lunes, abril 30, 2007

Gernika



El 26 de abril de 1937 se inauguró (casi) en Europa una nueva y "exitosa" táctica de guerra aérea, la que a partir de entonces fue utilizada en innumerables oportunidades por contendientes bélicos de todo color y pelaje, pasando por el horror de Hiroshima y Nagasaki hasta llegar a las masacres de nuestros días. Gracias sobre todo a Pablo Picasso y a cierto periodista, los sucesos de ese día quedaron grabados en la memoria colectiva de manera imborrable. El periodista al que me refiero se llamaba George Steer, quien al día siguiente publicó en el Times de Londres esta nota:


Un testigo presencial informa sobre la destrucción de un pueblo en un ataque aéreo

La tragedia de Gernika

De nuestro enviado especial
Bilbao, 27 de abril de 1937

Gernika, que es a la vez el centro de la tradición cultural y el pueblo más antiguo de los vascos, quedó totalmente destruido ayer por la tarde durante un ataque aéreo de los sublevados. El bombardeo de este pueblo, situado muy por detrás de las líneas de combate, duró exactamente tres horas y cuarto, durante las cuales una poderosa flotilla aérea formada por tres tipos de aviones alemanes, bombarderos Junkers y Heinkel y cazas Heinkel, lanzaron de forma incesante bombas de 450 kg y, según cálculos, más de 3.000 proyectiles incendiarios de aluminio de 1 kg. Mientras tanto, los pilotos sobrevolaron a baja altura el centro del pueblo para ametrallar a la población civil que había buscado refugio en los campos.

Todo Gernika fue pronto presa de las llamas, excepto la histórica Casa de Juntas con sus abundantes archivos de la raza vasca, donde el antiguo Parlamento vasco solía reunirse. El famoso roble de Gernika -el viejo y seco tocón de 600 años de edad y sus retoños de este siglo- también quedó intacto. Aquí, los reyes de España solían jurar respeto a los fueros democráticos de Vizcaya y a cambio recibían la promesa de lealtad como señores feudales con el título democrático de Señor, no de Rey de Vizcaya. La noble parroquia de la iglesia de Santa María también quedó intacta, excepto su sala capitular, que fue alcanzada por una bomba incendiaria.

Hoy, a las dos de la tarde, cuando visité el pueblo, todo él era una horrible visión, ardiendo por los cuatro costados. El reflejo de las llamas podía vislumbrarse en nubes de humo por encima de las montañas a 6 km de distancia. Durante toda la noche las casas se fueron derrumbando hasta que las calles se convirtieron en largos e impenetrables montones de escombros rojos.

Muchos de los supervivientes de la población civil iniciaron la larga caminata desde Gernika a Bilbao en antiguas y sólidas carretas vascas tiradas por bueyes. Los carros, en los que se apilaban las pertenencias familiares salvadas de la conflagración, atascaron los caminos durante toda la noche. Otros supervivientes fueron evacuados en camiones del gobierno, pero muchos se vieron obligados a quedarse en los alrededores del pueblo en llamas acostados en colchones o a la búsqueda de familiares y niños desaparecidos, mientras que unidades de los cuerpos de bomberos y de la policía motorizada vasca, bajo la dirección personal del Ministro del Interior, el señor Monzón, y de su esposa, continuaron el rescate hasta el amanecer.


La campana de la iglesia dio la alarma
Por la forma en que se llevó a ejecución, por la escala de destrucción alcanzada y por la selección de su objetivo, el ataque contra Gernika no tiene paralelo en la historia militar. Gernika no era un objetivo militar. Fuera del pueblo hay una fábrica que produce material de guerra y quedó intacta. Lo mismo puede decirse de dos barracones de soldados que hay a alguna distancia del pueblo. El pueblo se encuentra muy por detrás de las líneas de combate. El bombardeo buscaba al parecer la desmoralización de la población civil y la destrucción de la cuna de la raza vasca. Cada uno de los hechos confirma esta valoración, a empezar por el día en que se llevó a cabo la acción.

El lunes era el día habitual del mercado en Gernika para las gentes de los alrededores. A las 4:30 de la tarde, cuando el mercado rebosaba de gente y los campesinos todavía estaban llegando, la campana de la iglesia repicó la alarma de que se aproximaban aviones y la población se refugió en sótanos y cobertizos que habían preparado tras el bombardeo de la población civil de Durango el 31 de marzo, que inauguró la ofensiva del general Mola en el norte. Se dice que la gente mostró mucho ánimo. Un sacerdote católico se encargó de que todo se hiciera en un orden perfecto.

Cinco minutos después apareció un bombardero alemán, dio unas vueltas sobre el pueblo a baja altura y dejó caer seis pesadas bombas, al parecer destinadas a la estación. Las bombas, con una lluvia de granadas, cayeron sobre un antiguo instituto y sobre casas y las calles vecinas. Luego, el avión se fue. Cinco minutos después un segundo bombardero lanzó la misma cantidad de bombas en medio del pueblo. Al cabo de un cuarto de hora aproximadamente llegaron tres Junkers para continuar con la demolición y, a partir de ahí, el bombardeo creció en intensidad y fue continuo hasta el anochecer, a las 7:45. Todo el pueblo de 7.000 habitantes más 3.000 refugiados fue destruido lenta y sistemáticamente. El plan de los atacantes incluyó el bombardeo de los caseríos en un radio de tres km a la redonda. Durante la noche éstos ardieron como velas en las colinas. Todos los pueblos de por aquí fueron bombardeados con la misma intensidad que Gernika, y en Múgica, un pequeño grupo de casas situadas a la entrada de Gernika, la población fue ametrallada durante 15 minutos.


Ritmo de la muerte
Es todavía imposible calcular el número de víctimas. Los periódicos de Bilbao afirman esta mañana que «afortunadamente fueron pocas», pero se teme que esto sea un eufemismo para no alarmar a la abundante población refugiada en Bilbao. En el hospital de las Josefinas, que fue uno de los primeros lugares bombardeados, los 42 milicianos heridos que allí estaban murieron. En una calle que va cuesta abajo desde la Casa de Juntas vi un lugar en el que dicen que 50 personas, casi todas mujeres y niños, quedaron atrapadas en un refugio antiaéreo bajo una mole de ruinas en llamas. Muchos murieron en los campos y el número de muertos podría ascender a varios centenares. A un viejo sacerdote llamado Aronategui lo mató una bomba mientras rescataba niños de una casa en llamas.

Las tácticas de los bombarderos, que pueden ser de interés para los estudiantes de la nueva ciencia militar, fue como sigue: primero llegaron pequeños grupos de aviones que lanzaron bombas y granadas de mano por todo el pueblo, escogiendo ordenadamente zona tras zona. Después vinieron las ametralladoras, que mataron a tiros a quienes salían corriendo aterrorizados de los refugios subterráneos, algunos de los cuales habían sido alcanzados por bombas de 450 kg, que hacen socavones de siete metros. A muchas de estas personas las mataron cuando corrían. Un gran rebaño de ovejas que se dirigía al mercado también fue exterminado. Al parecer, el objetivo de este ataque era hacer que la población se escondiera de nuevo bajo tierra, porque después aparecieron no menos de 12 bombarderos que dejaron caer bombas incendiarias sobre las ruinas. Así, el ritmo de este bombardeo de un pueblo tuvo su lógica: primero, granadas de mano y bombas para hacer salir en estampida a la población; luego, ametrallamientos para hacer que se escondieran y, después, bombas incendiarias para destrozar las casas y quemarlas por encima de sus víctimas.

La única respuesta que los vascos pudieron utilizar, porque no poseen aviones suficientes para enfrentarse a la flota de los sublevados, fue la del heroísmo de los sacerdotes vascos, que bendijeron y rezaron a las multitudes arrodilladas -socialistas, anarquistas y comunistas, así como creyentes- en los refugios subterráneos arrasados.

