viernes, junio 02, 2006

De civiles y militares

En medio de los chisporroteos (no voy a decir polémicas como hace un conocido pasquín) originados por actitudes de ciertos empleados públicos uniformados y por la respuesta de su Comandante en Jefe, recordé algunas palabras que a su vez ya había recordado el Jorjón (sí, otra vez) hace unos años:


HISTORIAS CÍVICO-CASTRENSES (Fragmento)

"El presidente de la República se dirigió con voz grave a sus uniformados visitantes:
-"¿Podría usted por favor, señor general, repetir lo que acaba de decir? Quiero estar absolutamente seguro de que los he comprendido correctamente".
-"Con todo gusto, doctor. Usted acaba de jurar como presidente de la Nación, ante el Congreso, en momentos muy difíciles de la vida institucional de la República. El Ejército, por mi intermedio, y la Marina, representada por el señor almirante, quieren hacerle presente su lealtad más absoluta y la garantía total de que sostendrán su gobierno frente a cualquier intento de subversión interna".
-"Señores, lo que ustedes acaban de manifestar es un insolente desacato a mi investidura, que de ninguna manera puedo aceptar y menos tolerar. Ambos irán arrestados de inmediato".

Lindo cuento de política-ficción, ¿no? Se equivocan: este diálogo ocurrió realmente. ¿En Suiza, Canadá, Nueva Zelandia, Dinamarca? Se equivocan más feo todavía: ocurrió en la Argentina y fue en 1895. El presidente era el doctor José Evaristo Uriburu que, siendo vice-presidente, acababa de reemplazar al doctor Luis Sáenz Peña, renunciante a la presidencia de la Nación como consecuencia de una grave y prolongada crisis política; el general era Bosch y marchó preso al Parque de Artillería; y el almirante, Sollier, que cumplió su arresto en el acorazado Almirante Brown.

Y si todavía no se recuperaron de la sorpresa, esperen a que les cuente el final: ¡no señores, no hubo golpe y el presidente Uriburu completó su mandato constitucional! ¡Digno del "Créase o no" de Ripley! (...)"

J.A. Sabato, Ensayos con Humor, Ed. de la Urraca, 1983, p. 51 (aparecido originalmente en la revista Humor Registrado Nº 88, agosto 1982).


Qué increíble parece la actitud de Uriburu que recuerda Sabato (no confundir a este Uriburu con su sobrino José Félix aka Von Pepe, iniciador en 1930 de una larga lista de atropelladores de la Constitución). Y cuánto nos cuesta recuperar la conciencia del que debería ser irrestricto sometimiento de los militares al poder civil. Hoy parece que lo razonable fueran las palabras de personajes como Horacio Jaunarena, quien fungió de vocero de las FF.AA. ante el Poder Ejecutivo toda vez que ocupó el cargo de ministro de Defensa. De quien no debería olvidarse su tolerancia o suave complacencia ante la cada vez menos desembozada reivindicación de los terroristas de Estado que hacía el difunto Brinzoni en su época. O como Rosendo Fraga, que debe estar orgulloso de que su familia haya incorporado las palabras "fragote" y "fragotear" al idioma de los argentinos (por conspiración/ conspirar en casa de Fraga). Los guardianes de los buenos modales harían bien en callarse la boca y mudarse a cuarteles de invierno, como debieron hacer millones de argentinos en la larga noche del Proceso.

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