Ya llegando al final del mandato de Néstor Kirchner, queda claro que en el mundillo más o menos de izquierda / progresista / nacional / popular que se expresa en los blogs y en algunos medios masivos hay a grosso modo dos tipos de miradas bastante distintas y hasta opuestas sobre su gobierno. De eso trata una conferencia que dio hace unos meses el sociólogo Juan Carlos Torre en el Club de Cultura Socialista.
Lo que me interesó de este texto, más allá de su opinión sobre lo que él llama "el fenómeno político Kirchner", es su "ejercicio de introspección" sobre la evolución de las posturas de la izquierda socialista democrática en la Argentina, a partir de la recuperación de la democracia en 1983. Puede agregarse como antecedente que uno de los líderes intelectuales de esta corriente, Juan Carlos Portantiero, en 1973 saludaba el accionar de la guerrilla armada (esto no va como crítica, sino para intentar captar la amplitud del viaje ideológico de estos sectores a lo largo de tres décadas). Digamos que en parte esto se engancha con este post, y aquí va nomás la parte de la conferencia de Torre que me interesa resaltar:
Cuestiones de Método
Una vez más sobre los avatares de la izquierda socialista democrática en la Argentina de hoy
"Quisiera compartir hoy con ustedes los resultados de un ejercicio de introspección. Desde hace un tiempo me vengo preguntando por las razones, los motivos por los cuales yo y otros como yo hemos reaccionado ante el fenómeno político Kirchner de una manera diferente a como lo hacen otros amigos del universo, bastante etéreo, de la izquierda socialista democrática. La respuesta que me he dado es que nuestras discrepancias tienen que ver con cuestiones de método. Más concretamente, nuestras discrepancias remiten a valoraciones diferentes y contrastantes de las formas de hacer política. Así, para algunos de nosotros las prácticas políticas por medio de las que Kirchner ejecuta sus iniciativas nos parecen criticables y éstas son, a la vez, nuestro principal criterio para evaluar su experiencia de gobierno. Entre tanto para otros, el principal criterio para emitir un juicio está en otro lado, en la dirección ideal de las políticas que Kirchner impulsa, la cual, desde esta perspectiva, tiene un carácter tendencialmente progresivo.
Unos poniendo el acento sobre los medios de la política, otros subrayando las finalidades de la política, he ahí las cuestiones de método que delimitan nuestras discrepancias.(...)
(...) Dicho esto les comento que después de revisar retrospectivamente una trayectoria que estimo conocer mejor me encuentro frente a una conclusión. Y esta conclusión es la siguiente: uno no puede hablar durante años en favor de la democracia y el pluralismo político, en favor del Estado de derecho y de los controles constitucionales sin que, al final, termine tomando conciencia de las implicaciones de lo que dice. Esto es, sin que, al final, convierta a la democracia y al poder limitado en valores sustantivos y no instrumentales, y, en consecuencia, les asigne una centralidad equiparable a la solidaridad y la equidad social. A mi juicio esto es lo que ha ocurrido con muchos de nosotros desde que nos embarcamos hace más de 25 años en un re-examen de nuestras creencias políticas. Y esto es, agrego además, lo que está influyendo sobre nuestra postura en la coyuntura política actual.
Con el propósito de esclarecer esa influencia los invito a acompañarme ahora en un recorrido a vuelo de pájaro por sobre las principales estaciones a través de las cuales se desenvolvió ese re-examen de nuestras creencias políticas. Para hacerlo tenemos a mano la mejor hoja de ruta: estoy aludiendo a la obra de nuestro querido Juan Carlos Portantiero. Él fue entre nosotros quien despejó con más lucidez los problemas, las perplejidades, las salidas que fuimos encontrando en esa travesía; una travesía de la que emergimos iguales y diferentes. Iguales porque mantenemos el compromiso original por una sociedad más justa; diferentes porque en la actualidad procuramos plasmar ese compromiso en el marco de una visión del orden político y de la acción que es distinta de la que fue la nuestra por mucho tiempo.
