martes, mayo 03, 2011

A Homero


"Cuando llegó a Santiago del Estero la primera expedición libertadora, aquella del General Ocampo, enviada por la mano férrea de Mariano Moreno, Dorrego, entonces un imberbe oficial porteño, fue encargado de formar con la paisanada norteña un escuadrón. La leva fue fácil y aquel pueblo de campesinos pacíficos contribuyó a la libertad de la patria con la carne anónima y fuerte de sus hijos y contribuyó con tal eficacia... que fresca está sobre la historia de la patria la fama de aquellos soldados, valientes en el combate, fuertes ante la muerte, infatigables en las marchas, jinetes diestros en las caballerías e inteligentes en el aprendizaje del arte de la guerra... En la incorporación de la última conscripción fue necesario hacer cuatro llamadas complementarias para poder integrar las plazas, pues en el primero y obligatorio fue rechazado el noventa por ciento de los muchachos de veinte años de la provincia de Santiago del Estero que, después de cuarenta años de progreso, tiene hijos que no sirven, ya no como sus abuelos, para la guerra, sino que son inútiles para la misma parodia de la guerra."

Homero Manzi en un discurso, década de 1930.


"Contaba el recordado Fermín Chávez que a fines de 1937 y principios de 1938 recorrieron Santiago del Estero dos escritores que tenían que ver con la literatura y con la realidad argentina: Homero Manzi y Roberto Arlt, el primero como redactor de la revista Ahora y el segundo, como enviado especial de Crítica. Homero Manzione nos brinda este relato:

"Un día miércoles bajo a Añatuya. Me encuentro con la noticia de que en el campo de Añatuya está Roberto Arlt, enviado especial por un diario de la capital para hacer la crónica del dolor santiagueño. También me avisan de que Arlt se ha enfermado y que golpeado por la fiebre está en un ranchito lejano. Tomo un auto y me largo en su busca. Lo encuentro a las cuatro leguas en un puesto de la estancia "13" propiedad de mi padre y atendida por Luis Manzione, mi hermano."

Manzi y Arlt hablaron del cuadro social que se desplegaba a sus ojos:

"Me impresionó su desolada expresión – escribe Homero – Su amargura frente a la indiferencia de las zonas felices. Su decepción frente a los políticos lugareños que desde el gobierno o desde la oposición están distantes del verdadero hombre de la campaña santiagueña. Su indignación para con los literatos del país que se desentienden de esta realidad y que la desconocen". Y añade Manzione – que así firmaba sus notas – "Roberto Arlt. Hombre vital. Periodista de realidades. Novelista de sentido amargo y humano, valoriza el drama que lo rodea y aprecia la angustia de todos. Del paisano. De la chinita. Del viejo. Del chango. Del perro. De la vaca. Del caballo. De la gallina."

Homero cuenta que a pocas leguas de la capital santiagueña hay gente que se ha muerto de hambre o de sed. Le dice que la gente abandona el campo y se va en caravana a las ciudades, huyendo de la sequía y la desolación. "Y al contarle todo – agrega Manzione – los ojos de Roberto Arlt acostumbrados a la contemplación de los dolores más terribles se humedecen como los de un niño. Y me hace un juramento. Es necesario que nuestro relato sea terrible, implacable. Amargo. Casi siniestro. Es necesario que los lectores vomiten de asco y de vergüenza frente a la realidad de Santiago del Estero, provincia olvidada por la oligarquía..." (Ahora, 13-12-1937).

(...) Al referirse al problema del agua y a la necesidad de embalses en la región, Arlt recurre a esta frase muy suya: "Es verdad que el Nilo es un río gentleman; sus inundaciones tienen lugar periódicamente en la segunda mitad del año, todos los años... En Santiago del Estero, ni el Dulce, ni el Salado son gentlemans".

Vale la pena transitar esos textos en que podemos acercarnos al Arlt menos conocido. Su compañero ocasional, más politizado – como militante de FORJA que era – ahondaba en las raíces de la deformación argentina y escribía: "Los niños están tristes. Tristes y enfermos. Que es lo mismo. Los niños están tristes sólo cuando están enfermos. En el norte habría que fundar un partido político cuyo único programa fuera éste: Hacer reír a los niños."

(...) "Nos dicen - sostuvo una vez – que hay una cosa intocable entre los distintos eslabones de la economía: el gran capital, especialmente cuando se trata de accionistas extranjeros, y por eso es necesario crear la mentalidad opuesta, la mentalidad nacional, que frente a ese argumento diga sencillamente esto ¡Que se vayan a la puta que los parió esos accionistas!"

Cuando determinado personaje se destaca por propia gravitación, de manera tal de que sea imposible sumergirlo en las aguas del silencio, se intenta recordarlo por su faceta más dócil y no por la que verdaderamente causa escozor. Mitre lo hizo con San Martín, anuló toda mención a su proyecto político (incorrecto para él y su clase) y lo redujo a la marmolería castrense. Con Homero Manzi sucede otro tanto, se evita cuidadosamente su compromiso político con los movimientos nacionales (políticamente incorrectos para el establishment y su correlato, los medios de comunicación) y se lo reduce al personaje folklórico de la noche de Buenos Aires: El tanguero, o peor, el personaje de algunos tangos. El infeliz que pierde la vida entre copetines, mujeres y carreras de caballos.

Pero una y otra vez, desde FORJA primero, y desde el peronismo después, denunció el sometimiento del país al imperialismo británico, la complicidad de Alvear con los hombres del Régimen, la expoliación que sufría el país, especialmente las provincias como la suya, porque – decía Homero – "Santiago del Estero no es una provincia pobre, sino una provincia empobrecida".

Expulsado de la Facultad de Derecho, exonerado como profesor de Literatura, silenciado como poeta, discriminado en el radicalismo por rebelde y antiimperialista. Homero Nicolás Manzione Prestera fue convertido en "maldito", pero el poeta que había dentro de él le "jugó una mala pasada al sistema".

En 1947, pocos años antes de su partida, el radicalismo "gorila" lo expulsa de sus filas por su vinculación con el Movimiento Justicialista. En uno de sus últimos días, su amigo Hugo del Carril tuvo que cantar en la residencia de Olivos y le consultó ¿Qué canto, gordo? Manzi pidió papel y lápiz, y una hora después le entregó dos milongas, una para el General, otra para Evita, para que las interpretara. A Perón le corrieron las lágrimas: sabía que su autor se estaba muriendo."


José Luis Muñoz Azpiri (h), en "Homero Manzi: el hombre y su época" (gentileza de El Ortiba) .


A 60 años de tu partida, mi recuerdo para vos, Homero.



2 comentarios:

Mariano dijo...

Muy bueno, Rafa.
Un abrazo

Rafa dijo...

Muchas gracias, Mariano.

Otro abrazo.