martes, marzo 24, 2009

Mónica y los obreros de Acindar

La tragedia que vivió la sociedad argentina hace tres décadas no se inició el 24 de marzo de 1976, si bien esa fecha marca el inicio del terror institucionalizado. Entre los innumerables recordatorios que se podrían hacer en el día de hoy, elegí un fragmento del libro Iglesia y Dictadura (1986), de Emilio F. Mignone.


Mónica

El 14 de mayo de 1976, a las 5 de la mañana, un grupo de hombres fuertemente armados arrancó de nuestro hogar, ubicado en la avenida Santa Fe 2949, 3º A, en Buenos Aires, a mi hija Mónica, entonces de 24 años. Nunca más tuvimos noticias de ella. Mónica pasó a integrar la nómina de los millares de detenidos-desaparecidos.

Desde el primer momento mi señora y yo tuvimos la certeza de que se trataba de un procedimiento regular, ejecutado por personal de las fuerzas armadas. Las razones de esa conclusión están expuestas en las declaraciones que he prestado en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la O.E.A., en la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas y en la causa contra los integrantes de las tres primeras juntas militares, tramitado ante la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal de la Capital Federal (1).

A partir de esa infausta madrugada de mayo, iniciamos desesperadas gestiones ante todo género de autoridades con el fin de obtener alguna noticia sobre Mónica. Lo mismo hicieron las familias de seis de sus amigos, que ese mismo día fueron privados de su libertad.

En el curso de los trámites nunca aceptamos las explicaciones que entonces se esgrimían, arguyendo que las desapariciones eran ajenas al gobierno de las fuerzas armadas. Desde el primer momento sostuvimos, privada y públicamente, la responsabilidad de éstas. Y pronto comprendimos que el método de hacer desaparecer a los disidentes políticos "en la noche y en la niebla", formaba parte de un sistema represivo fríamente concebido y ejecutado.

El grueso de la población estaba confundido y desconcertado. Sin embargo, los integrantes de los sectores informados de la sociedad argentina -militares, altos funcionarios, diplomáticos, dirigentes políticos, sociales, financieros, empresarios y sindicales, periodistas, obispos- tenían conocimiento cabal de lo que estaba ocurriendo. Y muchos de ellos lo justificaban, lo aplaudían y aún cooperaban con esa acción.

Recuerdo vívidamente un episodio de esa época. En los primeros días de abril de 1976 fui invitado a una recepción organizada por la representación del Banco Interamericano de Desarrollo, con motivo de la llegada de una misión financiera. Predominaban en el encuentro los funcionarios de la nueva administración, en su mayoría uniformados, a quienes no conocía. Al encontrar a un amigo, el economista Carlos Brignone, ya fallecido, me acerqué a él. Me presentó a su interlocutor. Era Walter Klein, padre del segundo hombre del Ministerio de Economía del mismo nombre. Estábamos cerca de la puerta. De pronto vimos entrar exultante al general Alcides López Aufranc, que acababa de ser nombrado presidente de la empresa siderúrgica Acindar, sucediendo a Martínez de Hoz. Se acercó al grupo y saludó. Klein lo felicitó por su designación diciendo: "Ahí se necesitaba un hombre enérgico como usted". López Aufranc sonrió complacido. Luego la conversación se orientó hacia los rumores de una posible huelga en el sector, señalando Klein que tenía noticias de la detención de 23 delegados de fábrica. El general, creyendo que yo también pertenecía a la banda adueñada del poder, contestó tranquilizándolo: "No se preocupe, Walter, -le dijo- todos están bajo tierra".


(1) El Diario del Juicio, Buenos Aires, 24 de setiembre de 1985, año 1, número 18, p. 389-394.

Emilio Fermín Mignone, Iglesia y Dictadura, Capítulo 1 - El Vicariato Castrense; Universidad Nacional de Quilmes - Página/12, 1999; p. 19-20.

lunes, marzo 23, 2009

Aprendiendo con Varsavsky

Alguna vez este blog fue acusado de emanar un "tufillo antiintelectual" o "medio fascistoide", y más recientemente de algunas cosas más. Y hace rato que no toco la temática de las relaciones entre ciencia, tecnología, Estado y sociedad, a la que en otras épocas me dediqué con asiduidad. Creo que este post del Grupo de Gestión de Políticas de Estado en Ciencia y Tecnología me da la oportunidad de volver sobre el asunto, y de paso homenajear a un intelectual brillante y ejemplar.

