Tratando de ponerle algo de pimienta a una actualidad nacional bastante planchada, hay quienes siguen fogoneando un poco convincente "Operativo clamor". Lo que me da un motivo para volver a ocuparme de Maurizio Macri, o más bien de sus votantes. Porque no me convencían para nada las elucubraciones de algunos personajes notorios sobre "fascismo" o cosas por el estilo para calificar al electorado porteño. Y de casualidad me encontré en un periódico barrial con una nota que me parece bastante más acertada. Van algunos párrafos:
La victoria del hombre cualquiera
por Fernando Casasco
fernando@elbarriopueyrredon.com.ar
A finales de la Segunda Guerra Mundial, en la Italia que salía del fascismo, Giorgio Macri fue uno de los fundadores del Frente dell'Uomo Qualunque. Su consigna era la antipolítica, el orden y la eficiencia. Su emblema, una prensa que aplastaba a un hombre para que soltara todo su dinero. El partido obtuvo más del 5% de los votos en las elecciones constituyentes de 1946 y 30 bancas, por detrás de la Democracia Cristiana y el Partido Comunista.
El hijo de Giorgio, Franco, asegura que "ese movimiento expresó la insatisfacción del hombre de la calle. (...) A mi padre lo derrotaron y se vino a Buenos Aires". En Argentina, el pequeño Franco crecería y se convertiría en un empresario. Y no en un empresario "qualunque", sino en el dueño de uno de los mayores holdings capitalistas del país.
En italiano Qualunque quiere decir Cualquiera. Como tantas otras cosas, los argentinos también adoptamos el término de la lengua de muchos de nuestros ancestros. En el diccionario del lunfardo, el castellanizado "Cualunque" significa: "Alguno, cualquiera, indistinto". En general, todos lo tomamos como alguien o algo ordinario, sin ninguna particularidad que lo distinga.
Hace unos años atrás, el periodista y conductor Gabriel Schultz -seguramente sin conocer nada de la vida del padre de Franco y del abuelo de Mauricio Macri- comenzó a divulgar por radio sus "Máximas del hombre cualquiera". Semana a semana lanzaba consignas como que "todos los abogados son garcas", "los gordos son resentidos", "las mujeres que toman el sol en la terraza de su casa, son vividoras", entre muchas otras.
Si bien Schultz ahora goza de cierta fama, gracias a sus apariciones televisivas (Ardetroya, TVR), cuando comenzó con esas máximas no era más que un productor radial. Su rostro no era conocido para el gran público, y podía lanzar los disparates más insensatos (y más divertidos) con la "impunidad" que da el anonimato. Su personaje era justamente eso, un hombre cualquiera, que no tenía que andar rindiendo cuentas por la vida, ni ser políticamente correcto.
El hombre cualquiera, el de a pie, el anónimo trashumante de la gran ciudad siempre está tentado de castigar impiadosamente aquello que le molesta. Y muchas veces sus diatribas están dirigidas contra la política y, en general, contra "los políticos". Pero esa manada de lobos también se puede convertir en manso rebaño de corderos si encuentran a "un buen pastor". Allí, al final del camino, estaba esperando el hombre elegido, en definitiva un hombre cualquiera -aunque no lo sea- para conducirnos por el camino de la felicidad.
De poco importa que el Presidente de la Nación nos recuerde con su verba encendida que Mauricio es Macri; de poco vale recordar el pasado del líder de PRO ligado a la "patria contratista" y hasta su procesamiento por contrabando; nada cambia que sus aliados maten docentes en las rutas de su provincia, o se inventen títulos de "ingeniero" (Blumberg es tal vez el máximo exponente del "Uomo Cualunque"). En cambio, sí se vio en él a un dirigente deportivo exitoso; un capitalista "con rostro humano" (para lo cual ayudó sobremanera su compañera de fórmula); y a un hombre que, sin ser cualquiera, bien puede entender las necesidades de "la gente".
