jueves, febrero 26, 2009

Más del francés

El libro de Jacques Sapir sobre el que trató este post me sigue sirviendo como fuente de inspiración (y de afanos). Creo que en los momentos que estamos viviendo, vale la pena ocuparse de una de las grandes trampas de la antipolítica: la preocupación moral. El fragmento de Sapir que transcribo acá se ocupa de Francia pero, sin mayor esfuerzo, puede trasladarse a la Argentina anterior a diciembre de 2001. Los que quieran volver a ese país, harán bien en decirlo abiertamente.

Tras referirse a las políticas neoliberales llevadas a cabo en Rusia y sus aspectos colaterales de mafia, corrupción, colusión entre intereses públicos y privados, etc., etc., que llevaron al colapso de agosto de 1998, Sapir escribe:


II- La compasión o la economía política del eunuco

Aparentad al menos la virtud, si carecéis de ella.
William Shakespeare - Hamlet, acto III, escena IV.


Las secuelas de la política económica que acabamos de examinar no se reducen a Rusia. Tienen sus raíces en una visión del mundo según la cual nuestras opciones están irremediablemente limitadas tanto por el imperativo técnico como por el ético. En consecuencia, no nos queda más horizonte que el del sometimiento a unas leyes inmutables cuya dureza sólo se verá atenuada por la compasión. Así, esta última se convertirá en compañera forzosa de la naturalización de la economía. Si las crisis sucesivas, los despidos que se abaten sobre las empresas incluso cuando éstas son rentables, tienen el mismo alcance devastador que una inundación o un sismo, entonces para afrontarlos es necesario situarse, no en el terreno de la acción política, sino en el de la acción humanitaria. Y si, como algunos han llegado a afirmar, las crisis y los despidos son necesarios para que la economía gane en eficacia, entonces sólo cabe vertir una lágrima por esas existencias malogradas al tiempo que se saluda el inexorable avance hacia el Progreso. La renuncia a la acción política, a la voluntad de transformar las estructuras de la economía y de la sociedad, conduce a la muerte de la política. Para sobrevivir en ese contexto, los políticos han de convertirse en mediadores entre el sufrimiento de unos y la compasión de otros. Ésta es la razón de que los programas desaparezcan poco a poco del debate político mientras cobra protagonismo el carisma del candidato, su personalidad y sus buenos sentimientos.

Los propios políticos, al rehusar asumir sus responsabilidades, han consentido esa desaparición de la política. Han corrido a esconderse debajo de las faldas de los economistas, se han refugiado detrás del discurso del experto economista para justificar algo que no era sino una decisión política. Algunos economistas han contribuido a ello cuando han teorizado, en nombre de una mayor eficacia de los mecanismos llamados espontáneos [Nota: "de mercado"], el abandono por parte del poder político de sus instrumentos económicos.(...)

Los economistas que comulgan con esta visión pueden después lamentar, en nombre de la compasión, lo que antes han contribuido a crear, sin correr el riesgo de que se les acuse abiertamente de incoherencia. No es en absoluto una coincidencia el hecho de que se desarrollara en Francia la idea de una "generación moral" en el mismo momento en que se había interiorizado por completo la conversión de la izquierda francesa a la economía liberal. El repliegue hacia el moralismo no es sino la otra cara del liberalismo. (...)

La política no tiene que esconderse detrás del discurso del experto, sobre todo cuando este último se cuestiona. La automutilación en materia de política económica, el abandono del instrumento de la política monetaria en manos de un Banco Central independiente - e irresponsable - y la limitación de la política presupuestaria en el marco de un sedicente pacto de estabilidad, no dejan más salida que la de la compasión. Nikolai Bujarin, en sus análisis de los marginalistas austríacos, se había referido a la economía política del rentista. Hoy, lo que tenemos ante nosotros es la economía política del eunuco.(...)