El Grupo de Gestión está realizando una campaña de Extensión Universitaria, destinada a interesar a las autoridades nacionales en proyectos generados en las Universidades, que pueden ser aplicados en beneficio de la sociedad. Por lo cual recomiendo leer las últimas entradas de su blog para interiorizarse del asunto.


Oscar Varsavsky, químico argentino (1920 - 1976)

Gran parte de su vida académica la desarrolló en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, UBA. Explicitó su cuestionamiento a la actividad científica e intensificó la búsqueda de nuevas vinculaciones entre las ciencias. Profundizó estudios en Matemática y Física para luego hacerlo en Historia y Epistemología.

A fines de 1960 se relaciona más con las Ciencias Sociales y fue uno de los primeros y más destacados especialistas mundiales en la elaboración de modelos matemáticos aplicados a esas disciplinas.

Fue un crítico permanente del "cientificismo", corriente de pensamiento en Ciencia yTecnología (CyT) que definía como " la actitud del que por progresar en la carrera científica olvida sus deberes sociales hacía su país y hacia los que saben menos que él".

Estimuló la creatividad del científico y su espíritu nacional, fomentando los estudios que interesan a cada país, eliminando los trabajos individualistas con el único fin de satisfacer necesidades e intereses de una elite mundial.


Aprendiendo con Varsavsky

Se podrá coincidir o no con la visión que Oscar Varsavsky tenía sobre CyT, pero que las problemáticas que planteaba en la década del ´60 aún permanecen vigentes, no hay dudas.

Por ello, imaginamos una entrevista a Varsavsky en donde las "respuestas" corresponden, literalmente, a textos tomados de su libro "Ciencia, Política y Cientificismo"(1).

La "entrevista" no debe tomarse como una reflexión nostálgica sobre su figura, sino como un modesto reconocimiento a una persona que nos sigue mostrando, a 40 años de distancia, la extraordinaria profundidad de su pensamiento.

Ahí va:

- Dr Varsavsky, ¿cómo cree que se puede transferir el conocimiento a la sociedad?

- "Si alguna afirmación científica nos permite hacer la experiencia, es que conviene plantear el estudio de cada problema social y de otros de análoga complejidad en su marco de referencia local, buscando los factores importantes y las leyes adecuadas al caso particular, sin despreciar la experiencia universal, pero sin aceptarla a priori."

"Hacer eso en Argentina es hacer ciencia argentina. Y sus adelantos contribuirán a construir esa ciencia social universal, hoy tan endeble, más que el seguidismo a las ideas del hemisferio Norte".

- En ese marco, ¿qué importancia le adjudica a la autonomía tecnológica?

- "Para evitar confusiones, insistiré en que la autonomía tecnológica es independencia de criterio y actitud crítica, pero de ninguna manera rechazo indiscriminado de todo lo que provenga de otro país."

"Por mi parte creo que hay un método de trabajo que prácticamente obliga a hacer ciencia autónoma razonable. Es el estudio interdisciplinario de problemas grandes del país, incluyendo una adaptación a éste de la enseñanza superior..."

- ¿Pero no sería peligroso dedicarse a aplicar recetas para resolver problemas? De esa manera, ¿no podría quedar desguarnecida la investigación básica, entre otras?

- "Estas cuestiones parecen ser superficialmente de ciencia aplicada pero, como siempre, en cuanto se quieren tratar en serio conducen a la investigación teórica original."

"No se trata de hacer ciencia aplicada sino de no romper la cadena completa de la actividad científica: descripción, explicación, predicción y decisión."

"El académico desprecia el último eslabón, el empírico se queda sólo con él. Aquí se propone empezar por él, pues decidir implica haber definido los objetivos y por lo tanto da el verdadero planteo del problema y luego ir hacia atrás funcionalmente: Predecir no para tener la satisfacción de acertar, sino para poder decidir, o sea elegir entre varias posibilidades la que mejor logrará objetivos. Explicar no por el placer de construir teorías, sino para poder predecir. Describir no para llenar enciclopedias, sino en función de la teoría, usando las categorías necesarias para explicar".