Giro a la derecha
Ante cada elección, y de acuerdo con el gusto del analista sobre vencedores y vencidos, surgen rápidos los análisis extremistas. Unos repiten el muy latino y democrático "vox populi, vox dei"; otros se refugian en su aristocratismo más exacerbado y promulgan que "el pueblo no sabe votar". Ambos se confunden o tratan de llevar agua para sus respectivos molinos. Si el pueblo no supiera votar, no habría conseguido muchas de las conquistas políticas y sociales de las que hoy disfrutamos; si, en cambio, nunca se equivocara, no hubiéramos tenido gobiernos que en nombre del pueblo terminaron imponiendo los intereses de una pequeña minoría. "Mi pueblo es un mar sereno, bajo un cielo de tormenta", decía Alfredo Zitarrosa.
El pueblo suele rehuirle a la mayoría de las etiquetas que utilizan los analistas. No es de derecha, ni de izquierda; ni "neoliberal", ni "progresista". Pero que rehuya a esos apelativos, no quiere decir que sea zonzo, como algunos pretenden demostrar, ni que no sepa que hay dirigentes de derecha, de centro o de izquierda. Al votar a Macri nadie puede hacerse el desentendido, ni decir que no sabe de quién se trata.
La inseguridad, el desorden en la vía pública, la falta de limpieza en las calles, los problemas de tránsito, parecen ser hoy las principales preocupaciones de los porteños, por encima de la pobreza, el desempleo, la educación o la salud. Y queda claro que en los últimos años, las distintas propuestas "progresistas" no pudieron dar respuestas a esos problemas. A eso se suma el habitual espíritu díscolo de los habitantes de la Capital contra todo lo que parezca un exceso de hegemonía del gobierno central, sobre todo si éste proviene del peronismo -"el hecho maldito del país burgués", como decía J.W. Cooke-.
Entonces ("¿por qué no?"), el giro a la derecha cae de maduro. Y vira hacia un candidato que habla contra la política, pero está políticamente más maduro.
(...) El hombre de la calle, el hombre cualquiera, acostumbrado a perder, ya depositó su confianza en él para que se haga cargo de los destinos de la ciudad autónoma. Mauricio, que es Macri, deberá demostrar si está dispuesto a gobernar para esa gran mayoría o si en cambio lo hará para la pequeña minoría acostumbrada a ganar a costa de los "qualunque".
Artículo aparecido en El Barrio Villa Pueyrredón, Año IX, Nº 99, Julio 2007, p. 4.
(Nota: aquí hay más datos sobre la relación entre MM y L'Uomo Qualunque.) Como síntesis final y gracias a una estrofa que encabezaba ese artículo, descubrí el tema musical que para mí representa mejor el asunto. Que no es éste (como supuso algún blog que ahora se me escapa) sino este otro:
Hacia una internacional anti «woke»
Hace 3 horas.
6 comentarios:
Más claro echale agua, no?
un abrazo
HOLA GENTE, MUY BUENO EL BLOG.
LES DEJAMOS UNA DIRE PARA QUE OPINEN
WWW.BULLBLOG.COM.AR
SALUDOS
Musgrave: tal cual. Un abrazo, amigo.
Argen: ...
Te estan Panfleteando, solo un comentario y te derechizan, jajajaja. Bueno el post Jorge. Buen dato. Igual no creo en movimientos de la sociedad porteña subitos. Y tambien el olfato de los kichner que sin abandonar aun la platafoma va derechizando un poquitin el discurso. EL discurso no resuelve los problemas y hoy lamentablemente se dan cuenta.
Jorge. Lei el post, cuanto mas lo leo, mas me queda la certeza de que Laclau es un Heideggeriano encubierto que habla de otra cosa. Usa el metodo del discurso pero no el discurso del metodo.
Hard 1º: concuerdo, no hay movimientos súbitos en la sociedad porteña. En ausencia de un proyecto colectivo convocante, la gente se refugia en lo individual y se hace más conservadora. Pero ésta es una tendencia que viene creciendo desde hace años. Sobre los K ya lo dije en tu blog, el cambio recién empieza, jaja!
Hard 2º: (aclaro que estamos hablando de mi comentario a este post) no estoy para meterme en Honduras porque seguro que la embarro por ignorancia. Pero me parece que ese post de Tapera describe bien lo del libro de Laclau como una construcción teórica puramente formal sin un contenido ideológico concreto, es decir un conjunto de significantes sin significado como decís vos.
Gracias, un abrazo.
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