"El diario estadounidense The Washington Post, en una nota elaborada por su corresponsal Paul Blustein, describe con precisión la responsabilidad de bancos y operadores de Wall Street, con la complicidad de funcionarios, en el desastre de los ‘90. Recomendaciones falseadas sobre la salud de la economía argentina, comisiones abultadas por colocación de bonos y relaciones incestuosas entre ministros y secretarios de Estado con banqueros de primer nivel integran el libreto de esa crónica. Desenlace que no podía ser de otra manera que catastrófico, con la peor depresión, un quinto de la población desempleada y millones lanzados a la pobreza junto a la declaración de la cesación de pagos.
Muchos pretenden evaluar ese capítulo como parte del destino de un país incorregible y no como una parte de la propia naturaleza de la actividad financiera mundial. No entenderlo de esa manera llevará irremediablemente a caer otra vez en una nueva crisis que, de tanto repetirse, termina desgarrando a una sociedad exhausta."
Éste es el artículo de citado por Zaiat (su autor también le dedicó a nuestra crisis el libro And the money kept rolling in... and out), y acá hay una traducción al castellano. Por supuesto, recordar el rol jugado por el establishment financiero internacional no implica disminuir en un ápice la responsabilidad de los ejecutores locales, que no vacilaron en reprimir brutalmente y asesinar a decenas de argentinos cuando se les pudrió el estofado. Aquí va un fragmento inicial del artículo de Blustein, como para ir mechando entre los brindis de fin de año.
Argentina no cayó por sí sola
Wall Street impulsó la deuda hasta el final
por Paul Blustein
Redactor del Washington Post
Domingo 3 de agosto de 2003
"BUENOS AIRES -- Ah, los recuerdos: cenar con enormes bifes de carne argentina. Esquiar en bellas zonas lacustres de los Andes. Y hacer salidas hasta altas horas de la noche a algún "club de caballeros" en un barrio residencial de Buenos Aires.
Tales eran las diversiones que aguardaban a los banqueros de inversión, corredores y administradores de fondos que confluían en la Argentina a fines de los '90. En esos días, las firmas inversoras de Wall Street hablaban de la Argentina como una de las economías más "calientes" del mundo, mientras embolsaban fuertes honorarios por comercializar bonos y papeles de deuda del país.
Así se sembraron las semillas de uno de los colapsos económicos más espectaculares de la historia moderna, una debacle en la que Wall Street jugó un rol principal.
El país de las fantasías que representaba la Argentina para los financistas extranjeros, llegó a un final catastrófico a principios del año pasado [2002] cuando el gobierno declaró el default de la mayor parte de su deuda de u$s 141.000 millones y devaluó la moneda nacional. Una recesión estrangulante dejó a más de la quinta parte de la población activa sin empleo y lanzó a millones de personas a la pobreza.
Una revisión exhaustiva del comportamiento de los operadores de los mercados financieros en la Argentina revela la complicidad de Wall Street en aquellos sucesos. Banqueros de inversión, analistas y comercializadores de bonos sólo sirvieron a sus propios intereses cuando inflaron la euforia sobre las perspectivas del país, lo que tuvo resultados desastrosos.
Grandes firmas colocadoras de bonos ganaron casi u$s 1000 millones en sus operaciones de suscripción de bonos públicos argentinos durante la década 1991-2001, y los analistas de dichas firmas eran usualmente quienes generaban los informes más optimistas e influyentes sobre el país. Similares conflictos de intereses involucrados en investigaciones de analistas surgieron en torno a otros colapsos ocurridos durante la "era de la burbuja", tales como Enron Corp. y WorldCom Inc. En el caso de Argentina, sin embargo, la parte afectada no fue un grupo de accionistas o tenedores de títulos 401 (k), sino el segundo país más grande de América del Sur.
Hubo otros factores, además de los análisis optimistas, que impulsaron a los inversores extranjeros a volcar fondos en la Argentina, con una irresponsabilidad tal que hizo que el colapso que sobrevendría fuera aún más factible y devastador. Uno de ellos fue el sistema de Wall Street de calificar el desempeño de los administradores de fondos mutuales y de pensiones, quienes eran los principales adquirentes de bonos argentinos. De manera irracional, el sistema premiaba a quienes invertían en los mercados emergentes con el mayor nivel de endeudamiento, y la Argentina solía estar en el primer puesto de esa nómina en los '90.(...)"
