jueves, marzo 04, 2010

Llegó el momento...


...y hay que ponerse el casco nomás.

Antes que dedicarme a la vendetta que se vivió ayer en el Senado, prefiero recurrir a un par de textos del politólogo Edgardo Mocca. El primero salió en la revista Debate en diciembre pasado (recién se había sancionado la reforma política), y de ahí rescato estos párrafos:

"(...) Una de las discusiones de fondo que están planteadas concierne a la viabilidad de un Gobierno que ha quedado en minoría en una de las Cámaras del Congreso [en Diputados en ese momento; finalmente quedó en minoría en las dos]. Frente al interrogante, que concierne ni más ni menos que a la gobernabilidad democrática, suelen reaparecer los añejos debates sobre la ingeniería institucional. Particularmente se amplifican las voces de quienes sitúan el régimen presidencialista como la raíz de los problemas políticos argentinos y lanzan su periódica ofensiva a favor de algún modo de atenuación parlamentarista del sistema.

Tal como ocurre con el alboroto alrededor de la “reforma política”, y sin perjuicio de la validez de la discusión normativa, este camino de abordaje funciona como un mecanismo de sustracción del conflicto político. Los argentinos no somos cooperativos, somos intolerantes y vivimos peleándonos como producto del régimen presidencialista; tenemos malos gobiernos por las listas sábana o por las colectoras… Es una visión de los problemas políticos y del sistema político como si nadaran en el vacío. Como si en la actividad del Congreso, o en las políticas públicas, no estuviera todos los días en juego la distribución de los recursos económicos, políticos y culturales. Y como si la actividad política no tuviera vasos comunicantes con poderosas fuerzas económicas y sociales, que tienden a colonizarla y a clausurar su autonomía democrática.

Esta visión interesadamente segmentada sitúa a la política y a la sociedad como subsistemas mutuamente enajenados. Habitualmente, el panorama se completa con la contraposición entre una “sociedad buena” y una “política corrupta”, lo que de modo muy inocente nos hace desear un utópico mundo feliz sin intervención de los políticos en nuestra vida cotidiana. Con mucha perversidad se agrega el condimento del “problema de la seguridad”, que vendría a ser la demostración palmaria de que el Estado no interviene justamente ahí donde debería intervenir, es decir en la protección de la vida y la propiedad.

El conflicto político argentino, que en estos días se escenifica en el Congreso, no es un subproducto de la mala praxis de un gobierno o de una clase política. En pocas etapas políticas ha estado tan claro, como en los últimos años, que en el país existen poderosas fuerzas sociales, con alto grado de coordinación interna, que no aceptan la legitimidad de ninguna iniciativa que cuestione sus posiciones rectoras. Que identifica la seguridad jurídica con la seguridad del capital -en muchos casos, sostenida por bajos salarios y condiciones precarias de trabajo-; que homologa la libertad de expresión con la absoluta desregulación del mercado de los medios de comunicación y el consecuente desarrollo de posiciones oligopólicas en su interior; que entiende los diálogos y los consensos como administración pasiva del statu quo.(...)"


La otra columna de Mocca salió el domingo pasado en Página/12. Veamos:

"Cuando se habla de la “crispación” de la política argentina suele soslayarse un dato que es una de sus fuentes principales. En nuestro país, los partidos políticos han dejado de funcionar como ordenadores o moderadores de la lucha política; es imposible no ver en ese hecho la ominosa herencia de la crisis de 2001. Con el descalabro de la convertibilidad, que arrastró tras de sí el de las creencias neoliberales en los poderes mágicos del mercado y la ventura de nuestra vertiginosa incorporación al primer mundo, los partidos políticos quedaron envueltos en un irreparable cono de sospecha y se vieron relegados al rol de cortejos circunstanciales de líderes cuya influencia era más deudora de las imágenes televisivas y los sondeos de opinión que de su trayectoria política.

Claro que el proceso no nació en las épicas jornadas de diciembre de aquel año: el auge neoliberal trajo consigo el de la política mediática, inseparable de la crisis de las identidades colectivas, el debilitamiento del Estado nacional y la consecuente devaluación de la política. Dicho de modo esquemático, si gane quien gane las elecciones siempre se impone la línea del ajuste, la apertura indiscriminada de la economía y la sistemática desnivelación en las relaciones entre capital y trabajo, no hay motivos para dramatizar la lucha política. Puede reducírsela a una “competencia” por cargos, fundada en la reivindicación de aptitudes técnicas para ir en un rumbo que no está sometido a discusión. No es cierto que el gobierno de la Alianza haya incumplido sus promesas en ese sentido: prometió continuar el programa menemista y cumplió.(...)"