Cuando entré en Gernika después de medianoche, las casas se desmoronaban y era completamente imposible entrar en el centro del pueblo, incluso para los bomberos. Los hospitales de las Josefinas y del Convento de Santa Clara eran pavesas relucientes; todas las iglesias, excepto la de Santa María, estaban destruidas y las pocas casas que todavía se mantenían en pie estaban sentenciadas. Cuando volví a visitar Gernika esta tarde, la mayor parte del pueblo estaba todavía ardiendo y nuevos fuegos habían prendido. Unos 30 cadáveres estaban alineados en un hospital en ruinas.


Una llamada a los vascos
Aquí, el efecto del bombardeo de Gernika, la ciudad sagrada de los vascos, ha sido profundo y ha dado lugar a que el presidente Aguirre haga pública la siguiente declaración en la prensa vasca de esta mañana: «Los aviadores alemanes, al servicio de los rebeldes españoles, han bombardeado Gernika, quemando la ciudad histórica venerada por todos los vascos. Han intentado herirnos en lo más sensible de nuestros sentimientos patrióticos, mostrando una vez más que Euskadi no puede esperar nada de quienes no vacilan en destruir incluso el santuario que conserva los siglos de nuestra libertad y nuestra democracia».
«Ante esta atrocidad nosotros, todos los vascos, debemos reaccionar con violencia, jurando desde el fondo de nuestros corazones defender los principios de nuestro pueblo con terquedad y heroísmo si es necesario. No podemos ocultar la gravedad del momento; pero el invasor nunca logrará la victoria si nos esforzamos por derrotarlo alzando nuestros espíritus a las alturas de la fuerza y la determinación».
«El enemigo ha avanzado en muchas otras partes para luego ser repelido. No dudo en afirmar que lo mismo ocurrirá aquí. ¡Ojalá esta atrocidad de hoy sea un estímulo que nos empuje a lograrlo con rapidez!».

(Nota: la traducción y la reproducción del Gernika de Picasso están sacados de www.rebelion.org. El artículo original puede leerse aquí.)


P.S. 1: Gracias a George Steer nadie pudo decir, como Baudrillard en 1991 refiriéndose a la Guerra del Golfo, "el bombardeo de Gernika no ha tenido lugar" (bueno, salvo los interesados, por supuesto). Será por el recuerdo de hechos como éste, que cuando escucho a algun@s que hoy y aquí andan diciendo que "resisten al fascismo" me da un poco de vergüenza ajena. Lo mismo me pasa con ciertos periodistas que parecen ser los dueños de la verdad, o que se desayunan con bronce. Ah, George Steer sí tiene un monumento, hoy, en una calle de Gernika.

P.S. 2: Para el que le interese, en Wikipedia encontré este link a un sitio con infografías y testimonios sobre el bombardeo y en general sobre toda la evolución del conflicto en el País Vasco durante 1937.

domingo, abril 29, 2007

Va la yapa

del post anterior, dedicada a mi amable visitante el Sr. U. Y también a Vera, que ama a Don Alfredo, igual que yo.


jueves, abril 26, 2007

Orientales

Ayer leí una emotiva nota sobre la inauguración del Museo de la Memoria en Montevideo. A la que debo acotar que aunque el texto diga lo contrario, Alfredo Zitarrosa sí estaba ahí.


Allanamiento

Hoy anduvo la muerte buscando entre mis libros alguna cosa... Hoy por la tarde anduvo, entre papeles, averiguando cómo he sido, cómo ha sido mi vida, cuánto tiempo perdí, cómo escribía cuando había verduleros que venían de las quintas, cuando tenía dos novias, un lindo jopo, dos pares de zapatos, cuando no había televisión, ese mundo a los pies, violento, imbécil, abrumador, esa novela canallesca escrita por un loco... Hoy anduvo la muerte entre mis libros buscando mi pasado, buscando los veranos del 40, los muchachitos bajo la manguera, las siestas clandestinas, los plátanos del barrio, asesinados, tallados en el alma... Hoy anduvo la muerte revisando mi abono del tranvía, mis amigos, sus nombres, las noches del Café Montevideo, las encomiendas por la Onda con olor a estofado, revisando a mi padre, su Berreta, su Baldomir, revisando a mi madre, su hemiplejia, al Uruguay batllista, a Arístides querido, a mis anarcos queridos bajo bandera, bajo mortaja, bajo vinos y versos interminables... Hoy anduvo la muerte revisando los ruidos del teléfono, distintos bajo los dedos índices, las fotos, el termómetro, los muertos y los vivos, los pálidos fantasmas que me habitan, sus pies y manos múltiples, sus ojos y sus dientes, bajo sospecha de subversión... Y no halló nada... No pudo hallar a Batlle, ni a mi padre ni a mi madre, ni a Marx, ni a Arístides, ni a Lenin, ni al Príncipe Kropotkin, ni al Uruguay ni a nadie... ni a los muertos Fernández más recientes... A mí tampoco me encontró... Yo había tomado un ómnibus al Cerro e iba sentado al lado de la vida... Pasé frente al Nocturno y la vida había pintado unos carteles... Pregunté en una esquina por la hora, y en la bolsa del hombre que me dijo la hora iba la vida, junto con su almuerzo... Hoy dejaré las puertas y las ventanas de mi casa, abiertas... y la noche entrará por todas las ventanas de mi casa, por todas las ventanas de todo el barrio, por todas las ventanas de todos los cuarteles y de todas las cárceles, por todas las ventanas de los hospitales... la noche entrará, cabeceando, saltará para adentro, sombra a sombra a la luz del farol... y se echará en el piso como un perro... y aguardará hasta la madrugada... Hoy... dejaré las puertas y las ventanas de mi casa, abiertas, para siempre...


Alfredo Zitarrosa
Fragmento de Guitarra Negra


Según la nota, al finalizar el acto el cuarteto de guitarras que acompañó a Don Alfredo interpretó la Milonga de pelo largo, que cuando la escucho por AZ me pone la piel de gallina. Aquí está, en una versión de su autor, Gastón Ciarlo (Dino).





P.S.: vaya esto para compensar la berretada que se mandó Artemio en un inútil intento de conciliación de clases con la oligarquía chacarera. (:P)

lunes, abril 23, 2007

Otra opinión

En su columna de ayer en Página/12, Horacio Verbitsky transcribió fragmentos de un texto del juez Leopoldo H. Schifrin de la Cámara Federal de La Plata, según HV redactado a modo de reflexión personal en ocasión de las recientes Pascuas cristiana y judía. Por lo que yo llego a interpretar, el pensamiento político-institucional del Dr. Schifrin está en las antípodas del discurso que suele difundir el diario de Bartolo y que repiten tantos comunicadores. Lamentablemente lo escrito por el magistrado está constantemente interrumpido y mechado con los comentarios, adjetivos y demás intromisiones de Verbitsky, a quien sin embargo habrá que agradecerle haber hecho conocer estas notas. Aquí van las partes que considero más valiosas, manteniendo el entrecomillado que distingue lo propio de Schifrin de lo que no lo es. Cualquier malentendido o tergiversación del pensamiento del Sr. juez, la culpa la tiene el Perro, no el Lobo (:P).


(...) El sistema de dominación real

(...) Para el juez que impulsó los juicios por la verdad en La Plata [Schifrin], la Judicatura “es uno de los elementos que integran el sistema de dominación real prevaleciente en la sociedad argentina”. Ese sistema deriva de la antigua república “patricia”, pero desde la caída de Perón en 1955 “tomó la forma de una laxa alianza entre el capitalismo (o cuasi-capitalismo) agrario, el capitalismo nacional, agrario e industrial, casi todo el prebendario, el extranjero, la jerarquía de la Iglesia Católica, la Judicatura, y las Fuerzas Armadas y de Seguridad”. Es decir, los mismos factores reales de poder que en la Prusia de hace un siglo y medio Ferdinand Lasalle cotejó con el poder formal descrito en la Constitución, con sólo sustituir Iglesia Católica por Evangélica. Schifrin añade a esta lista el aparato cultural que no existía entonces; los grandes diarios, radios y TV; las academias, institutos y fundaciones y las universidades privadas. Esta conformación de poder real ha estado presente y se ha desarrollado a partir del golpe de 1930. Sus apuntes, que no están destinados a la publicación, mencionan las Acordadas de la Corte Suprema que reconocieron a los golpistas de 1930 y 1943, la participación de la Judicatura “en los hechos que dieron lugar a la fugaz caída de Perón en octubre de 1945, su desempeño en la sedicente Revolución Libertadora (fusilamientos del 9 de junio de 1956, sobre todo), en la represión de la época de Frondizi (movilizaciones, Plan Conintes) y en la dictadura de Onganía, para culminar en las aberraciones de la última dictadura”. Y se prolonga “con el boycot o la indiferencia frente a los juicios por el terrorismo de estado, y después con la masiva criminalización de la protesta social”.(...)