Estas cosas las planteaba Varsavsky hace 40 años. Sus palabras: "no romper la cadena completa de la actividad científica", claramente indican que no se debe cortar el circuito del conocimiento. En otras palabras, todo conocimiento generado que tenga aplicación para resolver problemas, debe aplicarse.

Actualmente, esa cadena está cortada porque el conocimiento no le llega a la Sociedad, o le llega muy poco, constituyendo la máxima debilidad de nuestro sistema CyT.

Porque no utilizar nuestra propia potencialidad para resolver la demanda social existente es una de las principales causas de la escasa expansión del sector CyT y probablemente de la exigua inversión, problemas estructurales de los que mucho se habla pero que no se discuten.

Más aún, una inversión escasa en CyT hasta puede tener una lógica vista desde el poder político. En efecto, un político bien intencionado podría preguntarse, o preguntarnos: ¿para qué invertir en un sector que tiene capacidades para resolver demandas sociales pero no las utiliza? (medicamentos, vacunas, viviendas económicas, saneamiento de aguas, mal de Chagas, entre otros).

¿Qué respuesta podríamos dar? ¿Tenemos respuesta?

En ese contexto no es descabellado plantearse que la baja inversión en CyT es la consecuencia que se deriva de la escasa utilización social del conocimiento.

Esta pobre inserción en la comunidad puede deberse a que los problemas que puede resolver el sector CyT no son apoyados desde el poder político, o que aquellos que fueron resueltos no son puestos en práctica. O peor aún, necesidades que estaban resueltas y luego esas tareas fueron concesionadas y/o los laboratorios desmantelados. Además, se puede deber al escaso compromiso social, o a intereses diferentes, de una parte de la comunidad CyT.

Por eso todavía, como decían los sociólogos Pablo Kreimer y Hernán Thomas (2), las viejas preguntas no tienen respuesta:

¿Cuál es la utilidad social de la investigación científica y tecnológica?
¿Por qué no se aplican los conocimientos localmente generados?


Por eso, si Ud. quiere ayudar a cambiar un poco las cosas, ADHIERA a la Extensión Universitaria para ver si algo se modifica.

Además, sería un merecido homenaje a Varsavsky, y muchos otros.


(1) "Ciencia, Política y Cientificismo", por Oscar Varsavsky, Centro Editor de América Latina. Buenos Aires, noviembre de 1969. Las "respuestas" corresponden a fragmentos tomados del capítulo IV: Autonomía Tecnológica.

(2) "Producción y Uso Social de Conocimientos. Estudios de sociología de la ciencia y la tecnología en América Latina", de P. Kreimer, H. Thomas y otros (Universidad Nacional de Quilmes, 2004).

miércoles, marzo 18, 2009

Hello Abe

Allá por los '60, el "Barba" Manuel J. Castilla y Gustavo "Cuchi" Leguizamón escribieron esta maravilla, cuya letra se refiere a la leyenda salteña del Duende, un ser mítico con la característica de tener una mano de hierro y la otra de lana.

Dejando volar la imaginación, uno podría asimilar dicho duende con la política imperial de los Estados Unidos. En lo ideológico, la "mano de hierro" estaría representada por el difunto Samuel P. Huntington o por Robert Kagan, y la "mano de lana" por alguien como Abraham F. "Abe" Lowenthal, un experto en América Latina y el Caribe.

Esta nota que le dedicó a "Abe" Santiago O'Donnell, de tono casi afectuoso, me recordó algo que había leído sobre este personaje en el libro de Gustavo Cangiano "El pensamiento vivo de Jauretche", un valioso aporte para leer a Don Arturo en el siglo XXI (se puede descargar de acá). Su capítulo 7, "Los caminantes de la colonización pedagógica", se inicia así:

"La transformación de los intelectuales contestatarios de los sesenta en apologistas profesionales de la sociedad capitalista es un fenómeno que ya había sido previsto por los expertos norteamericanos ligados al Partido Demócrata. Tras festejar "el fracaso de las experiencias socialistas o casi socialistas y de los regímenes militares populistas", el politólogo Abraham Lowenthal sostenía hace una década que "las oportunidades de América latina de encarar con éxito su agenda social pueden depender mucho de la izquierda; existe un espacio político en muchos países de América latina para un movimiento social democrático que acepte las reglas democráticas y los principales principios de una doctrina económica moderna, pero que plantee los temas de igualdad que han sido muy descuidados hasta ahora" (1).