La primera estación de nuestra travesía fue un ajuste de cuentas que algunos hicimos en el exilio y otros en el país a la vista del desenlace catastrófico de la violencia política de los años setenta. A la hora de hacerlo las palabras importaron: ¿fue acaso una derrota o fue el fruto de un error? Esto es, ¿se trató del resultado contingente de una empresa liberadora que mejor concebida o en circunstancias más favorables valía la pena encarar y llevar adelante o, por el contrario, fue el resultado necesario de una aventura jacobina que sustituyó a la política por la guerra y entrañaba naturalmente una involución autoritaria? Quienes estábamos caminando en la dirección de una izquierda socialista democrática optamos por hablar de un error en lugar de una derrota. Y porque esa fue la conclusión del ajuste de cuentas se abrió ante nosotros el paso siguiente, valorizar las libertades democráticas como plataforma hacia adonde reorientar la realización de los ideales socialistas.
Vista en perspectiva, no fue una tarea simple; consistía nada menos que en despojar a la democracia formal, es decir, a las reglas para la formación de los gobiernos y la adopción de las decisiones públicas, del estigma que había merecido en los círculos de la izquierda. Tampoco fue una tarea exenta de equívocos como los que se desprendían del diagnóstico de la derrota que evocamos antes. Vista desde el diagnóstico de la derrota la opción por la democracia no era más que un expediente táctico, un espacio adonde a falta de una alternativa mejor, las fuerzas diezmadas podían reagruparse a fin de retomar sus objetivos de siempre.
En cambio, para los que suscribimos el diagnóstico del error, la opción por la democracia comportaba un replanteo más profundo. El que nos condujo a hacer nuestra la tesis de Eduard Bernstein, el político socialdemócrata alemán: “La democracia es a la vez un medio y un fin. Es un instrumento para instaurar el socialismo y la forma misma de su realización efectiva”. En este espíritu, entendemos que los fundamentos y las reglas de la democracia otorgan a los sectores desprovistos de influencia en la alta política y de poder en el mercado los recursos para compensar esas desventajas extra institucionales. Con esos recursos, por medio del voto, de las libertades para organizarse y manifestar, del pluralismo político, la democracia potencia su capacidad para intervenir en la gestación de un orden más igualitario. Y configura, por lo tanto, un patrimonio valioso en sí mismo que no puede ser archivado, sin grave riesgo, en nombre de fines últimos superiores.
La estación en donde descubrimos el valor de las libertades democráticas se articuló muy bien con una preocupación cara a la izquierda socialista: que cada persona cuente con los medios para usar esas libertades. Con frecuencia, cuando llega el momento de identificar cuáles son esos medios la mirada se dirige a los medios materiales. Y está bien que ello suceda, ¿cómo disfrutar de la libertad en una sociedad donde grandes sectores carecen de los medios para satisfacer sus necesidades más elementales? La respuesta a este interrogante ya lo conocemos. Basta para ello echar una ojeada a las prácticas clientelistas de los grandes y pequeños caudillos políticos que proliferan al abrigo de las libertades democráticas. De esta evidencia una conclusión se sigue y ésta es una que ya destaqué: la democracia debe ser, como lo es, el ámbito para dilatar el universo de la ciudadanía, bregando por asegurarle los medios materiales que fortalezcan su autonomía moral y política.
El proyecto democrático tal como hemos llegado a concebirlo sería incompleto si quedara limitado a lo que acabo de señalar. Más aún, no sólo sería incompleto. Tampoco haría justicia a uno de los descubrimientos más importantes de nuestra travesía: la dimensión propiamente liberal de la democracia. Esto es, el sistema de controles, equilibrios y contrapesos que preserva los derechos de las personas y pone frenos al ejercicio del poder estatal. Para decirlo con los términos que he venido empleando: se trata de los medios institucionales que garanticen el uso de las libertades democráticas.