Creo que eso y lo que sigue de la nota sirve bastante para entender dónde estamos parados. Pero es el párrafo final el que se encadena con la inquietud mayor que motivó este post:

"(...) El Gobierno forma parte también de esta trama de desinstitucionalización de la política. Su pretensión de impulsar transformaciones estructurales desde arriba, desde la estructura estatal, sin reformular seriamente el sistema político, ha encontrado límites. Juega sus chances a una apuesta de contención del justicialismo como casi exclusiva fuerza de apoyo. La “concertación” quedó limitada a una etiqueta electoral y no se observa una estrategia de continuidad orgánica que apunte a la perduración de un proyecto político. Su porfiada reivindicación de la política, autónoma frente a los poderes económicos, corre el riesgo de agotarse a falta de una subjetividad colectiva que la sostenga."


Ahí tenemos una clave de la situación actual, la "falta de subjetividad colectiva" como sostén del proyecto oficial. Cuyo discurso se opone al individualismo y al "sentido común" que parecen haberse enquistado hasta el caracú en nuestras clases medias, medias-bajas o hasta bajas a secas. Con dichos como "se afanan hasta el agua de las macetas", por ejemplo, olvidándose que en épocas recientes nos afanaron el país.

Para ser más claro, esa subjetividad colectiva se llamó por varias décadas, acá en la Argentina, peronismo. Y ahora, Abel, ¿qué hacemos?

6 comentarios:

Alejandro dijo...

Qué hacemos? Otro 17 de octubre, pero en marzo! El 11 le gusta??? Salimos de Ferro y rodeamos la Rosada. Supongo que habrá bastantes Ciprianos para poner el lomo, ¿no? nada de arrugar. Actívense los blogueros y convoquen!

Anónimo dijo...

La amplificación de las voces que muestran un temor ante el régimen presidencialista tiende a canalizar el descontento de sectores que, precisamente, se encuentran alejados de la vieja casona de la calle Balcarce. Oportunismo sobre el que recaerá una fina lluvia corrosiva, si tienen la dicha moderada de ser escoltados por un legendario regimiento de caballeria.

Pero esto no significa que dicho descontento no pueda cundir en el resto de la población. Mas si se tiene en cuenta un dato que a nadie parce importar: este es un gobierno que ya lleva seis años en el poder. Y a este cansancio habitual se le suma otro que sirve de pabulo: el gobierno debería abandonar la política contradictoria de afirmar una cierta normalidad, pero gobernandola con instrumentos políticos y jurídicos de emergencia. Es esa la geografía en donde habría que buscar las causas distintivas del país real y del guionado.

Y también debería empezar a asumir –aunque no solo el gobierno- que , por desgracia, esa separación entre la política y las personas parece ser un programa con mucho rating - y no solo en la Argentina- que durara muchísimas temporadas. Dicho de otra forma: si la crisis actual es o no un subproducto de la mala praxis de la clase poliitca – yo creo que si, aunque no solo de ella- no importa: si es un subproducto lo tenes que solucionar con el menor costo posible, y si no , también.

Lo que si no me queda nada claro es cuales son esas “posiciones rectoras” a las que el autor se refiere, y que le otorgan ese “alto grado de coordinación interna” a las “fuerzas sociales”. Porque si es por los oligopolios- mediáticos o no- la Presidencia de la Nacion, desde 1976 hasta el 2009, ha hecho bastante por los mismos, incluido el anterior Presidente y el respectivo Congreso, cuando, vg., promulgaron el decreto 527/05. Es cierto, nobleza obliga, en el 2005 ese presidente en general, y los DNU, en particular, todavía eran buenos.

http://infoleg.mecon.gov.ar/infolegInternet/anexos/105000-109999/106470/norma.htm

Son todas estas cuestiones, Rafa, las que, parafraseando a Tom Verlaine, nos arrojan en los brazos de la Venus de Milo, y hace que su mención al casco nunca sea tan oportuna como ahora.

Saludos, Rafa. Martin SZ.

Rafa dijo...

Alejandro:
Me parece muy bien que haya movilización y para mí la más válida es la que se arma desde abajo. Habrá que seguir de cerca lo que cuenta el Conu en este post, por ejemplo.

Gracias y saludos.

Rafa dijo...

Martín:
Exactamente, el oportunismo está a la orden del día. No recuerdo tanta cháchara parlamentarista en épocas del senador Nº 37 o de su aburrido sucesor. Desde ya, un oportunismo que cambiará de signo cuando llegue el momento adecuado.