Esta inesperada confianza del establishment norteamericano en la izquierda latinoamericana abrió a los ex jóvenes radicalizados las posibilidades de realización personal y ascenso social que le estaban vedadas a las mayorías populares. Al tiempo que llovían becas, cátedras, asesorías, promoción publicitaria y otras canonjías, los intelectuales izquierdistas aprendieron buenos modales. Comiendo de la mesa abundantemente servida de quien hasta ayer era el "enemigo burgués", descubrieron el "valor universal de la democracia", abjuraron de los métodos violentos de lucha política, desconfiaron de la capacidad revolucionaria de la clase obrera y acallaron las "profecías milenaristas" de Carlos Marx con la dulce melodía de lord Keynes. Llamaron a su apostasía aggiornamiento y se declararon a salvo de todas las utopías. Beatriz Sarlo calificó de "psicótico" a su maoísmo juvenil, mientras que el profesor Atilio Borón intentó renovar el socialismo sintetizando las abstrusas teorías de Harvard con las reivindicaciones de los homosexuales. La reconversión de la intelectualidad izquierdista latinoamericana es a la de los países metropolitanos lo que las novelas de Isabel Allende son a las de Gabriel García Márquez: un remedo burdo, una versión degradada y de segunda mano."

Tras referirse al "nuevo credo" de intelectuales como Ludolfo Paramio (nombrado Ludovico, supongo que por error) y Jorge Castañeda, el autor remata:

"(...) El círculo se cerraba: Lowenthal convocaba a la izquierda y la izquierda aceptaba la convocatoria.

¿Habría que sorprenderse de este enternecedor idilio entre los aggiornados intelectuales de izquierda latinoamericanos y las clases dominantes? En una sociedad que diferencia claramente a los privilegiados del pobrerío, no resulta difícil saber de qué lado se sitúan los profesores de filosofía, los críticos literarios o los científicos sociales. Arturo Jauretche se extendió ampliamente sobre esta convergencia entre la derecha y la izquierda. Esta última −decía− "es el ala izquierda de la oligarquía. Ella tiene por misión distraer la opinión del pueblo, sacarlo de sus verdaderos objetivos (...). Por eso el imperialismo y la oligarquía les da prensa, cine, radio, televisión, cartelera, cartel. Su función es taponar las vías del pueblo para que no aparezcan verdaderos caudillos y conductores. Su función es hacer méritos, que el aparato de la publicidad realza para que se prestigien en las masas. Son la argolla en la nariz del toro" (2).

No se equivoca Lowenthal. Curada del sarampión juvenil contraído en los tiempos del Mayo Francés, la izquierda aggiornada está en condiciones de administrar el estado. Al acatar las "reglas democráticas" y la "doctrina económica moderna" está aceptando, en definitiva, el capitalismo en su conjunto y cumpliendo con la tarea que Jauretche denunció. Sobre esta base, cualquier recambio gubernamental en los países latinoamericanos significará, si es que no irrumpe en la escena política el pobrerío, el triunfo de esta izquierda: los "Lowenthal boys", que son los herederos desdentados de la nueva izquierda carnívora de los sesenta."

(1) Página/12, 7/2/93.
(2) Arturo Jauretche, Prosa de hacha y tiza, Ed. Coyoacán, Buenos Aires, 1961, p. 50.


No es un texto escrito para ganar amigos, evidentemente. Pero sirve para identificar a "Abe" como un "mecenas del progresismo blanco", o algo por el estilo.