Hablé de un descubrimiento. Este fue el resultado de una reflexión sobre la experiencia límite del arbitrio estatal: la violación de los derechos humanos. A través del sendero abierto por esa reflexión se fue alumbrando una esfera siempre ocluida en el pensamiento de izquierda, estoy hablando de la idea del poder limitado. Así, entonces, la crítica a la arbitrariedad absoluta del estado suministró el marco para una crítica más general a toda forma de autoritarismo de los poderes públicos, sea en la versión de la dictadura militar, sea en la versión del cesarismo democrático; como sabemos, una y otra figuras familiares de nuestra historia política.
Finalmente, en el trayecto de esta renovación de nuestras creencias políticas fue decantando una otra concepción de la acción política. Me refiero a la concepción de la acción política en la cual la ampliación de las fronteras de la democracia existente se produce con los métodos de la democracia misma: la discusión, la tolerancia a los disensos, el compromiso y las alianzas, una ingeniería gradualista que rechaza las alternativas globales, totalizadoras, para ubicarse en el plano más modesto de las reformas.
Me gustaría recordar que, a lo largo de este re-examen, también fuimos tirando lastre por la borda. No me refiero apenas al abandono de la revolución como estrategia del cambio político. Como dije antes, esta fue una operación temprana, que alumbró las nuevas credenciales democráticas de la izquierda socialista. Me refiero más bien al abandono de entusiasmos más recientes, como fue el que rodeó al concepto de hegemonía extraído de la lectura de Antonio Gramsci. Cuando se derrumban viejas certidumbres y uno se ve forzado a internarse en territorios desconocidos, suele ocurrir que busque en la propia familia la protección de alguna figura tutelar que garantice cierta continuidad en medio del cambio. En la emergencia, los escritos del fundador del Partido Comunista italiano fueron una tabla de salvación; sus Cuadernos de Cárcel proveyeron oportunamente la luz para iluminar la travesía en pos de nuevas ideas, de nuevas guías para la acción.
Sabemos que un aporte capital de Gramsci fue señalar que la supremacía de una clase dominante no descansa principalmente en su control de los aparatos coercitivos del estado. La clave de esa supremacía, sostuvo, es de orden cultural y reside en la asimilación de la ideología hegemónica por parte de las clases subalternas. De este señalamiento se siguen dos corolarios. El primero es que en esas condiciones el asalto frontal y violento del poder es una empresa escasamente productiva y viable. El segundo es que para terminar con la dominación es preciso ganar el consenso de las masas con vistas a un cuestionamiento radical del statu quo. Se trata, en fin, de oponer a la hegemonía existente una hegemonía alternativa. Para quienes venían de la terrible experiencia de los años setenta la obra de Gramsci ofreció un rumbo y un programa de acción, con fuerte impronta intelectual; de allí su popularidad.
Sin embargo, con el tiempo, a medida que avanzó el re-examen de las antiguas creencias políticas, el concepto de hegemonía fue perdiendo el atractivo inicial; lo perdió en razón de su sesgo en favor de una visión unificadora, lo perdió debido a su dificultad para coexistir con la concepción renovada de la política como un campo común de consensos y disensos, como un pluralismo conflictivo. Al no aprobar el test democrático también al concepto de hegemonía le llegó el turno de hacer mutis por el foro. Con la mochila más aligerada, la travesía ideológica prosiguió su curso; en los últimos años vino a terminar en la presentación de la solicitud de ingreso al Club del Socialismo Liberal, a cuyas puertas nos esperaba Norberto Bobbio para darnos la bienvenida.
