teóricas, economías impecables, una educación abundosa y variada, ciudades espaciosas y blancas y ese mosaico de republiquetas prósperas que cubren el continente.

La categoría básica de nuestros buenos ciudadanos consiste en pensar que lo que no es ciudad, ni prócer, ni pulcritud no es más que un simple hedor susceptible de ser exterminado. Si el hedor de América es el niño lobo, el borracho de chicha, el indio rezador o el mendigo hediento, será cosa de internarlos, limpiar la calle e instalar baños públicos. La primera solución para los problemas de América apunta siempre a remediar la suciedad e implantar la pulcritud.

La oposición entre pulcritud y hedor se hace de esta manera irremediable, de tal modo que, si se quisiera rehabilitar el hedor, habría que revalidar cosas tan lejanas como el diablo, Dios o los santos.(...) Y eso ya es como una revelación, porque habrá que romper el caparazón de progresismo de nuestro ciudadano, su mito inveterado de la pulcritud y ese fácil montaje de la vida sobre cosas exteriores como ciudad, policía y próceres.

Pero, claro está que se nos pasó el siglo de las revelaciones. Sería desusada e incómoda una revelación hoy en día y menos cuando ella ocurre en el plano individual. Quedan, sin embargo, las revelaciones colectivas como lo fue la Revolución Francesa. En este caso los iniciados -que eran los burgueses de nuestro siglo- ejecutaron a Luis XVI porque sabían que estaban en la verdad. Y, para retomar nuesta terminología, diríamos que la burguesía de entonces constituía algo así como la solución hedienta para la aristocracia francesa. Como la historia europea se encauzó luego por la senda de aquéllos y no de éstos, la muerte del rey no fue un crimen sino un acto de fe. La destrucción del rey y de las cosas de la aristocracia puso en vigencia la revelación que habían sufrido los revolucionarios.

Claro que en América ese tipo de revelación no pasó nunca a mayores, porque siempre careció posteriormente de vigencia. En todos los casos se trataba del hedor que ejercía su ofensiva contra la pulcritud y siempre desde abajo hacia arriba. Arriba estaban las pandillas de mestizos que esquilmaban a pueblos como los de Bolivia, Perú o Chile. En la Argentina eran los hijos de inmigrantes que desbocaban las aspiraciones frustradas de sus padres. Contra ellos luchaban los de abajo, siempre en esa oposición irremediable de hedientos contra pulcros, sin encontrar nunca el término medio. Así se sucedieron Túpac Amaru, Pumacahua, Rosas, Peñaloza, Perón, como signos salvajes. Todos ellos fueron la destrucción y la anarquía, poque eran la revelación en su versión maldita y hedienta: eran, en suma, el hedor de América.(...)"


Fragmento de Introducción a América, primera parte de América profunda, Editorial Biblos, Buenos Aires, 1999, p. 23-26.


Me gusta imaginar que quizás el Barba Manuel Castilla y el Cuchi Leguizamón se cruzaron con Rodolfo Kusch, allá en Salta, y se pasaron horas hablando de leyendas andinas, de duendes, dioses y tesoros perdidos... Y aunque no haya sido así, seguramente el mismo paisaje que inspiró a Kusch, le debe haber inspirado esto al Barba y al Cuchi: