El bueno de Alfredo Zaiat viene midiendo cada día más, como diría el amigo Escriba. Hace una semana se mandó una nota excelente sobre la posible recompra por el Estado de parte del paquete accionario de Repsol YPF (¿qué sabrá Artemio sobre este asunto?). Y hoy sacó una columna fuera de serie sobre una de las mayores metidas de gamba del Gobierno, y la desmesurada importancia que se le da a las estadísticas. No me resisto a transcribir la mejor parte, y a ponerle negritas donde se me ocurre.
Ley de Irene
por Alfredo Zaiat
(...) El bochorno de la intervención del Gobierno en el Indec, con alteraciones vergonzosas en la metodología de registración en un par de rubros (turismo y prepagas), ha provocado un zafarrancho de proporciones. El papelón con el índice de la Canasta Básica Alimentaria de marzo, que pasó de un aumento de 3,6 por ciento a una deflación de 0,2 por ciento, revela que se cumple una de las leyes de Murphy: “No existe un modo acertado de hacer algo equivocado” (Ley de Irene). El secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, ha conseguido cerrar el debate sobre la inflación respecto de la sensación térmica de los bolsillos de la población y el indicador oficial de los precios. El índice de los últimos tres meses dejó de ser representativo de la variación de una canasta determinada de un hogar promedio en base a una encuesta nacional de gastos, como lo era hasta el año pasado.
Resulta llamativa la torpeza, a nivel político, de los cambios introducidos en el Indec. Los funcionarios responsables no explican públicamente nada de ese desembarco ni de las alteraciones de los porcentajes de índices relevantes, como el de la Canasta Básica que fija el umbral de la indigencia. Ellos piensan que la encuesta de precios que se realizaba en el sector turismo era deficiente; que la ponderación de las prepagas en el índice era excesiva porque es un servicio para una minoría de la población; que algunos directores del Instituto estaban más preocupados por sus vínculos con consultoras de la city que con su labor diaria; que un grupo de trabajadores está en una posición de boicot. Varias más son las desventuras que exteriorizan en diálogos informales al referirse al Indec. Puede ser que tengan razón, pero quedan en una posición incómoda cuando no cuestionan nada del resto de las estadísticas que elabora el Indec, informes que reúnen resultados favorables a la actual gestión.
Más allá de esta crisis de descrédito de un índice y de credibilidad del organismo encargado de elaborar estadísticas, el Gobierno ha llevado al extremo la perversa política de endiosar los “números”. El record de reservas, la desocupación de un dígito, la reducción de la pobreza y la indigencia a los niveles promedio de los ’90, el crecimiento del PIB por arriba del 8 por ciento para ubicarse por encima del máximo de la convertibilidad, el superávit fiscal en 3,0 por ciento del Producto como meta innegociable son festejados en una sucesión de numeritos ciertamente exitosos. Así la estadística pura queda por encima de la política económica, trastocamiento del orden de prioridades que la ortodoxia de los noventa ha logrado imponer. Las metas cuantitativas del FMI, que eran aceptadas como recetas para ingresar al paraíso, han definido una manera de analizar la economía que distorsiona la visión del proceso de una determinada política económica.
Nadie puede pensar que un hogar deja de ser pobre porque tiene ingresos por encima de los 915 pesos, nuevo piso que surge de la Canasta Básica Total. Ni que si el excedente fiscal fuese de 2,9 por ciento del PIB en lugar de 3,1 podría generar el derrape de la economía. Ni que una inflación anual de 9,9 por ciento muestra un gobierno más fuerte que un índice de 11,2. Las estadísticas fueron depositadas en el altar de “la verdad” de una realidad que es mucho más compleja que la de un simple indicador. Esa distancia entre la tecnocracia de los números y la orientación de una política económica genera esa percepción de engaño. Y otras veces construye una historia falsa. El gobierno de Arturo Illia, por ejemplo, quedó caracterizado como lento e ineficiente, pero las estadísticas de crecimiento del PIB revelan un período de bonanza (1964, suba de 10,3 por ciento; 1965, 9,1; y 1966, ya débil a nivel político, un alza del 0,6 por ciento). Otro caso similar fue el segundo gobierno de Juan Domingo Perón, que desde el punto de vista de los agregados macroeconómicos más importantes estuvo lejos de constituir un caos económico, como habitualmente se cree (en 1953, el Producto creció 5,4 por ciento; en 1954, 4,4; y en 1955, 4,2 por ciento).
La obsesión por las estadísticas concluye en confusión. Debería ser más importante qué estrategia económica se está desarrollando que el saldo que surge de un relevamiento realizado por encuestadores según una metodología determinada. Sobredimensionar la tarea y los informes del Indec lleva a transitar el estrecho desfiladero de caer en el abismo del ridículo cuando un numerito resulta desagradable.
Tomá nota, Artemio querido...
Alpargatas y libros
Hace 28 minutos.
10 comentarios:
Jorge
Excelente nota.
Tus subrayados dan cuenta del mayor déficit ideológico de la administración K.
Como le dijo Ongania a Kieger Vasena, “nadie ofrenda su vida por el Producto Bruto”.
Todos estos números serian motivo de orgullo de un gobierno liberal, pero en un gobierno popular son secundarios.
Como charlábamos el otro día con el amigo Escriba, la derecha económica se quedo sin argumentos.
Por eso se animan a correrlo por “izquierda” en lo social.