Esta imagen del puerto de llegada dice bastante sobre los alcances del camino recorrido. Cuando consideramos su contribución en materia de ideas los aportes fueron más bien limitados. Ni el descubrimiento de la democracia, ni la conciencia de que la libertad requiere de condiciones habilitantes –materiales e institucionales- para poder ser disfrutada, ni la opción por el gradualismo como estrategia de cambio constituyeron novedades de peso. En verdad, su significación principal tuvo por ámbito a nuestra experiencia personal al proveernos de un nuevo núcleo duro de creencias políticas que, podría decirse, nos blindó frente a los desencantos de las expectativas despertadas por el proceso político abierto en 1983.
(...) Este re-examen de creencias políticas fue suscitando aquí y allá, en los bordes de la ruta por donde avanzaba, objeciones y reservas. Estas objeciones y reservas no llegaron, a mi juicio, a articularse en un libreto alternativo igualmente compacto. Se manifestaron sobre todo a través del comentario irónico, de las apelaciones al realismo político, de las acusaciones solapadas. Se comprende que fueran esas las reacciones. Dentro de la izquierda socialista se tornaba difícil digerir el talante cada vez más moderado de nuestras preferencias políticas, el tufillo socialdemócrata que se desprendía de nuestras ideas. A todo ello se sumaban los desencuentros provocados por las opciones concretas que nos colocaba la política del país.(...)"
Conferencia presentada por el autor en el Club de Cultura Socialista, en abril de 2007.
En resumen, un trayecto que arranca de la ultraizquierda revolucionaria, pasa por Gramsci y luego lo descarta, hasta llegar al descubrimiento de los valores supremos del liberalismo y el republicanismo. Eso sí, sin embarrarse nunca. Si esto no es un reconocimiento abierto de que se tiene y siempre se tuvo una visión diletante o veletista de la política (o lo del título), es que yo estuve mirando otro canal.
¿Y SI SALE BIEN?
Hace 13 horas.
14 comentarios:
Hal:
Puede ser, pero más que decir que esta gente "se embarró" yo diría que "la embarró" varias veces.:P
No es mi ánimo ensañarme con nadie sino más que nada apuntarle a lo que es para mí un modo "incontaminado" de hacer y ver la política. Me parece que estos sectores a lo sumo se dedicaron a bajarle línea ideológica al alfonsinismo, luego al Frepaso, etc., y después de cada fracaso (¿será casualidad la rima?) volver al ámbito académico, a las publicaciones, a las reuniones de cenáculo, etc., para pergeñar el próximo cambio de rumbo. Si me equivoco en algo y con alguien, desde ya pido disculpas.
En el resto de la conferencia Torre se muestra bastante opuesto al kirchnerismo. Puede ser que lo del "compromiso crítico" corra para otros tipos de origen similar como p.ej. Pepe Nun, si no me equivoco.
Gracias y un abrazo.
Esta polémica es más que interesante. Se remonta a fines de los 70, en México, donde un grupo de exiliados socialistas y peronistas editan la Revista Controversia. Ahí ya despunta, desde una autocrítica común x la violencia y un cruce entre protosocialdemocracia (portantiero, torre, otros) y rescate del populismo (argumedo, casullo, otros).
PD: lo interesante de algún momento del Frepaso es que le juntó la cabeza a los dos grupos. Movimientismo, q le decían.
Abrazo
1) Te agradezco la tarea de selección textual que realizaste para mejor plantear los términos de la discusión teórica. Quedaría para un segundo post discutir sobre los párrafos de aplicación concreta al gobierno de K.
2) Coincido con Hal en que te equivocás en el juicio de “amateurismo”. Si el discurso se presenta como un aséptico discurrir intelectual, se trata –precisamente- de contrastarlo con la efectiva y muy comprometida actuación política que tuvo este grupo.
3) Confieso que fui un empecinado lector de “Punto de vista” y “La ciudad futura”. Incluso pensé en ingresar al Club en busca de un ámbito de producción intelectual de recuperación crítica de la teoría marxista. Me disuadió una entrevista con Portantiero en la que me remitió a Locke para iniciar esa tarea. Lo cual consideré (y sigo haciéndolo) un retroceso en lugar de una superación.