Por supuesto que el descontento puede cundir (y de hecho viene ocurriendo) en grandes sectores de la población. Además del cansancio, por la falta de identificación de mucha gente con el discurso del gobierno (dejemos de lado a los "crispados"). Lo de la contradicción entre la proclamada normalidad y los instrumentos de emergencia no creo que impacte tanto a nivel popular, y veo el problema de que abandonar esos instrumentos sería percibido como una pérdida de poder. Con el panorama del día de hoy, no parece que la cosa vaya a cambiar a corto plazo.

Coincido con vos, la separación entre la política y las personas vino para quedarse por un rato largo. Para mí es algo que viene en gran parte de la devaluación de la política de que habla Mocca, junto con los fracasos y frustraciones de los últimos 25 años, por lo menos. La única forma que veo para solucionar esa crisis es utilizar la política para resolver los problemas reales y cotidianos de "la gente", y comunicarlo adecuadamente para que las personas se sientan partícipes de esas soluciones.

Después termino de contestarte. Gracias y un abrazo.

Rafa dijo...

Martín:
Sobre las "posiciones rectoras" y lo que sigue: yo soy un convencido de que en 1983 se recuperó una democracia condicionada por los grupos económicos concentrados nacionales y trasnacionales, y por el poder financiero internacional. Salvo Alfonsín en su primera etapa (con Grinspun como ministro de Economía) no hubo ningún gobierno que enfrentara ese status quo.

Con todos sus errores, contradicciones y concesiones al status quo, el gobierno de Kirchner fue el primero desde 1984 que dio pasos para recuperar poder de decisión política a expensas de los poderes de que hablé antes, partiendo de un punto inicial de suma debilidad. Lo que vos mencionás puede entenderse como una concesión a los oligopolios mediáticos (para no abrir un frente de conflicto muy duro, como el que vemos ahora), en un rumbo que se quiso revertir el año pasado con la nueva Ley de Medios. De la misma manera, el nombramiento de Redrado en el BCRA pudo leerse como una concesión al establishment financiero, y ahora se apunta en otra dirección.

Por supuesto, queda dentro de la evaluación personal de cada uno si se entienden este tipo de vaivenes como signos de una construcción de poder personal o de una que a largo plazo termine consolidando un proyecto realmente nacional y popular. Desde ya, esta última alternativa requiere de una vertebración política enraizada en un amplio apoyo popular, y eso es lo que todavía está faltando.

Perdón por la demora. Otro abrazo.

Anónimo dijo...

Coincido con usted en la caracterización que efectúa sobre la democracia recuperada en 1983.Respecto de la primer fase de la política económica de la administración Alfonsín no puedo emitir opinión por varias razones: era muy chico en esa época y por lo tanto mis recuerdos no abundan, y tampoco me he preocupado por leer tanto sobre la economía de ese periodo. Sin embargo, su opinión sobre Grinspun, Rafa, coincide bastante con la emitida por María Seoane en su obra “El Burgués Maldito”.

Pero volviendo a las “posiciones rectoras”, el articulista les otorga el nervio necesario para ensamblar esa “coordinación interna” en alto grado de las “poderosas fuerzas sociales”. Yo creo que es ahí donde Mocca puede ser criticado, puesto que coordinación no necesariamente significa cohesión. Las posiciones de cualquier grupo social nunca son pétreas, o definitivas. Están sometidas al desgaste, a las fisuras y al cuestionamiento tanto intra – grupo como fuera de el.Y cualquier gobierno debe estar dispuesto a saber explotarlas inteligentemente, ya que de esto se trata la política. Es más, creo que esa autonomía de la política enarbolada por el kirchnerismo, y que el autor menciona, fue posible gracias a que la crisis del 2001 deslegitimo a amplios sectores del denominado establisment, que para variar, no tenian, ni tienen la menor idea de donde llevar a la Argentina.

Pero bueno, como le exprese en otro comentario, un sistema político tan mediocre quizás necesite para sobrevivir la sobrestimacion de las condiciones de sus adversarios. Digo, y sin que nadie se ofenda, si Enrique Crotto no me parecía para nada impresionante, el sr. Christiano Ratazzi, tampoco.

Sobre los vaivenes me pregunto – aunque solo eso- si por desgracia no habremos dado por clausurada anticipadamente nuestra etapa de transición a la democracia.

Le mando un abrazo, Rafa, y no tiene por que disculparse

Martin SZ