Más adelante, entre muchos otros aspectos, Blustein se dedica a repasar las andanzas de los personajes de la foto que abre el post. Mis disculpas, no es una imagen muy adecuada para días festivos.
Como reflexión final, quizás si "Wall Street" fuera un ser capaz de expresarse, diría que no es su intención empujar al hundimiento de los países. Como el escorpión del cuento, está en su naturaleza.
P.S.: Mis mejores deseos de felicidad para todos los amigos y lectores de este blog. Y un abrazo de compañero a Iván Heyn, donde sea que esté.
2 comentarios:
"Muchos pretenden evaluar ese capítulo como parte del destino de un país incorregible y no como una parte de la propia naturaleza de la actividad financiera mundial."
Incluso hoy sucede lo mismo. Fijarse la cantidad de economistas obsesionados con encontrar la falla "de" Grecia, "de" España, "de" Portugal, "de" Italia, etc., etc. Y hablan de la deuda insostenible, de la poca productividad de esos países, etc., etc., etc.
Y el asunto es muy sencillo, lo que ocurre hoy "en" esos países (y lo que ocurrió en la Argentina en 2001) es la manifestación "en" esos escenarios de un proceso de crisis de desintegración sistémica global de las formas económicas y financieras conocidas.
Los desastres se manifiestan "en" esos escenarios pero no son "de" esos escenarios, son del sistema global en proceso de crisis.
Son muy pocos los analistas que ven la coyuntura local en relación con el sistema global.
Fijarse lo que pasa hoy mismo en el mundo. Hay un avance acelerado hacia lo que podría llamarse una nueva "guerra mundial" en simultáneo con la crisis de desintegración económica y financiera global. Esto es un proceso en curso, aunque muy pocos tomen nota.
Pero casi todos los análisis son en términos de lo que "pasó con Libia", de lo que "pasa con Siria", de lo que "pasa con Irán", de lo que "pasa con Israel", etc. Hay una incapacidad manifiesta de hacer la conexión "orgánica" entre lo local y lo global, que no son más que distintos aspectos de las mismas dinámicas y procesos en curso.
Se carece en general (incluyendo al análisis marxista en casi todas sus variantes) de la perspectiva de cuáles son las fuerzas globales (NO nacionales) que operan sobre los escenarios locales desde el punto de vista económico, financiero, militar, inteligencia y espionaje, geopolítico. Tiende a interpretarse todo como actores que representan “países” o clases o fracciones de clases que representan al capital de “países” contra otros “países”. Entonces todo está justificado puesto que los actores obran según los “intereses de sus países”. Habrá intereses “buenos” y “malos” según quien tenga el poder y la capacidad de imponer qué se considera bueno y qué malo.
Hay que empezar a sacar todas las consecuencias del hecho que la configuración de la realidad mundial no son la lucha entre naciones o entre clases sociales de naciones sino la lucha entre pueblos y oligarquías. Los pueblos, en el mejor de los casos, conducidos por líderes que, interpretando las aspiraciones de aquéllos, pretenden constituir Estados Nacionales para concretarlas. Las oligarquías pretenden globalizar, creando imperios, para que los pueblos estén controlados y no puedan conseguir un desarrollo que los libere de esa oligarquía.
Si no entendemos estas cosas siempre vamos a ver los acontecimientos por detrás y siempre vamos a ser sorprendidos por éstos, porque no pescamos la lógica no pescamos la lógica de los procesos y las intenciones que los mueven.
Entendiendo esto vamos a estar mucho más preparados para enfrentar los efectos del proceso de desintegración global en curso y su evolución hacia escenarios cada vez más probables que se tendrán que denominar como nueva o tercera guerra mundial.
En la medida de que los pueblos tengamos los intérpretes que nos conduzcan y hagamos los Estados Nacionales que necesitamos, tendremos soluciones y alternativas concretas a la desintegración en curso y, así, evitaremos los escenarios de guerra mundial a que nos lleva la oligarquía globalista.
Oti:
Muchas gracias. Como es habitual, muy valioso tu comentario.
Un abrazo.
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