¿Qué es la Constitución?
Al analizar los factores culturales que inciden, Schifrin sostiene que “en esta época de nuestro país no se cultivan con seriedad ni la ciencia política, ni la teoría del Estado, ni la filosofía política. Simplemente existe una retórica sobre la democracia constitucional, que habla de las ‘idealidades’ de la Constitución como si fueran normas efectivas y generalmente cumplidas desde hace mucho tiempo”. Con citas del jurista socialdemócrata alemán de preguerra Hermann Heller sobre la diferencia entre normatividad y normalidad constitucionales y de Juan Bautista Alberdi y del ex Procurador General y Ministro del Interior José Nicolás Matienzo, quienes advirtieron esa diferenciación en la Argentina de los siglos XIX y XX, Schifrin aduce que en ningún estado democrático se da un sistema real de división de poderes al estilo del que la Constitución describe en abstracto.

Una monocracia atemperada
(...) En la Argentina, agrega Schifrin, “el sistema presidencialista real es una monocracia (que no es dictadura) atemperada por el sistema federal y por la poliarquía, significada por innumerables instancias sociales”. En este contexto la justicia podría ser uno de “los factores políticos formales-sociales que atemperen la monocracia, pero, en vez de ello, sigue siendo un organismo burocrático incluido entre los poderes fácticos del bloque dominante. Un órgano tímido y que no sabe cuál es el cuadro de relaciones de poder, y su situación dentro del mismo. Ya no está formado por viejos ‘patricios’ algo ilustrados y algo cínicos, sino por homini novi que toman por real la fachada constitucional, la retórica vacía que en ella se funda, y no pueden comprender en cuál lugar del tablero político-social se hallan. Y cuya Biblia es el diario La Nación. La afectividad de muchos jueces los liga a los sectores que más apoyaron a la dictadura, y su estructura mental está dada por abstracciones alejadas de un pensamiento teórico jurídico-político de más valía”.

Poderes en pugna

La mayor parte de la magistratura integra el bloque de poderes fácticos que está en tensión relativa con la organización política-estatal. Para Schifrin “llevar a la Judicatura a integrarse en un sistema de poliarquía surgida de la sociedad” es “un deber imperioso”. Si algún juez quisiera asomarse a la “normalidad” y no a la “normatividad” constitucional, no encontraría “la supuesta división de poderes ni tampoco la independencia judicial”. La realidad le mostraría que “existe una fortísima división entre el poder fáctico del bloque social dominante y el poder formal del Estado, que lucha (por momentos) por lograr alguna autonomía, por no ser un simple instrumento de aquel poder fáctico”. Ese juez curioso también encontraría que “la organización del poder del Estado tiene una fuerte tendencia monocrática, contrapesada, desde luego, por el poder fáctico del bloque dominante, pero también por múltiples instancias sociales como diversas formas sindicales, múltiples ONG, cooperativas, movimientos de base, comunidades religiosas no católicas o católicas alejadas del bloque jerárquico de la Iglesia, y muchas otras”.

Un contrapoder respetado

Si la Judicatura quisiera dejar el bloque social dominante y se transformara en el campo de contención, promoción y articulación de los intereses y derechos que esos grupos ajenos al sistema principal de dominación tratan de representar, sin perder su carácter estatal obtendría una sustancia autónoma y se erigiría como un contrapoder respetado. Schifrin encomia las consideraciones de Roberto Gargarella sobre el carácter contramayoritario del poder judicial, pero señala que ha prescindido del contexto económico-social-cultural y político-práctico en que se mueve la magistratura. “Para esto es preciso remover la ideología según la cual la imparcialidad de los jueces consiste en la indiferencia afectiva frente a los conflictos humanos y valorativos que se le presentan”.


La indiferencia afectiva

El grado de independencia en el accionar de los distintos órganos del Estado depende de “su relación con la sociedad civil. El Presidente tiene, por cierto, el poder de dirigir la burocracia estatal, pero la función presidencial se alimenta de la comunicación fluida que pueda mantener con sectores políticos, y todos los demás, económicos, sociales, culturales, activistas, etc. El Congreso, dado el desprestigio de la clase política, es un foro partidario sin voluntad propia. La Judicatura obtiene su fuerza de participar en el bloque de poder dominante económico e ideológico-comunicacional. Pero esto no le da, como ocurría en la República ‘patricia’, ni autoridad ni prestigio”. Sólo tendrá otros horizontes y perspectivas si varía su relación con la sociedad civil. “Estamos en una crisis, que ojalá sea transformadora”, concluye Schifrin, un magistrado de 70 años que a los 18 comenzó como escribiente de la Procuración General su carrera judicial, sólo interrumpida por el exilio durante los años de la dictadura.(...)

P.S. 1: son bienvenidas todas las opiniones, sean de consenso o de disenso, en especial de algún boga que se dé una vueltita por acá. ¿Gonza...?

P.S. 2: la ilustración corresponde a la obra Pilares de la Sociedad (Stützen der Gesellschaft - 1926) del pintor alemán George Grosz.

martes, abril 17, 2007

Juntos son dinamita

Vuelvo a las tareas de rescate, esta vez juntando a dos tipos fuera de serie. Aquí traigo otra de las columnas que el Jorjón Sabato publicaba en la revista Humor Registrado en los últimos años del Proceso (lo que explica las referencias al poder militar), en este caso dedicada a su amigo Enrique Silberstein. En ese momento se había reeditado el libro de ES Los Ministros de Economía, lo que le inspiró a Sabato unas reflexiones que vale la pena releer, aunque las circunstancias históricas ya sean otras. Una aclaración para ayudar a captar el espíritu de la época: la madre de todas las batallas con que soñaron tantos de los personajes a que se refiere el libro (y también la nota), en esa época todavía no había terminado. Hoy sabemos que esa batalla finalizó en los '90, y que la perdimos nosotros. Y también, que los herederos de esos tipos nos siguen acompañando.


Termina bien lo que empieza bien (a veces...)

Entre las múltiples calamidades que nos han castigado tenazmente durante las últimas décadas hay una que me ha resultado particularmente irritante: la desmesurada importancia adquirida, en ese lapso, por los ministros de Economía, que han terminado siendo las primeras figuras de todos los elencos gubernamentales (*) (excepción hecha, claro está, de los comandantes en jefe, que son siempre los que mandan sin grupo). Como si la economía fuese un fin y no un medio y como si el problema económico fuera el más importante que tiene el país, mucho más que el militar, el político, el educacional... Aunque en esto hay que reconocer que, gracias a la penosa performance de la gran mayoría de esos ministros -y muy especialmente de Martínez de Hoz y su pléyade de chantócratas- dicho problema ha terminado por convertirse en una verdadera obsesión colectiva.

Contra esa mistificación contumaz, Enrique Silberstein dedicó buena parte de su actividad intelectual que se tradujo en sus popularísimas Charlas Económicas -verdaderas joyitas periodísticas comparables a las mejores Aguafuertes Porteñas de Roberto Arlt-, en sus heterodoxos libros como Dialéctica, Economía y Desarrollo; Vida y Milagro de Nuestro Peso; Piratas, Filibusteros, Corsarios y Bucaneros; Marx, Keynes y Cia. S.A.; Los Economistas; Los Asaltantes de Caminos, etc.; en sus desenfadadas obras de teatro como Historia de la Guita e Historia del Laburo; en decenas de conferencias y cursos; y, last but not least, en miles de horas de charlas mano a mano con sus muchos amigos. Los Ministros de Economía, publicado en 1971 y desde entonces totalmente agotado, es un excelente producto de esa tarea realizada con sapiencia y sin solemnidad; con honestidad e ironía; con talento y fervor. Y siempre con humor, con un humor sarcástico y mordaz pero también cálido y humano, sin pizca de cinismo, un humor que nunca es frívolo y por eso no oculta ni encubre la realidad, sino que es compromentido para denunciar "los piolines que movían las marionetas de turno", según la feliz descripción que de él hiciera Enrique Grande.