Y además, conviene no olvidar la leyenda del Duende:


"(...) Tiene una mano de hierro y otra de lana, cuando se acerca a alguien le pregunta si con cuál mano desea ser golpeado. Algunos dicen que, sin importar la elección, el duende golpeará siempre con la de hierro. Otros, en cambio, aseguran que los desprevenidos eligen la de lana y que es ésta la que en realidad más duele."

miércoles, marzo 11, 2009

Todos sabían




Fascinado por la conexión anglosajona del pensamiento Nac&Pop, después de este post seguí buscando trabajos de Robert Wade y me encontré con un artículo de octubre pasado sobre la crisis financiera mundial, publicado en el New Left Review. Afortunadamente está traducido al castellano, y de ahí extraje este párrafo:

"Cuando el Bank for International Settlements (BIS) [Banco de Pagos Internacionales] de Basilea afirmó en su Informe Anual de 2007 que «años de política monetaria laxa habían animado una gigantesca burbuja crediticia, que nos hacía vulnerables a una recesión similar a la de la década de 1930», su diagnóstico fue ampliamente ignorado por empresas y reguladores, a pesar de la reputación de prudencia atesorada por esta institución. Incluso en mayo de 2008, algunos comentaristas estaban todavía sosteniendo que la crisis era una minucia, análoga a una tensión muscular en un atleta de elite que puede curarse con un poco de reposo y fisioterapia, estado opuesto a un ataque de corazón sufrido por un fumador de tres paquetes diarios cuya cura exige cirugía y cambios sustanciales en su estilo de vida."

Y otra búsqueda me llevó a releer una edición del suplemento Cash de Página 12 donde se reseñaba una exposición ante especialistas del entonces director del Banco Central, Arturo O'Connell. La nota principal empieza así:

"La globalización entró en reposo: se abrió en ella una pausa, mientras el crecimiento mundial se desacelera notablemente. Si hasta 1973 el mundo crecía a un ritmo promedio del 5% anual, en los ‘90 se expandió sólo al 2,6%, y desde entonces menos aún. El comercio internacional se redujo o estancó, y los flujos netos de capital hacia los países subdesarrollados se desplomaron. La desocupación se dispara: en Estados Unidos, ese ‘gigante con pies de barro’ y ‘Hegemón malevolente’, ya es la mayor de los últimos 40 años."

Tras referirse a los déficit fiscal y de cuenta corriente de EE.UU., O'Connell menciona el efecto deflacionario de la irrupción de China e India en el mercado mundial, y a continuación esta frase:

"A esto se suma el reventón de las burbujas especulativas, y ahora mismo el de la inmobiliaria en EE.UU."

Y sobre Europa:

"Antes, del otro lado del Atlántico estaba el tío rico, con lo cual Europa podía darse el lujo de tener una política fiscal y monetaria muy restrictiva, ya que colocaba exportaciones en EE.UU. y también en otros mercados. Ahora, de pronto, el tío rico se desinfla, ¿y qué harán ante esto los europeos? Los derechistas dicen que deben desregular, pero Paul Krugman les responde que, en todo caso, lo que hace la desregulación es aumentar la oferta, y lo que está faltando es demanda. Así que peor.

Giulio Tremonti, el ministro italiano de Economía y Finanzas, además de emprenderla contra la “invasión” de productos chinos, pide un gran plan de obras públicas. Y no sorprende a O’Connell que sea un miembro del gobierno de Berlusconi quien diga esto, porque es más fácil que sea la derecha la que se muestre capaz de romper el consenso político que acordó una política económica sumamente conservadora. Por eso tampoco le resultó extraño que Chirac, que viene de la derecha, le dijera a Kirchner que si había que elegir entre estabilidad y crecimiento, él elegía crecer. “Esperemos que este proceso no produzca otro Adolf”, remató el expositor."

Falta aclarar que la nota y las subnotas vinculadas están firmadas por el recordado Julio Nudler, y que pertenecen a la edición de Cash del 10 de agosto de 2003.

Luego de todo esto, no costó mucho asociarlo con la canción que abre el post.


Todos saben que los dados están cargados
Todos los tiran con los dedos cruzados
Todos saben que la guerra terminó
Todos saben que los buenos perdieron
Todos saben que la pelea estaba arreglada
Los pobres siguen pobres, los ricos se enriquecen
Así son las cosas
Todos lo saben.

Todos saben que el barco hace agua
Todos saben que el capitán mintió
Todos tienen un sentimiento roto
Como de que su padre o su perro han muerto
Todos le hablan a sus bolsillos
Todos quieren una caja de chocolates
Y una rosa de tallo largo
Todos lo saben.(...)


"Everybody knows", letra y música de Leonard Cohen (1988).