Jacques Sapir, "Economistas contra la democracia", Ediciones B, Buenos Aires, 2004; Cap. 1, p. 57 a 59 y p. 69.


P.S.: desde acá, va mi solidaridad con la indignación de Gerardo y de Néstor.

sábado, febrero 21, 2009

No estamos solos

Sigo buscando inspiración en costas lejanas y dedicado a temas quizá algo alejados de la coyuntura local. Lo que no me augura demasiada popularidad, en un año que empezó caliente y promete serlo todavía más. Pero de vez en cuando uno encuentra cosas que lo gratifican y le sugieren que a lo mejor uno no anda demasiado errado en el devenir de sus pensamientos.

Gracias al libro de Jacques Sapir que cité aquí (y a algún colega bloguero) descubrí el libro "Governing the market: Economic Theory and the role of government in east Asian industrialization" ("Gobernando al mercado: teoría económica y el rol del gobierno en la industrialización en el este asiático"), de Robert Wade. Una obra de nivel académico que sin duda debe ser objeto de consulta obligada para cualquiera que se dedique a pensar alternativas de desarrollo, sobre todo en estos momentos de hundimiento de los dogmas neoliberales.

En particular me dediqué a leer la Introducción a la edición de 2003, un texto esclarecedor y de notable actualidad. Seguramente la citaré en otras oportunidades, pero ahora quiero traer un par de párrafos que parecen escritos especialmente para nosotros, los argentinos.

(...) Necesitamos reintroducir una distinción que ha desaparecido del diccionario del desarrollo. La palabra "integración" se una actualmente para referirse solamente a integración dentro de la economía mundial, y lleva consigo la implicación de que más integración es siempre mejor. Deberíamos distinguir entre "integración externa" e "integración interna" (o articulación), y reconocer que el desarrollo de una economía nacional tiene más que ver con la integración interna que con la integración externa.

Una economía con alta integración interna tiene una bien completada matriz insumo-producto -una densa red de vínculos entre sectores (un alto nivel de articulación sectorial entre, p.ej., sectores rurales y urbanos, y bienes de consumo y bienes intermedios), y una estructura de demanda tal que una alta proporción de la producción doméstica es vendida a asalariados del país (un alto nivel de articulación "social" entre salarios, consumo y producción). La demanda de exportación no es la fuente principal de crecimiento económico. Coaliciones políticas fuertes entre capitalistas y asalariados se hacen posibles en este tipo de economía, porque los capitalistas, los trabajadores y el gobierno reconocen un interés común en los salarios como una fuente de ventas y de desarrollo económico, no sólo como un costo de producción.

Una economía con baja integración interna tiene una débil matriz insumo-producto, con baja articulación sectorial y social. Aquí los salarios son vistos simplemente como un costo, no como también una fuente de demanda. Estando el consumo doméstico sólo débilmente conectado a la producción nacional, las exportaciones son el principal estímulo para el crecimiento económico; pero los sectores que producen para mercados extranjeros permanecen como enclaves. Una economía con baja integración interna no provee una base para alianzas de clases y regímenes democráticos.(...)


Una síntesis perfecta del pensamiento económico nacional y popular, sin duda, en las palabras de un neocelandés, ex funcionario del Banco Mundial y profesor universitario en Inglaterra.

Para terminar, y dado cómo van las cosas en el mundo al día de hoy, no puede faltar este otro parrafito del mismo texto dedicado a la vigencia del "pensamiento único":

Los intereses involucrados son tan fuertes, la legitimación del paradigma "globalización plus" [Consenso de Washington] es tan bien defendida en los centros del poder, que sólo la crisis económica probablemente haga cambiar el pensamiento. ¿Cuántos colapsos más como los de los '90 y los tempranos 2000 soportará el mundo antes que lleguemos a la conclusión de que el proyecto de construir un único mercado mundial integrado con estándares universales -la culminación del ideal del Iluminismo europeo- es una equivocación? Muchas, con gran probabilidad, siempre que las poblaciones de los Estados del G7 no sean afectadas seriamente.