Como es sabido los puntos fundamentales que todo ministro de Economía debe tocar en sus discursos son:
1) Jamás el país estuvo peor, desde el punto de vista económico.
2) Hay que hacer toda clase de sacrificios para salir adelante.
3) La estabilidad es lo fundamental; conseguida la estabilidad estamos salvados.
4) La moneda sana es el objetivo de nuestra acción de gobierno.
5) El déficit fiscal se reducirá hasta más allá de lo posible.
6) Terminaremos, inexorablemente, con la burocracia.
7) Las medidas impopulares que debemos tomar son inevitables.
8) Suframos hoy, que mañana (o pasado) estaremos bien.

No soy yo, ni ahora, el que dice lo que Ud. acaba de leer, sino Silberstein, y en 1971. Y lo he transcripto sin comillas a propósito, para sorprenderlo con la absoluta vigencia del texto de Los Ministros de Economía, que lo llevará a exclamar, página tras página, "parece escrito hoy". Afirmación que al par de ser el mejor elogio de la profundidad del análisis que entonces hiciera Silberstein, resulta una triste comprobación de que los sacrificios que nos hicieron padecer no han servido para un pito y una negra premonición de lo que nos va a ocurrir con los nuevos sacrificios que, con su tradicional desfachatez, nos vuelven a pedir.

No es, por cierto, nada extraño que esos personajes digan hoy (y mañana y pasado y traspasado...) lo que decían entonces, ya que son los mismos, los "desconocidos de siempre" que, como los boy-scouts están "always ready" para ser ministros: Alsogaray, que fuera dos veces ministro (1959 y 1962); Martínez de Hoz, también dos veces ministro, la primera en 1963; Roberto Alemann, que hiciera su primer ensayo en 1961; Krieger Vasena y Dagnino Pastore que ya fueron y casi volvieron a ser. Faltan, por supuesto, los que fallecieron, como Pinedo, Méndez Delfino, Salimei. Pero a no desesperar, que ya están listos los de la nueva hornada, como Ricardo Zinn, auténtico mentor intelectual del "Rodrigazo"; Adolfo Diz el chantócrata número uno de la troupe de Joe; Jorge Bustamante, el autor de la frase más memorable de los últimos años ("28 millones de argentinos apoyan la actual política económica"); Guillermo Walter Klein (h), que a su magnífico antecedente de haber sido mano derecha de Martínez de Hoz agrega el no menos precioso de haber sido subsecretario de Gotelli cuando éste era ministro de Onganía; Alejandro Reynal, el que afirmó que la quiebra del BIR era la mejor prueba de las virtudes de la política financiera de Joe, más Zimmermann, Estrada, Ocampo, Lacroze, Tanoyra y otros tantos que tienen lo que hay que tener, apellido, amistades, dinero y sobre todo, la más ortodoxa ideología conservadora.

Y, por sobre todas las cosas, por qué van a cambiar de libreto si con éste les ha ido tan bien, tanto como mal le ha ido al país. Entonces y ahora siguen usufructuando el poder, obtenido eso sí, no por los votos sino por las botas. Es ese libreto el que hay que conocer a fondo, no en la superficie de su retórica sino en la profundidad de sus intereses. Eso es lo que hace Silberstein en este libro, pasando minuciosa revista a cada uno de sus infaltables elementos:

Déficit fiscal: "...casi todos los ministros de Economía se han golpeado el pecho y han jurado que terminarían definitivamente con el déficit fiscal, que es el mal que corroe la economía del país, que lleva a la inflación y que poco a poco va anulando las energías nacionales... A matar, a terminar, a liquidar definitivamente el déficit fiscal es la propuesta que todo ministro presenta al pueblo". Y más adelante agrega Silberstein: "...todos los que gritaron y se lanzaron como fieras contra el presupuesto deficitario dejaron sus discursos y gastaron sin preocuparse de obtener ingresos directos y definitivos".

Hay que sacrificarse: "El sacrificio (de los otros) es una constante de nuestra historia... no hay gobernante que no haya pedido su cuota de sacrificio... los ministros de Economía se refirieron al asunto éste del desarrollo, al ajustarnos el cinturón ahora para estar felices y contentos mañana, el de sufrir hoy para ver mañana el sol de la victoria". Silberstein exceptúa a Aldo Ferrer de sus críticas, afirmando que es "hasta ahora el único que no sólo no pidió sacrificio sino que dijo que no tenía sentido pedirlo porque la cosa estaba por otro lado".

Estabilidad monetaria: "El concepto de estabilidad monetaria, de inflación, de moneda sana, son quimeras que nunca existieron, que no tienen por qué existir y que se refieren a una circulación monetaria en moneda metálica que ya no existe más. Pues nada, todos siguen hablando de lo mismo y dan vuelta a la misma incongruencia". En esta materia, Silberstein exceptúa a Juan C. Pugliese pero en cambio critica severamente a Prebisch por su Informe al Gobierno de la Revolución Libertadora titulado nada menos que "Moneda sana o inflación incontenible".

Devaluación: "... casi no hubo ministro de Economía que no se llenase la boca con eso de mantener el valor de la moneda, de defenderla a capa y espada. Y siempre se consideró que la mejor manera de de defender a nuestro vapuleado y nunca bien ponderado peso era desvalorizarlo. Porque como todos saben, la desvalorización era obligatoria, imprescindible, debido a la mala situación por la que atravesamos, la peor de la historia, como consecuencia de las barbaridades que hicieron todos los ministros anteriores". Y así siguiendo con el costo de vida, la disminución de la burocracia estatal, la emisión y ainda mais...

Silberstein dedica particular atención al análisis de uno de los sofismas más extendidos, el de que los ministros de Economía son técnicos y que por tanto no hacen política. Nada más falso. "Si hay un ministerio político, ése es el Ministerio de Economía. Porque es hacer política el no modificar las cosas... Los ministros de Economía han hecho mucha política, mucha más política que cualquier piantavotos de la vieja y la nueva época... Desde ese ministerio se efectuaron todos los movimientos para que una cierta tendencia, una cierta concepción, una determinada manera de observar las cosas y realizarlas, siguiese en su puesto de mando sin que se la obstaculizase".

Para Silberstein, en el trasfondo de la conducta de estos ministros no sólo están los intereses que defienden sino también una malhadada alienación cultural que los lleva a ver la realidad propia con ojos ajenos, enfermedad que no es monopolio de la derecha sino que también aqueja a vastos sectores de la izquierda, y que nos viene de lejos, como lo prueba esta espléndida cita de un discurso de Estanislao Zeballos que brinda Silberstein: "Y si los libros europeos lo aconsejan y las necesidades argentinas rechazan el consejo, ¡primen nuestras necesidades y quémense los libros!". Lo que hubiese dicho Don Estanislao si hubiese conocido a los Chicago Boys o a los maoístas nativos...

Realmente hay que alegrase sobremanera por esta re-edición de Los Ministros de Economía. Porque es muy refrescante leer en prosa desenfadada y vital lo que a diario se expresa en textos solemnes, aburridos y chantocráticos. Porque es aleccionador leer a alguien que no tenía pelos en la lengua en medio de tanto escriba obsecuente y acomodaticio. Porque es estimulante leer a quien no tenía miedo (ni siquiera a equivocarse) de pensar por su cuenta y que se llevaba por delante las verdades convencionales y los clisés de moda. Porque es importante que nuevas generaciones de argentinos tomen contacto con la obra de un argentino de ley. Y finalmente, porque volver a poner en circulación a Silberstein indica que hay quienes están dispuestos a luchar contra la conspiración del silencio impuesta por los poderosos e instrumentada por los mediocres.

Jorge A. Sabato - Buenos Aires, Marzo de 1982.

