Las democracias pueden frenar a los depredadores financieros - Argentina y Bolivia están mostrando cómo
por Robert Drayton
Mientras Europa fuerza más privatizaciones en Grecia y España bajo el nombre orwelliano de "liberalización", América Latina en 2012 está desafiando el punto de vista ortodoxo de que lo privado es siempre mejor que lo público. El 1º de Mayo Bolivia tomó bajo su control a la compañía española que controlaba su red de distribución eléctrica, poco después que Argentina, el 14 de abril, efectivamente renacionalizara YPF, su principal compañía petrolera, expropiando el 51% en propiedad de la firma española Repsol. Tanto críticos como adherentes han entendido las acciones de Cristina Fernández de Kirchner y Evo Morales en términos de nacionalismo energético y demagogia populista. Pero deberíamos ver en cambio ambas medidas como respuestas a los fracasos de la privatización y su conexión tóxica con formas complejas de la especulación financiera.
Tanto Bolivia como Argentina han mostrado que las empresas privadas estaban invirtiendo menos y no más que sus predecesoras públicas. Morales observó que sólo se habían invertido u$s 81 millones en la red de distribución eléctrica de Bolivia desde su privatización en 1997. YPF en los '90 perforaba tres veces más pozos de exploración en Argentina de lo que lo hacía en los 2000 bajo la propiedad de Repsol. La producción de petróleo y gas en Argentina estaba cayendo, y no se estaban hallando nuevas reservas para reemplazar los yacimientos explotados.
En ambos casos las multinacionales españolas habían priorizado la repatriación de dividendos por sobre la inversión. Esta forma indirecta de vaciamiento de activos estaba motorizada por las prioridades de los banqueros en Londres y Nueva York. Detrás del asunto Repsol-YPF, en particular, había algo muy cercano al capitalismo enfermo que causó la crisis del 2008: activos de alto rendimiento y alto riesgo, rebanados y troceados vía derivados complejos.
Repsol, como todas las compañías petroleras, tiene una doble vida. Por un lado hace dinero produciendo, transportando, refinando y comercializando petróleo y gas. Por el otro, es un "servidor proxy" para apostar al petróleo como un commodity, y a través de los derivados, para especular sobre esa especulación. Los bancos de inversión están divididos en sus prioridades de manera similar. A veces invierten, pese a que más habitualmente se enriquecen llevando dinero que toman prestado a bajo interés hacia lugares donde consiguen mayores rendimientos.
Mientras que las altas ganancias casi siempre significan mayores riesgos, existe una ficción de control sobre estos riesgos a través de los derivados - en particular los contratos de seguro llamados "swaps".
En el turbio mundo de los derivados, sin embargo, el mismo grupo bancario puede estar garantizando indirectamente sus propios riesgos, y el negocio sobre riesgos se vuelve más grande que la inversión real. La pirámide entera se mantiene mientras haya algo del mundo real que pague, en teoría, un alto y continuo rendimiento - sean hipotecas "subprime" o altas ganancias de un activo petrolero.
España privatizó Repsol entre 1989 y 1997, justo en el momento en que la "desregulación" en los EE.UU y Gran Bretaña convirtió a los bancos de inversores en apostadores de alto vuelo. Repsol creció desde ser una pequeña compañía "downstream" de refinación y comercialización, a la 15ª mayor compañía petrolera, con operaciones en todos los continentes. Se especializó en contratos en lugares donde las compañias anglo-americanas temen negociar, tales como Irán, gas "offshore" en Venezuela con Chávez, y petróleo "offshore" en Cuba, disfrutando de las subas en el precio de sus acciones y de su valorización al ir adquiriendo acceso a reservas.
En 1999, Repsol compró su activo internacional más importante, YPF. Durante la década pasada el valor principal de YPF en lo que concernía a Repsol no era el petróleo o el gas que producía y vendía, sino su valor como colateral, sobre la base del cual se podía contraer deuda.
