Tras referirse a las políticas neoliberales llevadas a cabo en Rusia y sus aspectos colaterales de mafia, corrupción, colusión entre intereses públicos y privados, etc., etc., que llevaron al colapso de agosto de 1998, Sapir escribe:
II- La compasión o la economía política del eunuco
Aparentad al menos la virtud, si carecéis de ella.
William Shakespeare - Hamlet, acto III, escena IV.
Las secuelas de la política económica que acabamos de examinar no se reducen a Rusia. Tienen sus raíces en una visión del mundo según la cual nuestras opciones están irremediablemente limitadas tanto por el imperativo técnico como por el ético. En consecuencia, no nos queda más horizonte que el del sometimiento a unas leyes inmutables cuya dureza sólo se verá atenuada por la compasión. Así, esta última se convertirá en compañera forzosa de la naturalización de la economía. Si las crisis sucesivas, los despidos que se abaten sobre las empresas incluso cuando éstas son rentables, tienen el mismo alcance devastador que una inundación o un sismo, entonces para afrontarlos es necesario situarse, no en el terreno de la acción política, sino en el de la acción humanitaria. Y si, como algunos han llegado a afirmar, las crisis y los despidos son necesarios para que la economía gane en eficacia, entonces sólo cabe vertir una lágrima por esas existencias malogradas al tiempo que se saluda el inexorable avance hacia el Progreso. La renuncia a la acción política, a la voluntad de transformar las estructuras de la economía y de la sociedad, conduce a la muerte de la política. Para sobrevivir en ese contexto, los políticos han de convertirse en mediadores entre el sufrimiento de unos y la compasión de otros. Ésta es la razón de que los programas desaparezcan poco a poco del debate político mientras cobra protagonismo el carisma del candidato, su personalidad y sus buenos sentimientos.
Los propios políticos, al rehusar asumir sus responsabilidades, han consentido esa desaparición de la política. Han corrido a esconderse debajo de las faldas de los economistas, se han refugiado detrás del discurso del experto economista para justificar algo que no era sino una decisión política. Algunos economistas han contribuido a ello cuando han teorizado, en nombre de una mayor eficacia de los mecanismos llamados espontáneos [Nota: "de mercado"], el abandono por parte del poder político de sus instrumentos económicos.(...)
Los economistas que comulgan con esta visión pueden después lamentar, en nombre de la compasión, lo que antes han contribuido a crear, sin correr el riesgo de que se les acuse abiertamente de incoherencia. No es en absoluto una coincidencia el hecho de que se desarrollara en Francia la idea de una "generación moral" en el mismo momento en que se había interiorizado por completo la conversión de la izquierda francesa a la economía liberal. El repliegue hacia el moralismo no es sino la otra cara del liberalismo. (...)
La política no tiene que esconderse detrás del discurso del experto, sobre todo cuando este último se cuestiona. La automutilación en materia de política económica, el abandono del instrumento de la política monetaria en manos de un Banco Central independiente - e irresponsable - y la limitación de la política presupuestaria en el marco de un sedicente pacto de estabilidad, no dejan más salida que la de la compasión. Nikolai Bujarin, en sus análisis de los marginalistas austríacos, se había referido a la economía política del rentista. Hoy, lo que tenemos ante nosotros es la economía política del eunuco.(...)
Jacques Sapir, "Economistas contra la democracia", Ediciones B, Buenos Aires, 2004; Cap. 1, p. 57 a 59 y p. 69.
P.S.: desde acá, va mi solidaridad con la indignación de Gerardo y de Néstor.