Postdata: Perdón, Enrique, por tanto elogio, justamente a vos que le tenías mucha bronca a este tipo de cosas. Pero qué le vas a hacer: el naipe viene tan mal barajado que no hay más remedio que tratar de hacer algo para ordenarlo.

(Ensayos con Humor, Ediciones de La Urraca, p. 114, 1983. Publicado originalmente en Humor Registrado Nº 79, Abril de 1982.)

(*) Y eso que Sabato no llegó a ver en acción al Supermingo.


P.S. (I): Qué quieren que les diga, después de leer esto, la chicana que circuló cuando se fue Lavagna ("K Ministro de Economía"), da para respirar más tranquilo.

P.S. (II): Hard Core me señaló en su comentario la relación entre este post y este otro, cosa que no fue premeditada. Pero como todo tiene que ver con todo (Prof. F. Ibáñez dixit), el recuerdo de Silberstein aparece también en este artículo de Mario Rapoport (es viejo, del 2005 supongo), que incluye este párrafo:
"La inflación debe ser entendida en el marco de la problemática argentina: con ella han sido castigados los sectores populares, con una caída del consumo y los salarios reales, procesos agravados durante las hiperinflaciones. El país debe empezar otra vez y repensar cuál es el camino de crecimiento deseable para el interés nacional, reparando los graves problemas de destrucción del aparato productivo, distribución regresiva de ingresos, desocupación y pobreza heredadas de las políticas neoliberales. La presencia de una tasa de inflación moderada es un dato a tener en cuenta pero no está por encima del objetivo principal: crecimiento con equidad."

lunes, abril 16, 2007

Hasta siempre

Hace unos días falleció Kurt Vonnegut, un escritor al que reconozco no haber leído demasiado pero a quien siempre tuve en estima. Ayer se publicó en Radar un fragmento de sus últimos escritos, no de ficción sino de los que demuestran su estatura de hombre valiente y comprometido. No quiero seguir abusando del copy&paste, pero esto tiene que estar aquí.


Mi héroe, un hombre sensato
por Kurt Vonnegut

Yo no les puedo ofrecer más que algo pequeño a lo que aferrarse, la verdad. No es mucho más que nada, y tal vez sea un poco peor que nada. Es la idea de un verdadero héroe moderno: un esbozo de la vida de Ignaz Semmelweis, mi héroe.

Ignaz Semmelweis nació en Budapest en 1818. Fue contemporáneo de mi abuelo y de los bisabuelos de ustedes, y puede que les parezca que ha pasado mucho tiempo, pero en realidad vivió ayer, como quien dice.

Ejerció la obstetricia, lo que ya de por sí debería hacer de él un héroe moderno. Dedicó su vida a la salud de los bebés y de las madres. No nos vendrían mal más héroes de este tipo... En estos días, mientras los conjeturadores que hay al mando nos siguen industrializando y militarizando cada día un poquito más, la atención que se presta a las madres, a los bebés, a los ancianos y a cualquier persona física o económicamente débil es terriblemente escasa.

Ya les he dicho lo reciente que es toda esta información que tenemos ahora. Es tan reciente que la noción de que los gérmenes provocan enfermedades es de hace tan sólo 150 años. La casa que tengo en Sagaponack, Long Island, tiene casi el doble de antigüedad (no sé ni cómo vivieron el tiempo necesario para acabarla). Con esto quiero decir que la teoría de los gérmenes es muy reciente. Cuando mi padre era un niño pequeño, Louis Pasteur todavía estaba vivo y envuelto en cierta polémica. Todavía había muchos conjeturadores poderosos que se enfurecían con la gente que escuchaba a Pasteur y no a ellos.

Pues sí, e Ignaz Semmelweis también creía que los gérmenes podían causar enfermedades. Se quedó horrorizado cuando empezó a trabajar en una maternidad de Viena y descubrió que allí fallecía de fiebre puerperal una de cada diez mujeres.

Se trataba de gente pobre (los ricos todavía daban a luz en sus hogares). Semmelweis observó las prácticas hospitalarias y empezó a sospechar que eran los médicos quienes transmitían la infección a las pacientes. Se fijó en que a menudo pasaban directamente de diseccionar cadáveres en el depósito a examinar a las madres en el pabellón de maternidad. Entonces propuso de forma experimental que los médicos se lavaran las manos antes de tocar a las pacientes.

¿Podía haber sido algo más insultante? ¿Cómo osaba proponer algo así a sus superiores en la escala social? Semmelweis se dio cuenta de que era un don nadie: no era de la ciudad y carecía de amigos y protectores entre la nobleza austríaca. Sin embargo, las muertes no cesaban y Semmelweis, con mucha menos perspicacia social de la que probablemente tendríamos ustedes y yo, siguió pidiendo a sus colegas que se lavaran las manos.

Al final accedieron a hacerlo movidos por la mofa, la sátira y el desdén. ¡Cómo tuvieron que enjabonarse y enjabonarse y frotarse y frotarse y limpiarse bajo las uñas!

Las muertes cesaron. ¿Se lo imaginan? Las muertes cesaron. La de vidas que salvó.

En última instancia podría afirmarse que Semmelweis ha salvado millones de vidas, incluidas con bastante probabilidad las de ustedes y la mía. ¿Pero cuál fue el agradecimiento que recibió de los mandamases de su profesión en la sociedad vienesa, todos ellos conjeturadores? Lo expulsaron del hospital e incluso de Austria, a cuya gente había prestado tan gran servicio. Terminó sus días como médico en un hospital de provincias de Hungría. Allí renegó de la humanidad (que somos nosotros y todos nuestros conocimientos de la era de la información), y de sí mismo.

Un día, en la sala de disección, cogió un bisturí con el que había abierto un cadáver y se lo clavó a propósito en la palma de la mano. Poco después murió, como ya sabía que pasaría, de un envenenamiento de la sangre.

Los conjeturadores tenían la sartén por el mango: habían vuelto a ganar. Ellos sí que eran gérmenes. Pero los conjeturadores revelaron algo más sobre sí mismos, algo a lo que hoy en día deberíamos prestar la debida atención. Ellos no están interesados en salvar vidas, lo que les importa es que se los escuche (mientras sus conjeturas, por ignorantes que sean, se perpetúan días tras día). Si hay algo que detestan, es a una persona sensata.

Ustedes, séanlo, de todos modos. Salven nuestras vidas y también sus propias vidas. Sean honorables.


(Del libro Un hombre sin patria, Ed. Bronce.)

sábado, abril 14, 2007

Realmente, un grande

El bueno de Alfredo Zaiat viene midiendo cada día más, como diría el amigo Escriba. Hace una semana se mandó una nota excelente sobre la posible recompra por el Estado de parte del paquete accionario de Repsol YPF (¿qué sabrá Artemio sobre este asunto?). Y hoy sacó una columna fuera de serie sobre una de las mayores metidas de gamba del Gobierno, y la desmesurada importancia que se le da a las estadísticas. No me resisto a transcribir la mejor parte, y a ponerle negritas donde se me ocurre.

Ley de Irene
por Alfredo Zaiat

(...) El bochorno de la intervención del Gobierno en el Indec, con alteraciones vergonzosas en la metodología de registración en un par de rubros (turismo y prepagas), ha provocado un zafarrancho de proporciones. El papelón con el índice de la Canasta Básica Alimentaria de marzo, que pasó de un aumento de 3,6 por ciento a una deflación de 0,2 por ciento, revela que se cumple una de las leyes de Murphy: “No existe un modo acertado de hacer algo equivocado” (Ley de Irene). El secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, ha conseguido cerrar el debate sobre la inflación respecto de la sensación térmica de los bolsillos de la población y el indicador oficial de los precios. El índice de los últimos tres meses dejó de ser representativo de la variación de una canasta determinada de un hogar promedio en base a una encuesta nacional de gastos, como lo era hasta el año pasado.