4) El discurso de JCT se ubica en la orilla opuesta del de Marx. Entre el objetivismo materialista estructural de éste y el voluntarismo político cultural de aquél media un abismo teórico y práctico. Si Gramsci intentó tender un puente entre los intereses de clase configurados por una dada formación social compleja y los cursos de acción política posibles, los integrantes del Club parecen haber optado por cortar esos puentes y refugiarse en la prioridad absoluta del formalismo liberal. Los medios convertidos en fines no pueden sino clausurar toda apertura a la transformación. Cerrándose sobre las garantías liberales no hubiera sido posible siquiera pensar en empujar los límites del derecho de propiedad hacia la recuperación social de fábricas abandonadas.
5) Es una pena que el vocero de esta opción sea justamente un autor que tan bien supo desarrollar una investigación histórica que mostraba desapasionadamente cómo la crucial opción por Perón por parte de los grandes sindicatos en los ’40 estuvo pre-configurada por su participación en el sistema agroexportador, sus métodos de defensa corporativa y su relación con el Estado ya en los ’30.
6) La desestimación de las críticas efectuadas a este grupo ocultan –me parece- una más sorda y poco glamorosa disputa por espacios de influencia y recursos laborales. Algo que se puso de manifiesto en el episodio de la renuncia de Horacio Tarcus a la Biblioteca Nacional, la cual fue aprovechada por integrantes de esa corriente para desatar una ofensiva por la recuperación de esos espacios. Algo similar me había sido relatado sobre la insolidaria y discriminatoria actitud de Portantiero hacia otros exiliados en los ámbitos universitarios mejicanos.
7) Un abrazo. De forma. (es que este Word no deja de poner números a cada nuevo párrafo ¡carajo!).
Mendieta:
Aclaro que hasta hace poco no estaba muy al tanto de esta polémica, y en parte fueron las palabras de Alfonsín en el homenaje a Portantiero las que me motivaron a indagar más en el asunto. De lo de la revista Controversia me enteré por la nota que le hicieron a Casullo en el Radar de la semana pasada. Y la verdad, esto no me interesaría demasiado si no fuera porque intuyo que los fracasos del alfonsinismo y del Frepaso/Alianza tienen bastante que ver con estos devaneos ideológicos. La exposición de Torre habla de un "posibilismo" cada vez más limitado, y no puedo dejar de ver como un ejemplo de eso al Chacho Álvarez proponiendo al Mingo como ministro de la Alianza.
Gracias, un abrazo.
Roberto:
Tu comentario es un lujo. Trataré de mantener el nivel en mi respuesta.
1) No hay nada que agradecer, simplemente me pareció que había que separar bien los tantos y dejar las cuestiones referidas al gobierno de Kirchner para otra oportunidad. Por más que Torre dice varias veces que hace su "introspección" justamente para explicar su posición frente a K.
2) Reitero lo que dije en mi respuesta a Mendieta, hace muy poco que estoy entrando en los detalles de la polémica a que se refiere Torre, y todavía sé bastante poco de la trayectoria de los personajes que integraron estos grupos. Quizás el título haya sido injusto y no quiero sugerir ningún demérito ético o intelectual sobre Torre y los otros representantes de esa línea. Simplemente me surgió al leer el texto una sensación de que se describía un recorrido ideológico como si fuera la evolución de la moda en el vestir o algo así, cuando en realidad esos virajes tuvieron algo o bastante que ver con fracasos políticos catastróficos en nuestro país.
3) Gracias por el dato. Coincido con vos sobre la recomendación, aunque alguna vez me gustaría recordar algunos fragmentos de Locke, p.ej. aquellos en que dice que el incumplimiento de sus obligaciones por parte de los gobernantes legitima la ruptura del contrato social por parte de los gobernados.
4) Totalmente de acuerdo, aclarando que veo en vos una formación teórica de la que yo carezco. Lo llamativo de las palabras de Torre es que reconoce con todas las letras que su posición termina siendo prácticamente la del formalismo liberal.