Robert Wade - Londres, mayo de 2003.

lunes, febrero 16, 2009

Una ventana al mundo


Hace poco vi una propaganda de la Universidad de Belgrano con la frase: "Estudiá como en el mundo", dirigida sin duda a los habitantes de Ganímedes. Entonces pensé: la tilinguería vernácula no parece tener límites, la cantinela "estamos afuera del mundo" sirve hasta para el eslógan publicitario.

Después hice una autocrítica y me pregunté si mi mirada no sería demasiado chauvinista o localista. Decidí entonces echarle una mirada a lo que pasa en el mundo y siguiendo (de alguna manera) los pasos del flamante triunviro me di una vuelta por el Foro Económico Mundial de Davos, claro que a través de la cobertura del Financial Times (como hizo el colega y amigo Néstor).

En particular me interesó mucho un artículo de Gideon Rachman, "When globalisation goes into reverse", que viene a continuación, traducido en exclusiva para este blog (pidiendo desde ya las disculpas del caso, por los errores y por el afano al autor y al ilustrador).


Cuando se revierte la globalización
por Gideon Rachman


Hay festivales de rock y festivales de libros - y luego está el festival anual de la globalización, también conocido como el Foro Económico Mundial de Davos.

Durante la última década, el encuentro de Davos ha juntado a grandes empresarios, las altas finanzas y políticos de primera línea para promover y celebrar la integración de la economía global. Cualesquiera sean sus rivalidades de negocios o diferencias políticas, todos los delegados de Davos acordaron que el camino a la paz y la prosperidad se recorre a través de más comercio e inversión internacional - en resumen, globalización.

Pero este año el foro ha tenido que confrontar un nuevo fenómeno - desglobalización. El mundo que el Hombre de Davos creó se está deslizando a la inversa. El comercio y la inversión internacional está cayendo y se están alzando barreras proteccionistas. Las economías se están achicando y el desempleo está creciendo.

Los síntomas de la desglobalización están a todo nuestro alrededor. La semana pasada, se informó que el tráfico aéreo global de cargas en diciembre de 2008 disminuyó 22, 6 % comparado con diciembre de 2007. Abhisist Vejjajiva, primer ministro de Tailandia, le dijo al foro que la entrada de turistas en su país había caído alrededor de un 20 % interanual, en línea con la declinación general en los viajes internacionales (y desnudando los efectos del cierre temporario del aeropuerto de Bangkok). En los EEUU y en Europa, los gobiernos están luchando para rescatar no solamente a bancos sino también empresas de automóviles. Pero, como la Unión Europea ha reconocido por mucho tiempo, la "ayuda estatal" a los líderes industriales nacionales es una forma de proteccionismo.

Luego está el "mercantilismo financiero", el tema del Davos de este año. Esto es, la presión creciente sobre bancos e instituciones financieras para retirarse de los negocios internacionales y concentrarse en los mercados domésticos. Trevor Manuel, ministro de finanzas de Sudáfrica, capturó los temores de muchos cuando advirtió que su país y otros mercados emergentes estaban en peligro de ser aislados de los mercados internacionales de capital y de "desacople, descarrilamiento y abandono".

El proteccionismo financiero está manejado por la lógica del mercado y la presión política. Los bancos que han perdido confianza y capital en el colapso del crédito se están replegando a los mercados domésticos que conocen mejor. Y porque tantos bancos han sido rescatados por contribuyentes nacionales, ellos están también sufriendo presión política para prestar en su país antes que en el exterior.

En Davos, sin embargo, hubo pocas señales de que la crisis financiera global haya llevado a alguna reconsideración de las hipótesis que fundamentan la globalización. En verdad, se ha hecho una moda el avergonzar a los banqueros y hacer llamados por una mayor supervisión internacional del sistema financiero. Pero las virtudes de los principios de libre mercado y de integración económica internacional, permanecen mayormente sin desafíos.