Resulta llamativa la torpeza, a nivel político, de los cambios introducidos en el Indec. Los funcionarios responsables no explican públicamente nada de ese desembarco ni de las alteraciones de los porcentajes de índices relevantes, como el de la Canasta Básica que fija el umbral de la indigencia. Ellos piensan que la encuesta de precios que se realizaba en el sector turismo era deficiente; que la ponderación de las prepagas en el índice era excesiva porque es un servicio para una minoría de la población; que algunos directores del Instituto estaban más preocupados por sus vínculos con consultoras de la city que con su labor diaria; que un grupo de trabajadores está en una posición de boicot. Varias más son las desventuras que exteriorizan en diálogos informales al referirse al Indec. Puede ser que tengan razón, pero quedan en una posición incómoda cuando no cuestionan nada del resto de las estadísticas que elabora el Indec, informes que reúnen resultados favorables a la actual gestión.

Más allá de esta crisis de descrédito de un índice y de credibilidad del organismo encargado de elaborar estadísticas, el Gobierno ha llevado al extremo la perversa política de endiosar los “números”. El record de reservas, la desocupación de un dígito, la reducción de la pobreza y la indigencia a los niveles promedio de los ’90, el crecimiento del PIB por arriba del 8 por ciento para ubicarse por encima del máximo de la convertibilidad, el superávit fiscal en 3,0 por ciento del Producto como meta innegociable son festejados en una sucesión de numeritos ciertamente exitosos. Así la estadística pura queda por encima de la política económica, trastocamiento del orden de prioridades que la ortodoxia de los noventa ha logrado imponer. Las metas cuantitativas del FMI, que eran aceptadas como recetas para ingresar al paraíso, han definido una manera de analizar la economía que distorsiona la visión del proceso de una determinada política económica.

Nadie puede pensar que un hogar deja de ser pobre porque tiene ingresos por encima de los 915 pesos, nuevo piso que surge de la Canasta Básica Total. Ni que si el excedente fiscal fuese de 2,9 por ciento del PIB en lugar de 3,1 podría generar el derrape de la economía. Ni que una inflación anual de 9,9 por ciento muestra un gobierno más fuerte que un índice de 11,2. Las estadísticas fueron depositadas en el altar de “la verdad” de una realidad que es mucho más compleja que la de un simple indicador. Esa distancia entre la tecnocracia de los números y la orientación de una política económica genera esa percepción de engaño. Y otras veces construye una historia falsa. El gobierno de Arturo Illia, por ejemplo, quedó caracterizado como lento e ineficiente, pero las estadísticas de crecimiento del PIB revelan un período de bonanza (1964, suba de 10,3 por ciento; 1965, 9,1; y 1966, ya débil a nivel político, un alza del 0,6 por ciento). Otro caso similar fue el segundo gobierno de Juan Domingo Perón, que desde el punto de vista de los agregados macroeconómicos más importantes estuvo lejos de constituir un caos económico, como habitualmente se cree (en 1953, el Producto creció 5,4 por ciento; en 1954, 4,4; y en 1955, 4,2 por ciento).

La obsesión por las estadísticas concluye en confusión. Debería ser más importante qué estrategia económica se está desarrollando que el saldo que surge de un relevamiento realizado por encuestadores según una metodología determinada. Sobredimensionar la tarea y los informes del Indec lleva a transitar el estrecho desfiladero de caer en el abismo del ridículo cuando un numerito resulta desagradable.


Tomá nota, Artemio querido...

jueves, abril 12, 2007

martes, abril 10, 2007


Lo sucedido en Neuquén durante un fin de semana en que estuve desconectado me obliga a meterme en el barro de la realidad actual, esta vez manchado con sangre. Más por bronca e indignación que porque tenga algo nuevo o distinto para decir, después de palabras como las de María Esperanza o Manolo (x 2), o de este artículo de Oscar Raúl Cardoso. Antes que nada y para dejar en claro mi posición, los responsables de la muerte de nuestro compañero Fuentealba son dos: el que disparó y el que le dio el arma y la orden de reprimir. Lo demás, son palabras como aquellas de la canción de Leda y María:

Que tururururú
Que tururururú
Que tururururú
Que la culpa la tienes tú.

Parece haberse olvidado que una de las tareas fundamentales de la política es encarar los conflictos para resolverlos... políticamente. Ante una situación conflictiva, muchos se hacen los distraídos, algunos se quedan en las palabras y otros se hacen los duros. Este último es el caso del gobernador de Neuquén, que ejemplifica una posición que me permito definir como "populismo de mano dura", seguramente destinado a capturar votos de los taxistas que escuchan Radio 10 o de los fanáticos de la "seguridad jurídica" (la que no incluye a los trabajadores ni a los excluidos, por supuesto). Una cría del modelo de los '90, a su vez tributario en más de un sentido del Proceso, muchos de cuyos adherentes hoy día están mirando para otro lado o tratando que la sangre de nuestro compañero no los salpique. Quizás cometieron el error de creer que el abandono de las funciones de la política o la retirada del Estado de sus obligaciones podían hacerse impunemente. Total, después era fácil demonizar a los emergentes: los que cortan rutas, los que protestan, los que piden ni más ni menos que les reconozcan su derecho a vivir dignamente. De las causas del desquicio social, mejor no hablar.

La crónica del asesinato de Carlos Fuentealba es la de una muerte anunciada, como puede deducirse de esto o de esto otro. Ya hace mucho que las actitudes de Sobisch frente a conflictos como los de los obreros de Zanón o a la protesta social en general son las típicas de los patoteros. A los que critica, siempre y cuando no se trate de él mismo o de los que están bajo su mando. Quizás el hundimiento de su proyecto político personal (lo que deseo fervientemente) ayude a poner las cosas un poco más en claro. Si algo hay que reclamarle a los políticos, es que hagan más y mejor política. El camino de la represión y el asesinato que eligió este personaje nefasto, lleva al abismo. Y no nos olvidemos de Romero, otro de la misma calaña al que por esta vez no le tocó salir en primera página (todavía).

Y si hay algo que no me termina de quedar claro, es de qué lado está el Sr. Presidente, más allá de sus palabras. Del que no me disgusta que se la agarre con los plumíferos del diario de Bartolo o con otras lacras que andan dando vueltas, pero con los trabajadores es otra cosa. ¿Acaso reprimirá sus reflejos de patrón de estancia (o de amo del feudo, como dicen por ahí) para no perjudicar su imagen? ¿O quizás está convencido, aunque no lo diga, de que en temas como el salario de los docentes santacruceños (y de todo el país en general), los '90 ya no tienen vuelta atrás? ¿Que los maestros tienen que conformarse con básicos miserables, porque total con lo que les pagan en negro pueden sobrevivir (y cuando se jubilen, que los parta un rayo)? Me gustaría saberlo.

Por ahora, frente a la represión y el crimen, el título.

miércoles, abril 04, 2007

Seguimos ganando

Más allá de la falta de tiempo y de algunos problemas técnicos, no se me ocurría nada para escribir sobre los 25 años de Malvinas que no sonara como algo de circunstancia, obvio o reiterativo. Hasta que con motivo del post anterior me puse a revisar cosas viejas y me encontré con unas notas increíbles del Jorjón Sabato, notable testigo de aquellos días aciagos. No encuentro mejor homenaje a los que cayeron y a todos los que padecieron los horrores de esa guerra absurda que transcribir algunos de estos textos.

Las Malvinas dan para todo. Veamos qué pasa cuando el fervor patriótico pasa del bermellón entusiasta al verde financiero.

A río revuelto...

(...) Que el río está revuelto -y cómo- y desde hace un rato largo, no requiere demostración alguna. Y que los pescadores lo aprovechan para hacer su Agosto - y también su Septiembre, Octubre, Marzo, Abril... y hasta algún mes que todavía no se ha inventado- es más evidente aún que la desvalorización del peso. No me propongo por eso, aburrirlos con ejemplos que, por repetidos, son triviales y conocidos hasta por los niños de pecho. Quiero solamente presentar un caso muy reciente, producido en circunstancias que ya han sido calificadas de históricas y que muestra que no hay nada que los amilane en su febril actividad pesquera, para la que incluso han recibido ayuda -explícita o implícita, según se lo juzgue- de los que se suponen tienen por obligación cuidar los peces.

