Parece que los caceroleros quieren seguirla, aunque se diría que la cosa se viene planchando. Más allá del armado del asunto vía redes sociales y de la importancia exagerada que le asignaron los medios que a la vez lo fogonearon, se trata de un fenómeno que no hay que ignorar ni subestimar. El odio de clase y la violencia de algunos de los participantes no debería llamar demasiado la atención: no es ninguna novedad que en la Argentina siempre hubo minorías que despreciaron la voluntad popular y no vacilaron en apoyar las peores masacres con tal de que les "saquen a los negros de encima".
Más allá de la repulsa que nos generan las peores aristas de este movimiento a los que asumimos un pensamiento nacional y popular, es un tema de interés su vinculación con la falta de una representación política de "la derecha", que conforme sobre todo a los sectores que por una u otra razón son incapaces de sentir otra cosa que un rechazo invencible hacia el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Al respecto tenemos por el lado de los blogs, los muy buenos posts de Mendieta y María Esperanza en Artepolítica y éste de Abel, por ejemplo.
Desde ya, no dudo de que detrás del asunto hay grupúsculos bien organizados, con capacidad de manejo de las redes sociales y con conocimiento de mecanismos de manipulación psicológica de las masas. Y entran fácilmente en la movida muchas personas bien intencionadas, confiadas (todavía) en la palabra de los ya devaluados medios hegemónicos y sus emblemáticos "periodistas independientes". Y dispuestas a aceptar, sin demasiado análisis, las consignas y los epítetos (comprobables o no, poco importa) que tienden a confirmar sus propios y arraigados prejuicios.
En mi humilde opinión, habría que apartar un tanto el foco de estas minorías (sin descuidar su potencial capacidad de daño, su violencia y sus expresiones de odio) y ponerlo más en su contribución a la creación de un clima de incertidumbre e inquietud en capas muchísimos más amplias de nuestra sociedad. Un clima con el que colaboran ciertas medidas erráticas o mal comunicadas del Gobierno, sumadas a declaraciones poco afortunadas de algunos funcionarios, y al que no son impermeables los sectores populares. Recordemos que en 2009 Néstor Kirchner fue derrotado en la provincia de Buenos Aires (incluso en lugares poco favorecidos económicamente) por un candidato puramente mediático.
Es indudable que la inflación (incluyendo los aumentos de precios "por las dudas") es un válido motivo de preocupación para amplios sectores, sobre todo para los trabajadores informales y para los que poseen ahorros. Y ante la percepción de pérdida del poder adquisitivo, estos últimos sobre todo tienden a recurrir al viejo y querido dólar. Un reflejo frente al cual poco parece importar la paulatina pérdida de importancia del "verde" en el orden mundial, muy bien tratada aquí por Néstor Restivo. La memoria de catástrofes pasadas puede más, aunque la situación actual sea incomparable con las vividas entre los '70 y el 2001-2002 (por alguna razón, las etapas en que la abundancia y bajo precio de los dólares crearon las condiciones para el desastre, no son recordadas con tanto temor). No hay que extrañarse: Jauretche contaba sobre una viejita que en Peñíscola todavía temía las invasiones de los piratas berberiscos, que se habían terminado hacía varios siglos.
Hace un tiempo, en un post que tuvo el dudoso honor de ser citado en La Nación, hablé de la necesidad de tener "muñeca" en la gestión y en la comunicación de la gestión por parte del Gobierno. Sin darme corte, creo que el manejo de las restricciones a la compra de divisas en las últimas semanas y sus consecuencias sobre el (mal)humor de muchos sectores, demuestran que esa "muñeca" es hoy más necesaria que nunca. Una buena punta para encarar el asunto lo da esta excelente nota de Ricardo Aronskind: la lucha contra la fuga de dólares por parte de jugadores económicos privilegiados no debería ser incompatible con proporcionar alternativas a la población para preservar el valor de sus ahorros.
Paso ahora a ocuparme de otra minoría, menos ruidosa pero no menos intensa que la de los caceroleros de Santa Fe y Callao. Me refiero a la Mesa de Autoayuda K, a la que tuve el placer de incorporarme en su último encuentro. Un cenáculo exquisito, donde se da cita el más exclusivo kirchnerismo de salón y por el que circulan los análisis del más alto nivel, disparados y estimulados por los compañeros Rinconete y El Bosnio. A los que puede reconocerse, junto con muchos otros miembros de la MAK, en la foto que abre el post. Con todo respeto por la investidura presidencial, desde aquí le digo a Cristina: si está disconforme con algún funcionario del área o nivel que sea y está pensando en su recambio, no vacile en recurrir a la MAK. Sígala, que no la va a defraudar.
2 comentarios:
Y eso q yo no fui .
¿como recien me entero q usted tiene blog?Al fin crei q era un ignoto y esta lleno de sorpresas
Haga autobombo hombre
Mabel:
¿Vio lo que se perdió? Que no se repita, eh.
Je, no sólo tengo blog sino que soy de los más veteranos de la blogósfera, modestamente. Soy uno de los que hablaba J.P. Feinmann aquella vez que dijo "cualquier pelot... tiene un blog"! Eso sí, no me sale bien el autobombo. Lo mío es el bajo perfil.
Gracias por la visita y el comentario. Un beso!!
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