Un abrazo
que creo la versión original fue un "nadie muere por el sistema métrico decimal" que un aristócrata francés le dijo a un filósofo pensando que ese complicado esquema de tres poderes, ejecutivo, judicial, etc.. etc... no le iba a mover un pelo a nadie (pero después vino la Bastilla)
Jorge, Manolo, la imposibilidad de formulacion matemática de complejos fenómenos sociales esta en la base de la crítica a las estadísticas aplicadas a la ciencia social. Nada de esto debe temerse en la formación académica nacional donde en ciencias sociales en general y en sociología en particular, si de algo se huye,es de toda formulación matemática, estadística, o simple regla de tres. Emulando malamente a la crítica del empirismo abstracto, todos son capaces de agotar kilométricos divagues sostenidos en tres o cuatro citas de clásicos en lo que suponen resulta una "gran teoría" sociológica, política y tutti cuanti. Equivócanse sin embargo en obrar así, puesto que siendo como son de limitadas, las estadísticas aplicadas a las ciencias sociales, incluyo la economía, ofrecen vastas posiblidades de análisis y controversias sobre un marco conceptual más o menos consensuado y, al mismo tiempo, son menos pretenciosas, más efímeras y sí que falibles, pero de mayor capacidad operativa, sencilla contrastación y segura refutación por otros, que por ejemplo, el famoso "todo tiene que ver con todo", o " observemos la articulación de las prácticas sociales, políticas e ideológicas" o el ya vetusto "la relación no es lineal, ni binaria, es dialéctica". Siendo las cosas así, cabe acotar que las estadísticas dejan expusto a quién las esgrime como argumentos y, entonces, podemos reconocer si equivoco o no su camino en un lapso de tiempo relativamente breve, situación inversa a la de los portadores de sofisticados sistemas de pensamiento que se despliegan, si son efectivamente eso, en décadas, tal vez en siglos. Por último, efectivamente "nadie ofrenda su vida por el producto bruto", menos por el "sistema mñetrico" como señala el Sr. Ulschmidt, pero nadie tampoco da su vida "por el proyecto popular", "la patria frastaslafrista" o "La patria " a secas , etc. En ambos casos , esta bien, sin embargo, con la humildad del PBI, la primer sentencia podemos agitarla al viento sin siquiera sonrojarnos, la segunda, sin embargo, apenas realizarla cotidianamente, pero en silencio.
salu2
Manolo: de acuerdo, hay un déficit ideológico o de proyecto estratégico que vaya más allá de los números favorables (si K tiene ese proyecto, lo esconde bastante bien). Y para mí la cosa es más profunda y trasciende lo económico, algo que creo que vos, el Escriba y varios amigos más están viendo con bastante claridad.
Sr. U: gracias por el aporte, esa frase me suena conocida aunque no recuerdo los protagonistas. Por supuesto que no se trata de negar la importancia de las estadísticas sino que la obsesión por los números (y la falta de una concepción más amplia) puede llevar a cometer torpezas como las que se refieren en la nota de Zaiat.
Gracias y saludos.
Artemio: jaja, sólo quería provocarte un poquito, fijate lo que acabo de decirle al Sr. U... Te aclaro que por mi formación académica estoy más cerca de los números que de las ciencias sociales y no voy a ser yo quien critique la aplicación de herramientas matemáticas al análisis de la realidad social.
El punto que señala Zaiat, a mi entender correctamente, es la obsesión por un dígito de más o de menos como signo de fortaleza o debilidad en que parece haber caído el gobierno. Si no no se explicaría p.ej. el bochorno cometido con el Indec. Parecería creerse que si la inflación anual supera el 10% se va todo a la m...
Yo preferiría ver una concepción estratégica que superara los términos que plantea la ortodoxia neoliberal, no en el discurso sino en un proyecto sólido y coherente de desarrollo. No sé si esto puede lograrse en el corto plazo, pero en mi humilde opinión Pierre haría bien en prestarle atención a la nota de Zaiat.
Gracias por la visita. Un abrazo.
jorge, estoy de acuerdo y obviamente no es a vos que respondo sino en generala aquellos que suponen que la incorporación de formulaciones estadísticas es de por sí empobrecedor en el ámbito de las CSSC, con fundamentos incluso epistemológicos. No me parece así. Fijate un ejemplo: Toda la retórica bolivariana no resiste un análisis estadístico ligero con base en la info disponible en el INDEC venezolano, Esto a mi me parece un avance y no un retroceso, el uso estadístico es útil, pero obviamente no sitituye nada. Complementa humildemente. salu2!
PD: Manolo etá en la concertación?
Gonzalo ya se incorporó y le dan el carnet el miercoles en el Harendt a las 19,30hs. Yo no voy ni a lunch, vos?
Artemio
A los velorios y a los lunchs es de mala educación no ir si te invitan.
No me invitaron, no pase la prueba de pureza de sangre.
Un abrazo
Por supuesto Artemio, la utilidad y la necesidad de las estadísticas son innegables. Tampoco sería creíble un plan por más ambicioso que fuera, que no se basara en números consistentes y en una metodología de análisis adecuada.
Mirámelo a Gonzalo. Quién lo hubiera dicho hace un par de semanas, Hal y Gonza un solo corazón!
Manolo: no me invitaron, aunque yo por la sangre no tendría problemas ya que va el rabino Bergman. Pero la verdad, prefiero una coca y un choripán con los gomías. Y si es gratarola, mejor.:P
Abrazos.
Hal: yo por mí hago el sacrificio y acepto la invitación, ahí podemos brindar por el fin del clivaje, jaja!
Un abrazo.
Hal
Me sumo, ante cualquier problema le echamos la culpa a Pato.
Un abrazo
PD el bondi me lo pago yo
Publicar un comentario