Ocurrió nada menos que el viernes 2 de Abril de 1982, cuando los ingleses eran desalojados del territorio que nos habían arrebatado en 1833, según la mejor tradición imperial, y se producía así la tan ansiada recuperación de las Malvinas. Mientras los soldados se lanzaban al combate y ponían en juego su vida, el país todo centraba en ellos su atención y su esperanza. Bueno, no exactamente todo el país, porque una pequeña minoría no se distraía con semejante acontecer sino que continuaba practicando esforzadamente su deporte favorito, aprovechando tan espléndidas circunstancias para hacerlo con mayor eficiencia aún que en días más tranquilos. El río estaba más que revuelto, situación óptima para obtener los mejores resultados en tan noble y distinguida actividad. Esos caballeros -que así se llaman entre ellos- estaban dedicados fervorosamente al ciclismo, montados, claro está, no sobre la vulgar bicicleta de dos ruedas (ésa que le pedíamos a los Reyes) sino sobre ese delicado instrumento que en los últimos seis años ha sido perfeccionado a niveles excelsos: la bicicleta financiera. Demostraban así una vez más que si el fútbol es pasión de multitudes, el "ciclismo" es fervor de minorías, por lo que la liberación de las Malvinas no sólo no los detenía sino que por el contrario los impulsaba a realizarlo con el máximo vigor y entusiasmo.

La bicicleta del 2 de Abril fue de factura muy simple (¡nada como la sencillez de lo clásico!) y de muy buen rendimiento: una ganancia de aproximadamente el 11% por cada operación, y a lo largo de la histórica jornada fueron muchas las que pudieron efectuar los ciclistas competentes. Se puso en marcha gracias a una disposición del Ministerio de Economía (1) que ordenó que, por causa de los acontecimientos de dominio público, ese día no podrían operar las casas de cambio, por lo que los únicos autorizados a comprar y vender divisas serían los bancos y financieras. Como consecuencia de este virtual monopolio recibieron una demanda inusual de dólares, lo que elevó su cotización a niveles superiores a los 13.000 pesos (2). Pero al mismo tiempo, y siguiendo instrucciones del Ministerio de Economía, el Banco de la Nación se esforzaba en impedir la suba del dólar, por lo que vendía a 11.800 la transferencia de dólares a los bancos.

Y aquí está, en rauda marcha, la elegante bicicleta: comprar al Nación a 11.800 cada dólar y vender al público a 13.000. ¡Elemental, Watson! Nada menos que 1.200 pesos de ganancia por cada dólar, y fueron millones los que se vendieron...

Hay, por cierto, una pregunta inexcusable: ¿cómo diablos las autoridades económicas no sólo permitieron que se realizara tal maniobra, y nada menos que en día tan especial, sino que de hecho la hicieron posible con una disposición a la que nadie ha sido capaz de encontrarle razón técnica valedera? A menos de suponer una complicidad delictiva que, por falta de pruebas, no hay más remedio que descartar, sólo cabe una sola respuesta, y realmente alarmante: ello se debió a una total incompetencia de dichas autoridades. ¿Pero no es que la única razón para haberlas designado y para sostenerlas contra viento y marea es su competencia profesional, tan superior a la de las que podrían designar gobiernos civiles corruptos e ineficientes? ¿No es que han estudiado en colegios secundarios pagos y bilingües, en universidades privadas libres de toda contaminación marxista, en universidades extranjeras, donde han aprendido la economía seria, la de Friedman? Si ahora se demostrase que ni siquiera son competentes, sería realmente el acabóse... Pero éste es un problema que tienen que resolver los que las designaron, que son los finales responsables de todo.

Para terminar digamos que por supuesto no hubo nada ilegal en todo lo que hemos descripto; ya hemos dicho que los ciclistas son caballeros... Simplemente, lo que a uno le revuelve el estómago es que la bicicleteada se realizó justamente el 2 de Abril. Y tanto más cuando, en los días que siguieron, vimos a muchos de sus beneficiarios golpeándose el pecho vivando a la Patria y a la Soberanía. Si hasta nos pareció ver a algunos de ellos en la comitiva que acompañó al flamante gobernador de las Malvinas. ¿Habrá ido a ver si ya están dadas las condiciones para instalar allí un velódromo donde poder practicar su deporte favorito?

Jorge A. Sabato, Ensayos con Humor, Ed. de la Urraca, 1983, p. 94 (aparecido originalmente en la revista Humor Registrado, abril de 1982).

(1) No está de más recordar que el Ministro de Economía era en ese momento el Dr. Roberto Teodoro Alemann, leal amigo y digno sucesor de José Alfredo Martínez de Hoz (tras el interregno de Lorenzo Sigaut, aquél de la frase "el que apuesta al dólar pierde").

(2) La moneda vigente en 1982 era el peso ley 18.188, que había reemplazado en 1970 al peso moneda nacional, y que fue suplantado en 1983 por el peso argentino, que fue sucedido a su vez en 1985 por el austral, seguido finalmente por el peso actual en 1991.


Vaya este post dedicado a los amigos de Homoeconomicus, que hace unos días y con motivo de la loable campaña "Joe preso ya" levantaron una vieja entrada mía dedicada a Sabato. Y Felices Pascuas para todos.

martes, abril 03, 2007

Otro olvidado (y van...)

Hace un tiempo, en una de las lecciones de Filosofía que nos brinda los domingos, José P. Feinmann citó a Enrique Silberstein, economista y escritor (en realidad repetía lo que ya había escrito en esta nota de 2003). En los inicios de este blog expresé mi reconocimiento a los que hacen la economía entendible, y aunque no lo mencioné a Silberstein, en alguna neurona perdida lo tenía presente.

A quienes no lo conocen les dejo su presentación en palabras de otro de los pocos que lo recordaron a 30 años de su muerte, el también ya fallecido Julio Nudler. Quien en su nota transcribe algunas de las "Charlas económicas" que hicieron conocido a Enrique allá por los '60, y que para mí siguen teniendo absoluta vigencia.


¿Qué es no pagar?

Nuestro mundo ha sido educado y enseñado dentro de dos supuestos fundamentales: 1) el trabajo es salud; 2) las deudas hay que pagarlas aun a costa del hambre y la miseria. Como consecuencia, el mundo anda a las patadas y vivimos en un merengue de la gran siete. Y no podía ser de otra manera. Porque, ¿qué de bueno se puede esperar de un tipo que cree que hay que trabajar como un descosido y que hay que pagar todo lo que se debe? Nada, por supuesto. Además, esos conceptos fueron introducidos por alguien que nunca trabajó y que siempre fue acreedor. Dicho de otra manera, por un oligarca, un trompa, un mandamás. Pero el comportamiento humano es tan extraño, que esas cosas que sólo sirven a los intereses de los ricos han pasado a ser parte del bagaje de prejuicios de los pobres. Y así, todo tipo que ha yugado 12 o 14 horas diarias en dos o tres empleos dice que este país no anda porque la gente no trabaja. Y todo tipo que apenas si puede llegar a fin de mes cumple religiosamente con el pago de cuanta cuota tiene distribuida por el barrio. Pero esto, que es grave mirado desde el aspecto individual, es terrorífico mirado desde el aspecto colectivo. No hay ministro de Economía, de Finanzas, de Hacienda, o de lo que sea, que no proclame a todos los vientos que pagará todas las deudas con el exterior y que hará el máximo de economías. En otras palabras, lo que está diciendo es que no sirve para ministro. Porque un ministro no tiene como misión pagar deudas o hacer economías, sino dictar medidas para desarrollar el país. El día en que se tenga plena conciencia de que el no pagar a los acreedores extranjeros es una parte fundamental del plan de desarrollo, no sólo el plan se pondrá en marcha, sino que los bancos nos ofrecerán plata a paladas. Porque los acreedores bancarios, y es algo que la gente no tiene en cuenta, viven de los intereses; y, cuando uno paga, la deuda se extingue y no hay más intereses. En cambio, el que cumple puntillosamente o el que, llevado por el deseo de no molestar, no pide crédito son seres inexistentes desde el punto de vista bancario. No son clientes. Clientes es aquel que mueve mucho, paga cuando puede y que cada vez que paga abona los intereses y renueva el capital. Que a los bancos les importa tres pepinos del préstamo en sí. Lo que les importa son los intereses. Por eso el no pagar es la única forma de conseguir plata.