De alguna manera, el Davos de este año enfatizó cuán universales son ahora estas ideas. Veinte años después del fin de la guerra fría, aún es levemente asombroso encontrar al primer ministro ruso advirtiendo contra una "creencia ciega" en el "poder omnímodo del Estado" y al premier chino haciendo saber que está releyendo a Adam Smith en una búsqueda de inspiración.

Pero mientras las ideas que hicieron de cimientos para la globalización siguen firmemente en su lugar, los hechos se están moviendo en la dirección opuesta. Los periódicos esparcidos por las salas de café de Davos hablaban no sólo de una caída en el comercio mundial sino también de huelgas en Francia, legislación "buy America" en los EEUU, inquietud social en Rusia y protestas contra extranjeros en Gran Bretaña. Las promesas hechas en Davos de "completar la ronda de Doha" de conversaciones sobre comercio mundial han sido repetidas y rotas tantas veces hasta ahora, que tienen la misma cualidad de ser creíbles que una resolución anual de ir a un gimnasio y perder seis kilos de peso.

En realidad, mientras los líderes políticos renovaban en Davos sus votos por la globalización, sus gobiernos estaban tomando en casa medidas a menudo contradictorias. Pocos ejemplifican esta contradicción mejor que Gordon Brown, el primer ministro de Gran Bretaña, cuya comprensión de la economía internacional y sus llamados apasionados por la cooperación internacional lo hicieron una de las estrellas del Davos de este año.

En el foro, Mr Brown advirtió gravemente contra la "desglobalización" y denunció al proteccionismo comercial y financiero. Pero los delegados en Davos se preguntaban en voz alta cómo era esto compatible con las presiones de su gobierno sobre los bancos rescatados para darle prioridad a los clientes domésticos. Mientras tanto, en su país, trabajadores quejosos hacían marchas, llevando carteles con las propias palabras de Mr Brown: "Empleos británicos para trabajadores británicos". No es que Mr Brown sea un hipócrita. Si sólo fuera tan simple como eso. Es más bien que él y otros líderes están siendo tironeados en dos direcciones. Intelectualmente, están convencidos de la necesidad de mantener los mercados abiertos y al comercio y la inversión fluyendo. Políticamente, están bajo presión de responderle a votantes que están enojados, asustados y pidiendo protección.

Los desarrollos recientes sugieren que los ciudadanos enojados tendrán prioridad sobre las ideas abstractas. El Hombre de Davos está perdiendo el control de los sucesos. La crisis financiera demostró que la globalización había creado un sistema económico más complejo y más peligroso de lo que los delegados reunidos en Davos hubieran imaginado nunca. La imposibilidad de los políticos y hombres de negocios internacionales de detener la tendencia hacia el proteccionismo parece ser la próxima etapa en la demolición del consenso de Davos.

Por el momento, las ideas no han acompañado la tendencia en el mundo real. En el festival de la globalización de este año, los delegados cantaron las viejas canciones sobre mercados abiertos e integración internacional. Pero ya no estaban pertrechados con mucha convicción. Afuera en el ancho mundo, más y más gente ya no está escuchando.


P.S.: transcribo un comentario enviado por Oti:

Los que estudiaron bien la historia saben que se trata de la misma cantinela de siempre: las reacciones casi reflejas de los países a la catástrofe (proteccionismo, regulaciones, intervención del estado, etc., etc.) se propagandizan como "causa" de la catástrofe.

Esto fue claro en los '30 y es claro ahora.

Generalmente, los representantes políticos de los imperios se lamentan de que la realidad no aguante la dominación imperial. Y cuando la realidad no aguanta te echan la culpa por no aguantar.

Pero lo que tenemos que tener claro nosotros es que, cuando hay crisis, los imperios maniobran para que los Estados Nacionales no reasuman los controles (fundamentalmente del crédito y la moneda) de las funciones que la dominación imperial hizo que dejaran.

