miércoles, marzo 04, 2015

¿Se repite la historia?



"El caso Dreyfus sigue a hervor lento.(...) En un periódico humorístico, Caran d'Ache ha publicado una doble viñeta: en la primera, se ve a una familia numerosa armoniosamente sentada a la mesa mientras el patriarca advierte de que no se debe hablar del asunto Dreyfus; en la segunda, pone que habían hablado de eso, y se ve una pelea furibunda."
 Umberto Eco, El cementerio de Praga, Ed. Random House Mondadori - Debolsillo, Buenos Aires, 2013, p. 567.

"Se murmuran hechos terribles, traiciones monstruosas y, naturalmente, la Nación se inclina llena de estupor, no halla castigo bastante severo, aplaudir la degradación pública, gozar viendo al culpable sobre su roca de infamia devorado por los remordimientos..."
"Es un crimen extraviar la opinión con tareas mortíferas que la pervierten y la conducen al delirio. Es un crimen envenenar a los pequeños y a los humildes, exasperando las pasiones de reacción y de intolerancia, y cubriéndose con el antisemitismo, de cuyo mal morirá sin duda la Francia libre, si no sabe curarse a tiempo..."
Émile Zola, Yo Acuso (1898).


No soy el primero que cae en la tentación de hacer un paralelo entre el caso Nisman y el caso Dreyfus que sacudió a Francia hace casi 120 años (ya lo hizo Sergio Wischñevsky en Gente de a Pie, una lástima que no hayan subido su columna al blog). Por ejemplo, la caricatura de Caran d'Ache podría aplicarse sin dificultad a cualquier familia argentina en la que convivan asistentes a la marcha del 18F con concurrentes a la manifestación del 1° de marzo en apoyo de la Presidenta. Además de la profundización de la "grieta" entre sectores de sus respectivas sociedades, se pueden encontrar coincidencias en la virulencia brotada con que se endilga a alguien la etiqueta de "culpable", o la condición judía de los personajes centrales. Otras surgen cuando uno indaga un poco más en la historia: el papel de los medios, el de los "servicios de inteligencia" y las manipulaciones e intromisiones en los procedimientos judiciales.

Los contrastes también son muy llamativos: Dreyfus fue etiquetado rápidamente por un bando como "traidor" y Nisman lo fue como "víctima" y "héroe"; la condición judía de Dreyfus fue usada en Francia como motor de agitaciones antisemitas, mientras que la exaltación de Nisman fue impulsada por la dirigencia de las principales instituciones judías (AMIA-DAIA), con el acompañamiento de personajes con escaso o ningún antecedente de simpatía por la colectividad judía y/o las víctimas de la masacre de la AMIA.

Otro al que se le ocurrió citar el caso Dreyfus en relación con Nisman fue Osvaldo Pepe en Clarín, quien comparó al fiscal fallecido con el autor de J'Accuse y terminó su nota así:

"Suicidio o crimen, la lectura política no cambiará. Nisman está muerto y, como el escritor Émile Zola en el caso Dreyfus, en la Francia del siglo XIX, su cadáver será un fantasma errante que mortificará al kirchnerismo con un "yo acuso" que durará una eternidad. Zola tuvo razón sobre la inocencia de Dreyfus en un caso de espionaje, con fuerte tinte antisemita, que conmocionó al mundo. Pero no tuvo suerte: apareció muerto en su casa, asfixiado por la chimenea de una estufa tapada adrede, según se conjeturó entonces."

Yo diría más bien que al repasar el caso Dreyfus en búsqueda de analogías, a quien menos se parece Nisman es a Émile Zola. Y sobre todo después del demoledor fallo del juez Daniel Rafecas, por el contrario me resulta tentador comparar a Nisman con quienes armaron la falsa acusación a Dreyfus. Y si sigo buscando coincidencias, las encuentro entre algunos columnistas de Clarín o La Nación y el agitador antisemita Édouard Drumont, alguien que sembraba en Francia el odio a los judíos de manera muy parecida a como esos personajes lo siembran contra los funcionarios o simpatizantes del actual gobierno argentino.

Si bien el fallo del juez Rafecas fue lapidario sobre la denuncia de Nisman desde el punto de vista jurídico, todavía falta un J'Accuse que devele la trama y los personajes que estuvieron detrás del accionar del fiscal y probablemente también de su muerte. No puedo menos que extrañar en estos momentos a Rodolfo Walsh, que seguramente hoy volvería a lucir la sagacidad que mostró en sus investigaciones: Operación Masacre, El Caso Satanowsky o Quién mató a Rosendo. Y también la valentía y contundencia de su Carta Abierta a la Junta Militar.

Pero aunque Walsh no está, cuando uno se aleja de los medios hegemónicos puede encontrar investigaciones que merecen la palabra "periodismo" con todas las letras, sin la devaluación que ha sufrido en los últimos tiempos. Por ejemplo, el trabajo de Sonia Budassi y Andrés Fidanza en la revista Anfibia, y las notas de Juan Alonso en Tiempo Argentino. Quienes han sufrido intimidaciones y episodios oscuros que no mencionan ni por casualidad los que hablan de "la vuelta del miedo". Vaya uno a saber por qué.

2 comentarios:

Daniel dijo...

Gran post, Rafa.

Rafa dijo...

¡Gracias Daniel! ¡Un abrazo!