5) Supongo que te referís al libro de Torre "Perón y la vieja guardia sindical". No lo leí, pero en estos días estuvimos comentando un post que sacó Manolo sobre ese mismo asunto, citando los trabajos de Hugo del Campo y Matsushita.
6) Por lo poco que conozco del affaire de la Biblioteca creo que tenés razón, me parece que detrás de una polémica ideológica hay un enfrentamiento de intereses bastante concretos. De lo de Portantiero no estoy al tanto, así que prefiero no opinar.
7)Retribuyo el abrazo.
Intuyo que sos el Roberto responsable del blog Gloriamundi. Espero no equivocarme. De cualquier manera, muchísimas gracias.
La superficialidad de tu comentario contrasta con la profundidad de Torre. ¿Que quiere decir "embarrarse"? ¿Agarrar los fierros? ¿Afanar en el Concejo Deliberante? Tratándose de intelectuales, no entiendo el sentido de esa crítica.
Pin:
Es más que obvio que mi comentario tiene que resultar superficial frente a la profundidad de un académico prestigioso. Ahora, con respecto a lo de "embarrarse" no tenés por qué alarmarte, no se trata de agarrar los fierros ni de afanar en el Concejo. Simplemente es una alusión a otra forma de entender la política, quizá más humilde y menos ideologizada. Una que esté más cercana y atenta a las necesidades y aspiraciones populares. En fin, una que tenga en cuenta uno de los preceptos que Jorge Bergoglio le transmitió a Gabriela Michetti: la realidad es superior a las ideas.
Gracias por tu comentario. Saludos.
Jorge:
Aunque estoy un poco corto de tiempo no quería dejar pasar tu amable respuesta.
mi formación teórica no es tan disciplinada como parece. De hecho, confundí a Torre con del Campo al citar de memoria. Me refería a "Sindicalismo y Peronismo" de éste último. De Torre debo haber leído en apuntes.
Yo cursé la carrera de Historia a los picotazos (parte en los '70 y parte en los '80) en la cual este grupo fue ganando espacio.
Empezaron en el PC donde Aricó inició la edición de los escritos de Gramsci. Al irse formaron el grupo político-editorial Pasado y Presente que era todo un referente teórico.
A comienzos de los '70 ensayaron trabajar con el amplio sector que interpretaba el peronismo con "traducción" izquierdista (entrismo, si querés). Algunos (no sé si todos) derivaron al maoísmo y desembocaron en el alfonsinismo. Yo no le veía futuro a esos intentos, pero tampoco tenía otro proyecto concreto. Siempre fui un marginal. Nunca me "embarré".
Entiendo por "embarrarse" -en el buen sentido- al trabajo de base (social, sindical o politico) en donde hay que congeniar con grupos y personas de diversos orígenes, historias y retóricas. Respeto a quienes lo hacen, por lo que evito la ironía agresiva. Pero entiendo que la ejerzan quienes se juegan más en ello, como ocurre en Ramble Tamble, p.ej.
Si, soy el de Gloria Mundi (no encuentro la opción para linkear esa dirección) y desde ya que me complacería que vos y los otros blogs que leo vinculados en torno a La Barbarie empleen libremente mis "dibujitos" donde les parecieran adecuados.
Nos seguimos viendo.
Roberto:
Te agradezco tu reseña histórica. Comparto con vos lo de "marginal" y lo de no haberme "embarrado" así sea en el buen sentido, aunque respeto y apoyo a quienes sí lo hacen. Al responderle al comentarista anterior pensaba en quién podía ser un buen ejemplo de lo que decía, en un sentido similar a lo que expresás vos. Y se me ocurrió el ejemplo de Germán Abdala.
Te agradezco muchísimo tu ofrecimiento y lo tendré en cuenta. Con respecto a lo del link no le encuentro la vuelta, lo único que se me ocurre sugerirte es que escribas tu dirección web en el comentario.