La "inteligencia" imperial va a preferir siempre el caos y la guerra mundial a la posibilidad del resurgimiento de las soberanías nacionales y posibles acuerdos entre ellas.

Respuesta: agrego un párrafo sacado del artículo "The invisible hand of the American Empire" (2003), de Robert Wade (traducción libre):

"(...) El impulso actual para la libre movilidad del capital repite las fallas de los años '20. Entonces los gobiernos de EEUU y el Reino Unido concertaron sus exigencias de una nueva arquitectura financiera basada en presupuestos balanceados, bancos centrales independientes, restauración del patrón oro, y libre movimiento de capitales. (...) Las políticas ayudaron a alumbrar un espectacular "boom" financiero que terminó en un colapso económico. Sin embargo, a cuatro años de iniciada la Gran Depresión, la Conferencia Económica Mundial de 1933, liderada por los EEUU y el RU, siguió haciendo las mismas cuatro exigencias, con énfasis especial en bancos centrales independientes y abolición de controles de capitales.(....)"

lunes, febrero 09, 2009

Contra los jinetes del Apocalipsis

Ya decidido a ponerme a laburar como me marcó Charlie, me encontré con algo que me llamó la atención en una mesa de saldos de librería. Se trataba del libro Economistas contra la democracia - Los intereses inconfesables de los falsos expertos de la economía, del académico francés Jacques Sapir (aquí, muy bien reseñado por José Natanson).

Convencido de que nunca será suficiente todo lo que se diga contra la plaga de referencia, aquí transcribo el prólogo del libro de Sapir. Aclarando que fue escrito en 2002, y que donde dice "Consejo Monetario" debe leerse sin duda "Ley de Convertibilidad" (o "Caja de Conversión").


Prólogo - Todo va bien, señora baronesa...

Diciembre de 2001: En Argentina, las revueltas del hambre acabaron por forzar la dimisión del presidente de la República, Fernando de la Rúa, y del ministro de Economía, Domingo Cavallo. El país se hallaba al borde del abismo, estrangulado por una deuda externa de 137.000 millones de dólares y sin otra esperanza que el impago generalizado de sus obligaciones, tanto internas como externas. Diciembre de 2001: Para Rusia concluía el tercer año consecutivo de fuerte crecimiento económico desde su crisis económica de 1998; entonces, un buen número de personas sensatas habían considerado que la situación del país no mejoraría.

¿Tienen, pues, algo en común ambos países? Casi nada, una nimiedad: tan sólo la incompetencia de ciertos economistas.

Argentina sucumbió por culpa de una institución económica concreta, el Consejo Monetario, o Currency Board, que hace algunos años fascinó a numerosos economistas. Esta institución impone una paridad fija entre la moneda nacional - el peso, en este caso- y una moneda de referencia - el dólar-, y determina el volumen de la acuñación de moneda a partir del stock de divisas existente. Es un corsé de hierro que no permite la menor iniciativa, el grado cero de la política monetaria.

Esta institución sólo tiene una ventaja: permite combatir las hiperinflaciones. Hjalmar Schacht, ministro alemán de Economía, a principios de la década de 1920 utilizó un mecanismo similar para acabar con la hiperinflación de la Alemania de Weimar. Pero, salvo en esa situación, el Consejo Monetario es la peor solución posible. Lo sabía muy bien el propio Schacht, que pasados dieciocho meses se desvinculó de este recurso.