YPF, bajo Repsol, pagó dividendos extraordinariamente altos a sus dueños extranjeros -alrededor de 9% en 2011- que costeó pidiendo préstamos. Así que mientras las deudas de YPF se disparaban y el petróleo de Argentina seguía sin perforarse, Repsol tanto embolsaba ganancias como "invertía" capital argentino en otra parte de su estructura corporativa. Como la calificadora de riesgo Standard & Poor's comentó el 19 de abril: "Repsol no garantiza nada de la deuda de YPF". Madrid sacaba el jugo, pero las obligaciones caían todas sobre Buenos Aires.
Los altos dividendos le permitieron a Repsol desprenderse del 25% de su holding de YPF vendiéndolo a la familia Eskenazi, con el capital aportado por Credit Suisse, Goldman Sachs, BNP Paribas, Standard Chartered y Citibank, con los bancos luego haciendo dinero comprando y vendiendo contratos derivados sobre la deuda de Repsol e YPF.
España ha amenazado a Argentina con represalias, seguida rápidamente por la Unión Europea, Gran Bretaña y los EE.UU. La furia en Madrid y en Bruselas es una a la vieja usanza - Argentina está tanto rehusando entregar su dinero en el bolsillo presente y futuro a España, como reduciendo los activos globales de Europa.
Pero la furia en las páginas del Financial Times y el Wall Street Journal no es al fin y al cabo sobre petróleo o ganancias, ni siquiera sobre el mal precedente que podría dejar sentado para expropiaciones futuras en cualquier parte. Más bien, está provocada porque Argentina ha interrumpido una cadena de securitización anclada en el mundo real por su petróleo en un extremo, pero también con bancos de inversión en Londres y Nueva York, los tenedores de "swaps" y otras obligaciones derivadas sobre la deuda de Repsol e YPF, por el otro.
Al nacionalizar, Argentina mostró que un gobierno democrático puede detener a los depredadores financieros. Y no ha espantado a nuevos inversores: ya Talisman, ConocoPhilips, Chevron, y compañías chinas están buscando acceso a las reservas argentinas de "shale oil", las terceras más grandes del mundo.
P.S. 1: Mis disculpas anticipadas por algún error de traducción, no soy experto en inglés financiero.
P.S.2: En algún lado quería poner las palabras finales de la columna de Mario Wainfeld del domingo pasado, así que van aquí:
En una época de heterodoxias triunfantes, el cronista se permite una muy módica. Dedicar esta columna (algo no muy canónico) a dos compañeros que desafiaron la hegemonía neoconservadora, desde su pertenencia peronista. Germán Abdala y Norberto Ivancich predicaron y batallaron contra la entrega del patrimonio nacional, contra viento y marea, bancándose ser minoría, algo enojoso para un justicialista. Ya no están... pero su memoria y su ejemplo triunfaron en estos días de justa euforia.
2 comentarios:
Hola Rafa !
Hace algunos días lo comentamos acá en respuesta a un comentario de Norberto que fue quien trajo a El blog de Abel la referencia a la nota de Drayton en The Guardian.
Lo de Drayton no es un piropo, creo que la working class inglesa - el laborismo - está confrontada con los mismos depredadores y aprecia que desde "la política" surjan líneas de acción alternativas y exitosas, lo que - salvo en Islandia - no se ha visto hasta hoy en Europa.
Saludos
Rogelio:
¡Gracias por el dato, se me había pasado ese post de Abel! Vuelvo a confirmar que por el nivel de su posteo y de la mayoría de los comentarios que recibe, Abel es la estrella de la blogósfera hoy día!
Comparto tu apreciación sobre la clase obrera inglesa, aunque ignoro hasta qué punto el Partido Laborista (que acaba de tener buenos resultados en las elecciones locales frente a la coalición gobernante) estaría dispuesto a tomar medidas contra los "depredadores", si eventualmente volviera al gobierno.
Gracias de nuevo. Un abrazo.
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