¿Qué es refinanciar la deuda?

La mejor manera de hablar sobre el tema, es definir cada uno de los componentes. Por descontado que no es necesario definir qué es una deuda, pues sería un ataque frontal a la idiosincrasia del ser argentino el imaginar que pueda haber alguien que ignore qué es una deuda. Y no sólo en el aspecto teórico sino, y principalmente, en el práctico, pues ser deudor hace a la esencia misma de la nacionalidad. Ello se debe a que, como decía Thoreau: “Es difícil empezar sin pedir prestado”, y nuestro país es uno que siempre está empezando.

Dicho lo cual, pasaremos al otro punto. Desgraciadamente no tenemos espacio para hacer etimología, por lo que nos contentaremos con decir que financiar es entregar dinero a otro que lo usará productivamente o no. Esto es prestar dinero, pero dicho en forma elegante. Quien presta dinero es un prestamista y la gente lo mira mal, quien financia (o sea quien presta como el otro) se llama financista o banquero y merece todos los honores. Cosas del aparentar. Ahora bien, financiar una deuda es duplicación, puesto que la deuda es consecuencia de un préstamo o de una financiación anterior, de donde financiar una deuda es pedir prestado para pagar una deuda. O para decirlo más claramente, tapar un agujero con otro. Pero esto no es todo, porque la palabra clave, que es “re”, significa reiteración o repetición, de donde refinanciar es financiar lo que está financiado, y refinanciar una deuda, que a su vez es consecuencia de una financiación previa, es financiar la financiación de lo financiado. O, en otras palabras, pedir prestado para pagarle a quien nos prestó. Es decir, y para decirlo académicamente, “mangar” para calmar a quienes “mangamos” antes. Esto, que es cosa de todos los días para los viles mortales que nos manejamos con miles de pesos se convierte en cuestión de Estado y adquiere caracteres mitológicos cuando se trata de miles de millones. Porque una cosa es decir: “Me voy a mangar”, y otra es anunciar: “Partimos al exterior para refinanciar la deuda”. Pero, entre nosotros, es lo mismo.


¿Qué es el producto bruto?

En primer lugar debemos aclarar que lo de bruto no es despectivo, sino que indica que no se ha efectuado amortizaciones en el equipo productor. Cuando se amortiza se llama producto neto. En segundo lugar precisemos ya, que producción es la suma global de todo lo producido, con lo que se repiten varias veces los mismos conceptos, puesto que el trigo del agricultor está incluido en la harina del molinero y en el pan del panadero. Para que tal cosa no ocurra se tiene en cuenta sólo que cada sector o empresa ha agregado en concepto de salarios, renta del suelo y ganancia. Precisamente, la suma de estos valores agregados es el producto bruto.

Para ser más claros pondremos un ejemplo. El agricultor produce trigo por 100 y se lo vende al molinero, quien produce harina, por 160, que a su vez vende al panadero, que produce pan, por 200. La producción es la suma global indiscriminada (100 más 160 más 200), cuyo resultado es 460. Mientras que el producto bruto, que sólo toma los valores agregados por cada sector, es igual a 100 más 60 (160 del molinero menos los 100 ya producidos por el agricultor), más 40 (los 200 del panadero menos los 160 producidos por el molinero), o sean 200. Con esto hemos dicho que valor agregado y producto bruto son la misma cosa y que los dos son distintos de la producción.

¿Y todo eso para qué sirve? Como servir no sirve para nada, si es que consideramos las cosas basados en una tabla de valores que relaciona los hechos con los antibióticos, la comida o el fútbol. Pero desde un humilde ángulo de enfoque, dado por el deseo de saber cómo funciona la economía de un país, la comparación de los cuadros de producto bruto de varios años permite tener una idea de la evolución de la capacidad productiva del país. Lo que permite que se esté en condiciones de mejorarla, reforzarla, modificarla. Como generalmente no se está en condiciones de hacer nada de eso, o no se quiere hacer nada de eso, los cuadros del producto bruto sirven para ampliar los anaqueles de los archivos. Peor sería, que se los tirase.


¿Qué es Wall Street?

“Wall” quiere decir pared, paredón, muro, y “street” quiere decir calle, de donde, salvo error u omisión, Wall Street es la calle de la pared o calle del muro, como le dicen los franceses, o calle del paredón. Está situada en la parte vieja de Nueva York, cerca del puerto, tal como corresponde a todos los centros financieros del mundo. Wall Street está cerca del puerto: la City, en Londres, está cerca del puerto; las calles 25 de Mayo, Reconquista y San Martín están, en Buenos Aires, cerca del puerto. Y es que los negocios empezaron hacia afuera. Toda la actividad originaria se hacía en base a las relaciones marítimas con otros países. En el caso de Nueva York, con Inglaterra, su metrópoli; en el caso de Buenos Aires, con España su metrópoli primero y con Inglaterra, su metrópoli, después. En el caso de Londres, con todo el mundo. Por supuesto, en Wall Street primero estaban situadas las oficinas de quienes comerciaban con el exterior a través de la aduana, después se instalaron las oficinas de quienes financiaban tales operaciones, y después se instaló en esa calle la Bolsa de Comercio de Nueva York. Y desde entonces todo se hizo alrededor de la Bolsa. Pero como la Bolsa no puede funcionar sin los bancos, todas las oficinas bancarias se instalaron por esa calle o por las más cercanas. De tal manera, Wall Street es el centro bursátil y financiero más poderoso del mundo. Ahí están los que tienen plata, pero plata en serio. Ahí están los que mandan, pero los que mandan en serio. Ir caminando por esa calle oscura, húmeda y sucia (pues dada la altura de los edificios jamás el sol llega al suelo, y dada la gran cantidad de gente que circula por la zona es imposible limpiar todo lo que ensucian), es un mundo de sorpresas. De repente uno ve una chapa de regular tamaño que dice “United Fruit Inc.”. Nada más. Y en esa chapa está la historia de toda Centro América. Y ahí están los edificios del Chase Manhattan Bank, o del Citibank, o del Guaranty Trust, nombres que conmueven a media humanidad. Uno entra en cualquiera de los grandes rascacielos y lee los nombres de los ocupantes: Morgan, Stanley and Co., Kuhn, Loeb and Co., Goldman, Sachs and Co., y otros o sea la historia de la otra mitad. Todo lo que pasa en el mundo influye sobre Wall Street (por ejemplo, cuando pasaron las cosas que ocurrieron en Cuba, los corredores de azúcar se pasaron al negocio del café), y todo lo que pasa en Wall Street influye en el mundo (un aumento de la tasa de interés, una quiebra, una restricción de los créditos bancarios, tiene más importancia mundial que ciertas medidas económicas de los propios gobiernos). Una sonrisa de asentimiento de cualquier fulano de Wall Street consolida y asegura larga vida al ministro de turno de cualquier gobierno de turno del mundo. Y es un simple paredón.


Post Scriptum: habrá más de Silberstein, en particular en el recuerdo de su amigo Jorge A. Sabato. Quien en el Nº 70 de la revista Humor (octubre de 1981) le dedicó las siguientes palabras:

"Enrique Silberstein murió el 5 de Octubre de 1973, a los 53 años. No lo mató el cáncer, como dijeron, sino la desesperanza, la misma que mató a Dante Panzeri, a Oscar Varsavsky, a Cora Ratto de Sadosky, a Ricardo Platzek... La desesperanza de ver que la vida se les iba y el infame espectáculo de la prepotencia y la mediocridad, de la mentira y la obsecuencia, de la corrupción y el acomodo, continuaba sin interrupción y que ellos, los creadores, los luchadores, los mejores, quedaban al costado de la historia, masticando su impotencia, gritando su mensaje. Pido excusas por estas palabras, demasiado solemnosas o solemnudas. Y en particular se las pido a Enrique, que huía de la solemnidad como de la peste."

No es que a uno le guste ponerse agreta o melanco, pero alguna vez tiene que salir un tiro pa'l lado de la justicia.