Domingo Cavallo y los dirigentes argentinos, en cambio, se aferraron a él durante diez años, con el beneplácito de todas las organizaciones financieras internacionales, con el Fondo Monetario Internacional (FMI) a la cabeza. Incluso a principios de diciembre de 2001, el editorial de un gran periódico francés seguía loando esa política, y atribuía la crisis que vivía la Argentina a las devaluaciones de los países vecinos. Ello significa olvidar que el Consejo Monetario, por su misma naturaleza, impide toda flexibilidad frente a los envites externos. ¿Y qué país puede pretender que su política económica nunca tendrá que enfrentarse a un golpe exterior? En otros periódicos pudo leerse que la crisis se debía a la ausencia de reformas. Una ironía siniestra, sin duda, pues siguiendo los consejos, nada prudentes por otra parte, de los economistas liberales, los argentinos lo privatizaron todo, y más. Incluso vendieron las carreteras a propietarios privados que las gravaron con derechos de peaje.

Todos los que inculcaron en los argentinos la fe en esa política suicida; todos los que, por comodidad, conformismo o interés personal guardaron silencio en lugar de dar la voz de alarma; todos esos señores que gritan "más, no es suficiente" ante el desastre actual, tienen hoy la responsabilidad del drama que está viviendo el país. Son los últimos que pueden exigir una nueva política de austeridad.

En su día -¿quién se acuerda hoy?- se propuso a Rusia (1) la misma política suicida. Durante su crisis económica de 1998, fueron muchos los que, tanto en Estados Unidos (2) como en Francia (3), pusieron como ejemplo Argentina y el Consejo Monetario. Algunos liberales rusos llegaron a invitar a Domingo Cavallo a Moscú, en agosto de 1998. Por fortuna, no se lo tomó en consideración. Nunca se agradecerá lo suficiente a los señores Primákov, Masliúkov y Gueráshenko, respectivamente primer ministro, ministro de Economía y gobernador del Banco Central, que no se dejaran seducir por aquellos cantos de sirena.

Hoy, esos apóstoles del Consejo Monetario guardan silencio. ¡Qué fácil era poner Argentina como ejemplo en otoño de 1998! Su actitud merecería en la actualidad alguna explicación y, por qué no, una autocrítica. También resultaría interesante saber qué comparación con la situación de la Argentina merece, después de tres años de crecimiento, el entonces llamado "magma postsoviético".

Que nadie espere, sin embargo, nada parecido. Cuando las emociones se hayan calmado, cuando se olviden las terrible imágenes de padres con sus hijos en brazos desafiando a la policía para hacerse con unos pocos alimentos en una tienda desvalijada, los mismos economistas volverán a perorar con idéntica suficiencia.

La comparación entre el destino de Argentina y el de Rusia es la metáfora del escoramiento que se está imprimiendo a determinada política económica en la que la opinión de los expertos degenera en expertismo; la metáfora de la peligrosidad de algunos economistas. Detrás del deslumbramiento pueril por el Consejo Monetario, lo que subyace es toda la articulación de un discurso económico que hace elogios de las agencias independientes y la desposesión de las instancias democráticas en beneficio de la tiranía de los expertos. Es ése un discurso que, una vez alcanzada la tiranía económica, nos conduce directamente a la tiranía política.


(1) S. Hanke, L. Jonung, K. Schuler, Russian Currency and Finance: a Currency Board Approach to Reform, Londres y Nueva York, 1993; P. Boone, A. Breach y S. Johnston (1998), "Institutions and Prospects for a Currency Board in Russia: Perspectives on a Deepening Crisis", Post-Soviet Geography and Economics, vol. 39, Nº 7, págs 371-378.

(2) R. Barro, "What Might Save Russia: Tying the Ruble to the Dollar", Business Week, 28 de septiembre de 2008, pág. 24. S. Hanke, "Dollar should provide prop for Rouble", Financial Times, 17 de agosto de 1998. G. Soros, "Soros sees G7-backed $50bn Currency Board as Only Way out of Crisis (Letter to the editor)", Financial Times, 13 de agosto de 1998, pág. A22.

(3) J. Sgard, "Pour sortir du magma postsoviétique", Libération, 23 de septiembre de 1998, pág. 4.

miércoles, febrero 04, 2009

Revancha

De la banda sonora de mis vacaciones. Y el recuerdo de un músico y creador excepcional.