Gracias nuevamente. Un abrazo.
Esta gente era de un grupo medio diverso. Algunos, como Sarlo, pasaron del peronismo al maoismo al alfonsinismo. Otros, como Portantiero o Altamirano, del PC, del que se fueron en la escisión de finales de los 60's, al alfonsinismo. Por lo que jorge dice, yo una vez, comiendo un asado con Altamirano, le comenté que me llamaba la atención el que no solo fueran alfonsinistas (Sarlo definió a Alfonsín, una vez, como "Freedom Fighter" delante mio), sino que hacían comentarios sobre que la teoría había estado mal, que había sido un error, pero en realidad ellos eran poco científicos al respecto, ya que la "teoría" no existe, sino que eran ellos interpretándola, y que gente murió, y fué al muere muchas veces por las interpretaciones que hacían ellos. Le dije que me parecía que debían hacer una autocrítica mas sincera. No hay que agrgar que no le gustó nada. Pero tampoco dijo nada. Hay mucho de pelea por cargos académicos, etc. Rozitchner (León), una vez hizo una nota describiendo como se manejaba la cosa con los votos en la UBA, por ejemplo.
Alberto:
Gracias por tus aportes. Comparto lo de que la "teoría" no existe sino que se trata de las interpretaciones que hacen estos intelectuales. Y justamente lo que decís sobre que hubo "gente que murió y que fue al muere" por esas interpretaciones, tiene que ver con lo que pensaba yo al titular el post. Me parece muy cómoda la postura del intelectual que decreta cuál es "la verdad de la milanesa" y luego va cambiando de rumbo según cómo sople el viento, sin perturbarse demasiado. Cuando en el camino quedan vidas perdidas y un sinnúmero de frustraciones y fracasos.
Te agradezco por linkearme en tu muy buen blog, y desde ya te agrego en el mío.
Gracias de nuevo. Muchos saludos.
La comparación con Germán Abdala no es adecuada. Abdala era un sindicalista -con una trayectoria impecable, por cierto-, no un intelectual. Lo de los muertos me parece un cargo completamente injusto, y además muchos de estos intelectuales sufrieron persecución y exilio, no estuvieron tan "cómodos". Respecto a los cambios en el pensamiento de este grupo, ¿no creen que el mundo ha cambiado bastante en los últimos 30 años (especialmente en relación a la izquierda!) como para que un intelectual profundo y honesto deba seguir pensando y diciendo lo mismo? La verdad noto un tufillo anti intelectual y de elogio a la "acción" que me parece medio fascistoide.
Pin:
Para empezar, tu último párrafo me parece totalmente equivocado, pero por supuesto sos libre de opinar y decir lo que quieras.
Creo que no te queda claro que aquí no se trata de difundir "un tufillo anti intelectual" sino de analizar (y por qué no criticar) ciertas actitudes. ¿O acaso el prestigio y los laureles académicos son un bill de indemnidad que inhabilita cualquier crítica?
Demás está decir que Abdala no era un intelectual, y justamente lo menciono porque estamos hablando de actitudes frente a la política y no comparando niveles académicos. Por supuesto que respeto a los que sufrieron persecuciones, exilios, etc., pero tampoco creo que eso implique un aura de infalibilidad ni nada por el estilo.
Más bien que el mundo ha cambiado radicalmente en los últimos 30 años y sería ridículo suponer que un intelectual no debe modificar su pensamiento acorde a esos cambios. Pero yo personalmente disiento con la izquierda que terminó abrazando el pensamiento único y asumiendo como propios los dogmas neoliberales. Para mí, el deber de un intelectual auténticamente "de izquierda" o "progresista" es el de pensar alternativas al neoliberalismo.
Saludos.
Concido con pin, el pensamiento del titular del blog, un intelectual, repite el discurso antiintelectualista de los años treinta.
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